El otro día estaba perdiendo tiempo en mis redes sociales y me encontré con un meme que me llamó mucho la atención. Tenía a Santa Claus mirando una computadora, y decía: “Santa ha estado leyendo sus mensajes todo el año. A la mayoría de ustedes les van a regalar libros de ciencia”.

No pude evitar preguntarme: si nos regalaran libros de ciencia esta navidad, ¿los leeríamos? ¿Seríamos capaces de entenderlos? Y si las respuestas a estas preguntas son “no”, ¿En dónde están las fallas?

Una gota de conocimiento

Tengo ya un mes navegando a bordo del RV Falkor cubriendo una expedición científica en la Cuenca Pescadero, en el Golfo de California, México. Sigo a los científicos día a día mientras exploran sistemas hidrotermales, algo así como volcanes submarinos a más de 3500 metros de profundidad. Es espectacular. El esfuerzo para llevar a cabo esta expedición ha sido monumental: la logística del barco, los permisos, las cuarentenas hoteleras relacionadas con la COVID-19, el equipo necesario, el personal científico y especial involucrado, la inversión económica… Y esa fue la parte fácil.

A pesar de haber dedicado mi carrera a diseñar historias de carácter científico, todavía me asombra la cantidad de trabajo y humildad que se necesita para destilar una sola gota de conocimiento científico. Cada científico se apoya en los hombros de aquellos que le precedieron, aumentando el conocimiento colectivo sobre un tema, muchas veces sin saber siquiera cuáles podrían ser las aplicaciones prácticas de sus esfuerzos, sino simplemente siguiendo el deseo de aprender y comprender el mundo y el universo.

Los científicos se hacen preguntas y luego tratan de responderlas. La mayoría de nosotros hacemos eso en algún momento, pero la diferencia clave entre ellos y nosotros es que los científicos no pueden simplemente decidir que tienen razón porque quieren tenerla. Ni tampoco porque la respuesta parece ser correcta. La investigación científica debe pasar un gigantesco proceso de pruebas. Incluso el más breve de los artículos sobre el más minúsculo de los estudios debe ser revisado por colegas especializados y pasar por lo que parecen ser innumerables iteraciones. Sólo para producir una idea que pueda ser utilizada por otros como herramienta para desarrollar su propia ciencia.

Ahí es donde entra el componente de humildad. Los científicos deben aceptar que pueden estar equivocados y que sus propuestas pueden ser debatidas o incluso descartadas. Ese no es el resultado final que desean, pero entienden que ese proceso discriminatorio les acerca, a ellos y a toda la comunidad científica, a encontrar parte de una verdad universal.

Escala

Aparentemente, cuando ocurre algo realmente grande, nuestra respuesta humana natural es intentar atribuir un origen igualmente grande a ese acontecimiento. Por ejemplo, nada tan grande como una pandemia podría atribuirse a algo tan familiar y pequeño como un virus. No, no, en lugar de eso es más fácil pensar que se debe a una conspiración increíblemente complicada y descabellada.

Es comprensible. Todos necesitamos sentir que tenemos algo de control. El creer que podemos ver algo que nadie más es capaz de detectar, nos da una sensación de consuelo en tiempos turbulentos. Eso es un lujo que los científicos no pueden permitirse, y sólo por esa razón, deberíamos respetarlos y seguir su guía. A la hora de investigar, deberíamos recurrir a ellos y no a fuentes oscuras que no rinden cuentas a nadie.

Al igual que los científicos de esta expedición cuando observan el subsuelo y la tectónica del Golfo de California, yo he estado observando las fallas y grietas de nuestra relación con la ciencia. La ciencia es mucho más sutil y difícil de explicar que los posts extremadamente simplificados que se viralizan en las redes sociales. Este es un reto titánico que la comunidad científica y quienes trabajamos en la comunicación de la ciencia tendremos que enfrentar. Mientras tanto, aplaudo la curiosidad y criticidad de todos, incluida la de aquellos que no creen en verdades simples como la redondez de la Tierra. Sólo quiero invitarles a que se cuestionen a sí mismos, a sus afirmaciones y a sus fuentes con el mismo rigor que los científicos aplican a sus propias minuciosas investigaciones.

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