Vladimir Putin ha decidido volar por los aires la vía diplomática y ha iniciado una invasión militar a Ucrania por tres diferentes frentes: al norte, atravesando la frontera bielorrusa; desde el este, a través de la región del Dombás; y al sur desde Crimea.

El asedio a Ucrania nos demuestra una verdadera falta de interés por parte de la OTAN a llegar a un verdadero acuerdo de mínimos con Rusia que tal vez, aunque con Putin nunca se sabe, hubiera evitado la ilógica de la guerra y con ello el sufrimiento humano que viven cientos de miles de ucranianos en estos momentos.

Decía tal vez…dado a que Putin lleva años vendiéndonos la idea de que Ucrania no es una nación soberana, y que rusos y ucranianos forman un solo pueblo. Inclusive en julio de 2021 publicó un artículo con el título “sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”, el cual se envió a todos los miembros del ejército ruso con el simple objetivo de construir un relato acorde a lo acontecido en los últimos días.

La sed imperialista de Putin supera con creces los hechos históricos ocurridos con la caída de la Unión Soviética. Para Putin el mayor responsable de que Ucrania no sea parte de Rusia es lo que el él llama “una tragedia de la revolución bolchevique”. En otros términos: la formación de la URSS, la cual permitió la creación de una federación de repúblicas que reconocía el derecho a la independencia dentro su marco jurídico. Es por ello que Putin afirma que Ucrania fue una creación rusa y por consiguiente que el comunismo soviético “creo una estructura estatal falsa que aseguraba la existencia de tres pueblos eslavos: rusos, ucranianos y bielorrusos, en vez de una gran nación rusa”, tal como lo menciona en su artículo de 2021.

Ese “gran robo a Rusia” ha servido de coartada para la creación de un relato que, con el paso de los años, ha calado en la élite política rusa, y ha fomentado discursos que afirman que el gobierno ucraniano está conformado por “una dictadura de neonazis y drogadictos que están cometiendo un genocidio contra los rusoparlantes ucranianos”.

La interpretación mítica de los orígenes de Rusia, que inclusive se remonta mil años atrás cuando inclusive no existía Moscú, y que recuerda la Rus de Kiev: una federación de tribus eslavas cuya extensión alcanzó desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro; utiliza a su vez elementos de la religión cristiana ortodoxa la cual determina la unión cultural entre rusos, ucranianos y bielorrusos.

Putin inclusive manifiesta su interpretación mítica de la historia a través de argumentos que contradicen los argumentos democráticos que defendía cuando Rusia anexionó a Crimea en 2014: Ignora qué más del 90% de la población ucraniana votó a favor de la independencia del país, y que además contó con la participación del 84% de los votantes.

Es innegable contradecir la existencia de lazos históricos entre Rusia y Ucrania. Sería iluso no recordar que los rusoparlantes ucranianos han sido tratados como ciudadanos de segunda categoría en un país que solamente reconoce al ucraniano como idioma oficial.

Es oportuno recordar que en prácticamente todas las exrepúblicas soviéticas conviven minorías rusas las cuales han sido utilizadas para justificar las intervenciones militares del Kremlin, tal como ocurrió en Georgia en 2008 o en Moldavia en los noventa. En el caso ucraniano las razones son aún más alarmantes. Putin no puede imaginar una Ucrania fuera de su esfera de influencia, y esto pasa principalmente por evitar que Ucrania no ingrese a la OTAN ni sea parte de Unión Europea.

En cuanto a la respuesta que la OTAN y sus aliados le han dado al conflicto ruso-ucraniano no cabe la posibilidad de negar que su cuota de responsabilidad es tan grande como las ansias imperiales de Putin. Esta organización ha negado prácticamente cada una de las demandas del Kremlin en cuanto a limitar la expansión de la OTAN hacia el este.

Tal vez sea oportuno recordar que en las relaciones internacionales, y en especial en las negociaciones para evitar un conflicto armado, es esencial no menospreciar a tu adversario.

*Dedicado a la memoria de Paula Rodríguez. ¡Que tu vuelo sea eterno!

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