Muchas personas y organizaciones llevamos años esperando el cierre del zoológico en el Parque Simón Bolívar. El parque de 26 mil metros cuadrados es uno de los pocos espacios de gran tamaño al noreste de la capital. Representa una oportunidad enorme no solo para quienes habitan estos distritos, sino también para el país si sabemos plantear un proyecto que tenga una visión robusta, con perspectiva global y excelencia en su ejecución.

El zoológico nace en 1884 con el Jardín de Plantas y Animales del Museo Nacional liderado por don Anastasio Alfaro, director del Museo y don Henry Pittier, ingeniero, científico y botanista suizo. En 1916, este jardín de plantas y animales que se ubicaba cerca del Liceo de Costa Rica, se traslada al actual terreno que fuera donado por la familia Otoya. El presidente González Flores lo designa como Parque Bolívar para el primer centenario de nuestra independencia y abre al público como Jardín Botánico en 1921. Unos años después incorpora funciones e infraestructura adicional para ser también zoológico.

Esperada salida

La Fundación Pro Zoológicos (Fundazoo) inicia la administración de este espacio y del Centro de Conservación de Santa Ana en 1994. Durante los últimos 28 años vimos muchos cambios: el franco deterioro del zoológico, problemas con el manejo de varias especies, el sonadísimo y desafortunado caso del león Kibú y un cambio cultural que desencadenó la prohibición de zoológicos en el país.

La salida de Fundazoo ha sido una batalla enorme para el Ministerio de Ambiente, propietario del terreno. Tuvo intentos de terminar el contrato en el 2003, 2014 y recientemente este año. La sentencia judicial del 2014 dejó al grupo operar hasta el 2024 y el plazo de notificación para rescindir el actual contrato recién abrió con el cambio de administración. El ministro saliente, Rolando Castro, dejó todo listo para que el nuevo ministro, Franz Tattenbach, pudieran notificar en tiempo. Si este proceso fructifica,  Fundazoo dejaría de administrar el sitio el 10 de mayo del 2024.

En ese sentido, hay que resaltar la labor de muchas personas ciudadanas, y en particular el colectivo Proyecto Tapir, que lograron concientizar y hacer una importante presión para que esto sucediera.

El Futuro: ¿entre jardines y torres?

Muchos, incluida la administración de la Municipalidad de San José, han hablado sobre la oportunidad de que el espacio se convierta en un Jardín Botánico. La idea es bonita, pero a mi criterio, la propuesta podría ser mucho más ambiciosa.

No me opongo a que el espacio albergue un jardín botánico. Pero la realidad es que no hay jardín botánico más maravilloso que nuestro país. Nuestros parques y refugios nacionales albergan muchísimas especies de plantas y animales en su hábitat natural. Quienes nos visitan -imaginaría yo- preferirían ver nuestra naturaleza en su contexto real que en un espacio controlado en la ciudad. Y es ahí donde creo que podríamos ofrecer algo aún más novedoso y alineado con el contexto planetario actual.

Global y Nacional, no local

Con sobrados motivos, he leído preocupación de que este predio pase a ser, no solo administrado, sino de la propiedad de la Municipalidad de San José. Esta iniciativa fue presentada en el 2008 con un título curioso: “Autorización Al Estado Para Traspasar Un Terreno De Su Propiedad A La Municipalidad De San José” (como si se tratara de cualquier terreno). Ahora, vuelve a tomar vida con un texto sustitutivo del diputado de Liberación Nacional, Danny Vargas (hermano del vicealcalde de Johnny Araya, Mario Vargas).

El terreno no debería pasar a manos de una municipalidad tan cuestionada por la inefectividad en su gestión (Paseo de los Estudiantes, Tranvía, Distrito T24) y sus muy cuestionables procesos como el crédito con el Banco Mundial y Calle 78 o el Caso Diamante.

Pero más allá del razonamiento administrativo, el terreno es y debe continuar siendo de todas las personas costarricenses como así lo dispuso la familia Otoya que lo donó al país. 

>Este pulmoncito tiene la oportunidad de inyectarnos más allá del verde de su entorno. Puede recordarnos lo que como país hemos hecho, de inspirarnos a lo que podríamos hacer y guiarnos hacia regenerar nuestro planeta.

Museo Mundial de Cambio Climático

Costa Rica se ha posicionado como un país líder en la lucha contra el cambio climático. Desde nuestra matriz energética renovable, nuestra lucha de décadas por reforestar el país, la proporción de nuestro territorio protegido, el liderazgo en constituir el Corredor Marino del Pacífico Este Tropical, la ampliación del Parque Nacional Isla del Coco, hasta el papel protagónico de Costa Rica en diplomacia climática ejemplificado por el liderazgo de doña Christiana Figueres Olsen en la COP-21 de París.

Podemos aprovechar el Parque Bolívar para que no solo albergue un jardín botánico sino para que también aproveche y transforme las huellas construidas del espacio. Estas podrían readecuarse con arquitectura bioclimática y biofílica para incorporar la historia ambiental del país, lucir nuevas tecnologías para adaptar y mitigar nuestro impacto al planeta.

Un museo de cambio climático tendría la oportunidad de introducir y mostrar nuevas tecnologías en muchísimos campos. Desde el tratamiento y reconstrucción de corales, el papel de tecnología aerospacial para monitorear clima y cambios en tierra, aplicaciones digitales para mejorar la trazabilidad de productos, nuevos mecanismos de producción agrícola, nuevos materiales y tecnología constructiva, nuevas fuentes de producción y almacenamiento energético, hasta formas nuevas de proteger el recurso hídrico. Y podríamos financiarlo y nutrirlo con el apoyo de muchísimas empresas que trabajan en nuevas tecnologías a nivel global.

Así como Panamá logró un museo de clase mundial a través también de un hito arquitectónico como el Biomuseo diseñado por el canadiense-estadounidense, Frank Ghery, nosotros podríamos tener un espacio de envergadura global. Tenemos la Universidad para la Paz de Naciones Unidas desde 1980. ¿Por qué no procurar que el Museo de Cambio Climático de Naciones Unidas se radique también de Costa Rica?

Aquí entonces tendríamos la oportunidad de mostrar la historia del país, de las muchísimas personas que han ejercido liderazgo, investigación y aplicación de soluciones para el planeta. Podríamos enseñarle a nuestra niñez sobre las amplias oportunidades que nos da nuestra naturaleza: en medicina, diseño, energía, etc.

Soñemos con liberar el potencial natural de este pequeño paraíso: ¡para nosotros y para el mundo! Y, ¿por qué no?, dar una luz nueva hacia cómo regenerar el planeta.

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