Nos enfrentamos a una fase en la historia del planeta que borra la distinción entre historia humana e historia natural, el ser humano ha pasado a ser una fuerza geológica más que tiene la capacidad no solo de influir en el clima y las formas de vida no humanas, sino también en la características geofísicas de la tierra y su composición. Así lo expone el historiador de la India y profesor en la Universidad de Chicago, Dipesh Chakrabarty, en su último libro titulado El Clima de la Historia en la Era Planetaria, publicado en 2021. Uno recomendado para todas las personas que deseen adentrarse en un nuevo paradigma de comprensión de las dimensiones de la destrucción planetaria en la cual nos encontramos actualmente, y que muchos con cinismo, aún nos ocultan.

A esta nueva e innovadora perspectiva de Chakrabarty sobre la historia desde una perspectiva que descentra lo humano y lo pone como parte de un sistema inteligente más grande que se llama Sistema Tierra (incluye clima, geología y vida), se puede agregar aquella idea provocadora del filósofo alemán nther Anders, quien además de haber estado casado con Hanna Arendt, fue un hombre con una de las conciencias más lúcidas del siglo XX, un gran luchador contra el desarrollo nuclear como forma paradójica de mantener la paz en el mundo. Anders dijo que después de Hiroshima y Nagasaki, la humanidad entró en una nueva etapa sin precedentes, pues la capacidad de destrucción que habíamos alcanzado como especie nos llevaba a tener al alcance de nuestras manos, en un botón para ser más precisos, la agencia de destruir la vida y el planeta en su totalidad. Algo prácticamente inimaginable, de ahí nuestra falta de conciencia real y conmoción al respecto, porque rebasa nuestra propia imaginación.

A partir de ahí, nos decía este brillante pensador, el ser humano dejó de ser un ser histórico, en el entendido que, si estallase un apocalipsis nuclear entre potencias, tal como estamos hoy nuevamente por la crisis de seguridad en Europa, no habría ni quedaría nadie para contar la historia. Existe la posibilidad que toda vida humana y no humana perezca, y nadie pueda contar el famoso; érase una vez. Por eso decía Anders que el hombre es un ser sin mundo después de 1945, aquello creado por éste se posiciona ahora sobre él y lo vuelve obsoleto. A esa pena del verse inferior frente a su propia creación, Anders lo llamó la vergüenza prometéica.

Hoy, 77 años después, no nos hemos exterminado a causa de una guerra nuclear total, pero hemos entrado desde hace un buen tiempo a lo que muchos expertos y científicos llaman el antropoceno o la sexta extinción masiva de especies del planeta tierra. Situación objetiva que de nuevo nos recuerda la sentencia de Anders, sobre la posibilidad del no-ser en el mundo, porque aquella probabilidad donde nadie pueda contar nuestra historia en unos años sigue más viva que nunca, esta vez por razones un poco diferentes, aunque también relacionadas al dominio de la técnica por parte del ser humano y sus consecuencias, muchas fuera de control, sobre el planeta en su globalidad.

La crisis nos ha sobrepasado y las sociedades complejas de nuestro tiempo son incapaces de gestionarse a través de ésta plantea el escritor uruguayo Raúl Zibechi, por eso muchos especialistas hablan de colapso mundial, para darle una dimensión mucho más amplia a la magnitud de las crisis que tenemos encima y se entrelazan unas con otras; desde lo ambiental, hasta lo político, pasando por lo social, cultural y espiritual. Por eso la resiliencia se ha vuelto un tanto insípida, es algo así como el equivalente a estar viendo cómo se inunda tu casa, donde estás perdiendo todo lo que hay en ella, y de pronto alguien muy optimista lleno de buena fe salga y te diga: “¡Hey! Mira, está cayendo un gran chorro de agua en la cocina, sé resiliente, adáptate, sé positivo y date una buena bañada, por algo pasan las cosas, aprovecha las circunstancias, así te ahorras el gasto del agua y electricidad de la ducha y reduces el consumo, incluso, para ser más eficientes y sostenibles, puedes guardar algo de agua en algunos baldes para lavar ropa después y usar en el baño.Debemos poner siempre el ambiente por delante y ahorrar recursos, así enfrentamos con valentía y buena actitud el impacto del cambio climático”.

Frente a esto, ¿qué le dirías a esa persona tan llena de buenas vibras y positiva? Estoy seguro que nadie le daría la razón, aunque todo lo que dijo es cierto; uno se podría bañar con esa agua, claro, sino está llena de tierra o viene de una montaña que se derrumba, se puede recolectar para luego utilizarla para otras actividades, hasta para lavar el carro, e incluso ayudaría a ahorrar, nadie niega eso. Pero pongámonos serios un minuto, estoy seguro que todos diríamos: esa persona está loca y fuera de sí. Yo personalmente le preguntaría: ¿te estás burlando de mí desgracia o es que tienes problemas mentales?

