A falta de menos de una semana para las elecciones nacionales veo como la incertidumbre se apodera de todas y todos. No es para menos, estamos en medio un proceso electoral muy atípico a nivel histórico y social. Las estadísticas y encuestas están, y han determinado que alrededor del 40% de la población costarricense esta indecisa sobre cual candidatura elegir. La frustración acumulada de una sociedad cansada y golpeada por la pandemia y del comportamiento de los últimos gobiernos tienen intoxicado el espíritu y deber cívico de la política nacional.

Existen corrientes políticas, sociales y filosóficas que nos mantienen en una dicotomía constante cuestionando hoy más que nunca el poder del voto. Filósofos como Sócrates que cuestionaba el proceso de la democracia como el evento que conocemos. Críticos y politólogos que señalan lo irracional que una figura o un solo ser humano lidere y represente a un poco más de 5 millones de habitantes. Y ciudadanos costarricenses que nos cuestionamos cómo es posible que la asamblea legislativa siga con el mismo método de elección del bipartidismo.

Con tantas variantes es fácil que la subjetividad no haga otra cosa que agregar caos a la receta electoral. Sin embargo, por más desalentador que sea el panorama es necesario e importante que le demos sentido al voto y que busquemos afinidades políticas con los partidos postulantes a la presidencia y aún más importante con los que nos rodean. La confusión es la constante de estos tiempos. Basta con ver las repercusiones de los debates, que, sin importar la respuesta, sin importar el contexto, la experiencia o los conocimientos, existen seguidores empedernidos a un candidato o candidata. Veo una falta increíble de pensamiento crítico y ganas de debatir o concientizar puntos de vista con el prójimo. Mas allá de convencer o influir en los costarricenses indecisos veo como un debate desencadena en una imposición de “mi opción es mejor”. Esta imposición o deseo de convencer al prójimo de X o Y candidatura no hace otra cosa que perdamos por completo el propósito de las elecciones y el fin del debate. ¿Y cómo no? Esta en nuestra naturaleza humana, desde un punto de vista filosófico, la dignidad de uno la encuentra en el otro, para bien… o para mal desafortunadamente.

No obstante, lo realmente alarmante es que estas posiciones autoritarias, depostistas y hasta en algunos casos populistas están fundamentas con una supuesta construcción de un horizonte colaborativo que carecen de concientización social en donde se pierde de vista cuánto cuesta la victoria de unos en términos de dolores de otros. Obviando por completo que nadie es nada solo y que todo lo que somos en la vida nos lo atribuye alguien más.

Hegel decía que el surgimiento de la conciencia se daba en un sentido profundamente social. Es decir, la consciencia surge en un contraste con la otredad, contrarrestándonos a nosotros mismos con la sociedad, con la naturaleza, con un espejo. Y es ahí cuando los políticos y sus propuestas toman sentido para nosotros en una red de significados o propuestas que se empiezan a contrarrestar unas entre otras con el propósito de desarrollar conciencia y empatía con todos sus contrastes y derivados. De esa manera nosotros podemos comparar otras existencias con la nuestra. Sin olvidar que el individuo solo existe en contraste con el colectivo, procurando la cohesión social en nuestro metro cuadrado y más allá.

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