La gente joven está convencida de que posee la verdad. Desgraciadamente, cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es verdad (Jaume Perich).

En el marco del Día Internacional de las Juventudes, vale aprovechar cualquier espacio para manifestar la verdad sobre las poblaciones jóvenes. Más allá del concepto “verdad” citado por Perich, y sin afán de entrar en diálogos filosóficos, me permitiré en esta breve exposición plantear diversas realidades sobre la población mencionada.

Hoy, de acuerdo con la Encuentra Continua de Empleo (INEC) del II Trimestre 2024, más del 50% de las personas desempleadas en el país son personas jóvenes (Según la Ley 8261, personas de 15 a 35 años), números que no sorprenden, porque desde 2022 hemos tenido cifras vergonzosas en cuanto a desempleo juvenil. Aunque la tasa de desempleo ha disminuido considerablemente, poco se habla de que las personas jóvenes son las que sufren directamente del desempleo; exponiéndose a la informalidad y en algunos casos a tareas hasta ilegales.

Considerando que las juventudes están desempleadas podemos asegurar entonces, que están lejos de tener una oportunidad de crédito para crear su propio empleo o negocio, es decir, para emprender, puesto que las condiciones de los ecosistemas de emprendimiento no son las más favorables en Costa Rica. Entonces, ante tal escenario, sin empleo y sin un negocio propio que les permita subsistir, quedan excluidas las juventudes de prepararse académicamente por la educación privada, cuando no fueron tomados en cuenta por el selectivo sistema de la educación pública superior.

Las opciones educativas luego de la secundaria se tornan un tanto costosas, si la persona joven no fue favorecida con una beca en una de las prestigiosas universidades públicas, entonces tendrá dos opciones: no hacer nada o hipotecar su futuro profesional con un préstamo que terminarán pagándolo sus generaciones, ya que, las oportunidades laborales para los nuevos profesionales son insuficientes.

Sin empleo y sin una carrera profesional las juventudes costarricenses quedan también separadas del sueño familiar de contar con una vivienda propia, ya que el mercado inmobiliario crece exponencialmente en intereses, no es de extrañarse entonces que jóvenes de 30 años o más aún cohabiten con sus padres o familiares.

Lo anterior no es una queja, es una “verdad” de lo que las juventudes costarricenses y de la región enfrentan continuamente. Las condiciones de las juventudes de hace 30 años o más eran muy distintas a las actuales, y aún con el acceso a la tecnología y a la era digital pareciera que los jóvenes de hoy poco se les ha simplificado la vida.

Concluyo señalando que, las condiciones hostiles que colocan a las juventudes en desventaja con generaciones anteriores, responden a un problema más estructural y público, puesto que ante la inexistencia de legislación, normativas, programas y políticas públicas dirigidas a facilitar oportunidades a las juventudes, estas se ven en la incertidumbre ante la inacción del Estado.

Las juventudes costarricenses, particularmente, no tienen política pública desde 2020, por lo que esperar acciones gubernamentales dirigidas a estas poblaciones sería un golpe de suerte. Las leyes aprobadas que benefician a las juventudes son escasas, los programas impulsados por los gobiernos locales son bastante limitados, y los recursos destinados a los comités cantonales de la persona joven son más un símbolo que una real inversión.

La causal de lo anterior responde a la inexistencia de espacios de representación de las personas jóvenes en puestos de decisión política. Si bien, el Estado ha avanzado en pasos de gigante para asegurar la equidad de género en materia electoral, por otro lado, ignora la brecha generacional que existe en estos procesos. Los jóvenes son tomados en cuenta en las campañas políticas porque manejan las redes sociales y cuentan con energía para repartir banderas, pero lo cierto es que quienes reproducen el adultismo siguen viendo a las juventudes como personas incapaces para asumir un puesto político.

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