La cumbre del clima en Egipto (COP 27) ha llegado a su fin y su resultado puede que nos haya dejado con más dudas que resultados positivos. A pesar de que estuvo a punto de cerrarse sin un solo acuerdo, la cumbre realizada en Sharm el Seikh, ha aprobado crear un fondo económico para que los países empobrecidos puedan hacer frente a las pérdidas y daños que ocasiona el cambio climático. Sin duda un avance importante y un hito histórico en este tipo de cumbres, a pesar de que muchos de los efectos actuales que ocasiona el cambio climático son irreversibles, tales como lo son la subida del nivel del mar que ocasionará la desaparición de diversas islas en Oceanía.
Las discusiones sobre los daños del cambio climático y la exigencia de las naciones vulnerables hacia la creación de un fondo económico, ha sido uno de los temas que año a año se viene aplazando desde que en 1995 se iniciaran este tipo de cumbres. Los países vulnerables y las naciones empobrecidas llevan años exigiendo a las naciones ricas la creación de dicho fondo, manifestando que ellos no son los responsables de la debacle ambiental que vivimos, pero son sus principales afectados.
Puede que parezca que Estados Unidos, la Unión Europea y Japón hayan terminado cediendo al reclamo histórico y el grito de “justicia climática” mundial. Lo cierto es que la propuesta aprobada por la COP 27 deja más preguntas que repuestas en cuanto a quienes serán los beneficiados de dicho fondo, en especial sobre las supuestas categorías de vulnerabilidad y también sobre cuales países serán los financiadores del fondo. Nada de esto ha sido decido a pesar de que se espera que esté en funcionamiento a partir del 2023. Lo siguientes meses marcarán el futuro del fondo.
La COP 27 también ha puesto en evidencia la falta de ambición que existe en las naciones ricas en cuanto a su responsabilidad histórica ante los efectos irreversibles del cambio climático. Si en la cumbre de Glasgow del año pasado se abogaba por reducir gradualmente el uso del carbón y la paulatina eliminación de las ayudas públicas a los combustibles fósiles, la COP 27 pretendía hacer énfasis a la reducción del gas y el petróleo lo cual no ha ocurrido.
La crisis energética actual asociada a la guerra en Ucrania ha demostrado lo dependiente que sigue siendo nuestro sistema económico a las energías sucias. El lobby de los combustibles fósiles ha aprovechado la crisis energética para sacar más beneficios del petróleo y gas. El calentamiento global y la meta de mantener el aumento de la temperatura del planeta en 1,5°C, tal como lo establece el Acuerdo de París, se está convirtiendo día a día en un escenario irreal y en serio peligro de desaparecer. Para qué dicha meta siga vigente es necesario que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero caigan drásticamente en los siguientes tres años. Tal como lo demuestran los datos, las emisiones de carbono no paran de subir. El plan de reducir un 45% las emisiones de carbono respecto a las 2010 para el año 2030 no responden a la realidad actual. Los planes actuales llevan un descenso de entre el 5% y el 10% de las emisiones globales.
La dependencia europea al gas ruso pone en evidencia el cinismo existente en cuanto al salvar nuestro planeta de la destrucción. Nuestro sistema económico sigue empeñado en mantener el statu quo por el mayor tiempo posible sin importar las irreversibles consecuencias que esto representa. Al lobby de los hidrocarburos, del militarismo y por ende del capitalismo le interesa solo una cosa: generar capital.
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