La decisión de la Asamblea Legislativa es como ir en la autopista, en contravía.
Imagine que entra a un cine, de esos que tienen varias salas.
La sala 1 está bastante llena, ahí estamos los Alarmados, el 33% de la población, (según Yale Program on Climate Change Communication). Nadie chista, ojos fijos en la pantalla y respiración alterada; esta semana están presentando las películas del Festival Ecoansiedad 2022 que incluye las taquilleras: Rápidos y Furiosos: Alex, Bonnie, Colin, Danielle y Earl dejan destrucción a su paso; Asesinato del Expreso de Oriente (y Occidente): el día en que se enterró el tren eléctrico, y la recién estrenada Piratas del Pacífico: están solos, busquen sus propios tesoros.
En la sala 2 queda más espacio disponible, está el 25%, los llamados Preocupados; el asunto no pinta muy bien para los guapos protagonistas, pero como siempre sucede, al final se encontrará la cura a la enfermedad planetaria y todos se salvarán, bueno casi, posiblemente perdamos al valiente latino.
La sala 3 la ocupa un grupo más pequeño, los Precavidos, son el 17%. Aquí la película es mucho más relajada, aunque con un par de momentos de tensión. Si se necesita ir al baño, no hay problema, no se perderán de nada importante.
En la sala 4 está un grupo igual en tamaño al de la sala 2, pero que es la suma de tres arquetipos distintos, ellos son los Desentendidos, los Dudosos y los Despectivos. Ellos hablan por su celular durante la película y salen constantemente por más palomitas y hot dogs.
Esa pareciera ser la realidad frente a la crisis climática, es como si todos estuviéramos en el mismo cine, pero viendo distintas películas.
Esta semana las señoras y señores diputados de la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Legislativa fueron vistos en la tanda de la tarde, saliendo de la sala 4. Ahí dieron el aval al proyecto de Ley que permite extender la vida útil de los autobuses de 15 a 20 años, como inspirados en el Extraño caso del bus de Benjamín Button.
Los argumentos que justifican su decisión no pueden estar más lejos de la lógica y la coherencia: autorizar autobuses más viejos para las comunidades más vulnerables, siendo más inseguros, más contaminantes, menos adaptados a las personas con necesidades especiales, bombas de tiempo en las carreteras en mal estado que necesitarán más reparaciones y que se alimentan de combustibles fósiles cuyos precios están por las nubes.
Esta decisión es como ir en la autopista, en contravía. La tendencia global es electrificar el transporte. En lo privado, los precios elevados de los combustibles están empujando a las personas a considerar el cambio a los vehículos eléctricos y a desoír los mitos que por muchos años han retrasado ese cambio (no hay cargadores, no se adaptan a las carreteras de Costa Rica, no hay mecánicos preparados, son muy caros, etc.), y la importación de vehículos eléctricos livianos crece cada mes.
Respecto al transporte público ya se hizo un piloto en el cantón de Desamparados con buses eléctricos donados por la cooperación alemana y los resultados son contundentes: los dos buses eléctricos puestos en operación entre marzo y mayo en la primera ruta del plan piloto, movilizaron a más de 88.000 pasajeros, un promedio de 514 pasajeros por día. Recorrieron más de 12 mil kilómetros por unidad, con un promedio de 147 km por día, y su periodo de carga fue de alrededor de 2 horas entre las 11 p.m. a 4 a.m., tiempo suficiente para que iniciaran la operación con un 100% de la batería. Según los datos de mayo, el costo diario promedio de combustible para las unidades de diésel fue de unos ₡49 mil mientras que para el bus eléctrico fue de casi ₡8 mil.
Según los datos de Aresep, en Costa Rica se contabilizan casi 5.000 unidades de buses que prestan servicio a un de millón personas, y son 180 unidades las que ya agotaron su vida útil, ¿no sería esta la gran oportunidad para poner en marcha, de forma ordenada y técnicamente irrefutable, la transición a una movilidad más sostenible con nuestra matriz de electricidad limpia?
Sería mucho más inteligente y estratégico introducir 180 buses eléctricos, subsidiados o en la figura de leasing, para las empresas (ojalá pequeñas y medianas) de transporte que operan en el área metropolitana, donde tenemos los grandes problemas de contaminación y donde ya existe la red de cargadores, y entonces trasladar 180 unidades de menos de 15 años y en buen estado para atender la demanda de las zonas rurales. Y conforme cada bus se hace quinceañero, llega el momento de su pensión y en una escena de fiesta y gratitud, con música y sobredosis de selfis, cede su lugar a un bus eléctrico para el GAM que a la vez pasará uno a otras zonas del país.
Los cambios que requiere la economía para ser descarbonizada hacen parecer que esto se trata de la lucha entre ganadores y perdedores, entre progres contra empresarios tradicionales, entre las decisiones centradas en la economía y las decisiones pensadas en la protección el ambiente, una lucha entre héroes y villanos, o como se llaman ahora, antihéroes. Sin embargo, sectores tradicionales, como el del transporte, que es el primer generador de gases de efecto invernadero en el país, puede pasarse de papel, dejar de ser villanos para tornarse héroe, si tienen la habilidad de leer bien el contexto y la realidad de los nuevos usuarios, y, sobre todo, si ajustan su visión de negocio al largo plazo.
Señores y señoras diputadas, ¡cámbiense de sala de cine! ¡Unan los puntos!
Apoyar a un sector sin afectar al resto de la población es la demostración de madurez política y liderazgo coherente que necesitamos. No perdamos más tiempo. Dejemos de hacer diagnósticos, estudios y mapas de ruta desde los escritorios. Dejemos de decirle a los otros lo que tienen que hacer para que la descarbonización funcione. Estamos a sólo 7 años del 2030, fecha definida para cumplir la agenda de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, y no solo se agota el tiempo, también la esperanza.
Costa Rica tiene una historia poderosa, taquillera, tenemos millones fans en todo el mundo, y un lugar en la alfombra roja. Podemos seguir escribiendo juntos ese guión cuya primera escena fue hace 150 años, cuando un héroe emprendedor desvió el agua de los bueyes y encendió la ciudad de San José con energía hidroeléctrica.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.