Bueno, eso sucede hoy en el planeta con el tema de la resiliencia, ha pasado a la historia y es tan contradictoria, que pretenden llenarnos de discursos positivos sobre reciclaje, vehículos eléctricos y transición energética, mientras nuestra casa común sigue sufriendo daños irreparables y superando los límites de lo permitido. Así es, todo bajo el discurso de la resiliencia y la “adaptación” al cambio climático. Basta con ver las noticias de todo el mundo a diario para darnos cuenta de esta verdad; sequías extremas por un lado y las inundaciones por otro, olas de calor masivas, derretimiento de los polos o pérdida de biodiversidad por doquier. Los cambios geofísicos que hemos hecho por medio del dominio de la tecnología también son evidentes, el ser humano es el que más sedimentos mueve en la tierra producto de la suma de todas sus actividades, cerca de 57 mil millones de toneladas por año, para hacerse una idea de esto, piensen que todos los ríos del mundo al año apenas mueven entre 5 mil y 8 mil toneladas de sedimentos al mar, dice Chakrabarty en ese interesante texto.

Con este panorama es mejor dejar la resiliencia de lado para ser un poco más realistas y menos condescendientes con el statu quo o con quienes nos tienen en esta condición. El concepto de histéresis, dicen expertos, se apega mucho mejor a la nueva realidad de todas y todos, independientemente, si nos consideramos de derecha, izquierda o centro, en términos geológicos y climáticos eso no importa en lo absoluto. La histéresis es la persistencia de los efectos en ausencia de sus causas, y así es, lo que hemos hecho al planeta, por más que se erradiquen sus causas hoy, esos efectos continuarán haciendo de las suyas por siglos. Es más, esas secuelas, muchas de ellas irreversibles, si pudiesen hablar y contar una historia, podrían bien narrar esa del érase una vez, si nosotros ya no estamos aquí. Esa sería la forma de dejar la tesis de Anders sin validez en nuestros días.

No debemos temer a ver las cosas como son y tomar el toro por los cuernos. Nos dice la sabiduría popular que al mal tiempo buena cara, y eso nos corresponde, tener plena conciencia del mal tiempo de nuestra era para ponernos manos a la obra, desde toda trinchera, postura y creencia, esto es una misión que no excluye a nadie, por el contrario, exige de todas las personas sin distinción alguna a sumarse a esta causa por la supervivencia. ¿Qué hacemos con una democracia robusta, una economía cero emisiones o buenas relaciones familiares si no vamos a tener un planeta saludable que permita el justo desarrollo de todo esto? ¿Se han puesto a pensar? Bueno, me pueden llamar pesimista o radical, están en su derecho, yo me considero realista, por eso escribo esto y trato de incidir en el pensamiento y la conciencia de quien desee que esto le influya en su ser-ahí inmediato.

Como especie, la humanidad debe ser solidaria con otras especies, esto implica un nuevo enfoque de las humanidades también. Se debe volver a tener un arbitro en la relación nuestra con el planeta, esa lógica agresiva de tomar, extraer y desechar para tener un momento de placer, de alguna manera debería superarse, es mentira que se resuelve cambiando mi vehículo de diesel por uno eléctrico, no digo que esté mal o dejemos de usarlos, pero no es suficiente, lamentablemente. He ahí el meollo del asunto y la gran paradoja, si nos desprendemos de la tecnología y todo lo desarrollado hasta ahora, nuestra extinción sería mucho más rápida, estamos metidos en un zapato. Pero regresando al tema, ese árbitro nos dice el libro del historiador de la India, debería ser la ciencia del clima, la geofísica y la historia natural del planeta donde los humanos se entiendan como una fuerza geológica más de ese sistema vivo que es la Tierra.

A nuestra clase política, sin importar sus ideologías y colores partidarios, debemos exigirles en primer lugar que lean un poquito más, abran su mente y amplíen su estado de conciencia, así pueden ser algo más críticos y dejar de repetir discursos pop vacíos de contenido sobre el cambio climático y la resiliencia que a nadie convencen, porque la casa se sigue inundando igual. Nos enfrentamos a un colapso eco-social, hacer la transición hacia una economía baja en emisiones, cambiar hábitos de consumo y demás es necesario, pero atrévanse a ir más allá porque los tiempos lo ameritan y la urgencia climática lo exige.

Sean disruptivos, alternativas existen, empiecen por cambiar el chip de cómo están comprendiendo el mundo, la vida y la historia, la forma en cómo se ven en el planeta, y pregúntense siempre qué van a heredar a los que vienen detrás. Es una gran responsabilidad ser político en el siglo XXI, vean si es así, que la ciudadanía se ha cansado de las ideologías, los partidos políticos y los mismos discursos trillados de siempre. Esa gran responsabilidad de hoy es y tiene que ver con la conservación ontológica y solidaridad con la vida en el planeta.

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