Los mormones o los creyentes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ni siquiera son monoteístas (creen en muchos dioses), y Jesús de Nazaret no es sino un hombre, no es Dios. Para los mormones no hay cruz ni en sus templos ni en sus creencias. Como toda religión, los mormones son una suerte de poesía desbordada, buena o mala. Veamos.
Este grupo religioso nació en el siglo XIX en los Estados Unidos a manos de Joseph Smith (1805-1844), Brigham Young (1801-1877), Parley (1807-1857) y Orson Pratt (1811-1881), amigos y seguidores. El movimiento se mostró como un poder milagroso del Evangelio en la época apostólica de nuestro cristianismo nominal.
Joseph Smith tuvo una imaginación desbordante, una especie de vigor revolucionario y una improvisación extraordinaria, aunque hay que reconocer que produjera un contenido espiritualmente auténtico, pues no fue cristiano en sentido tradicional. Eso sí, Smith escribió sus primeras visiones, mucho más importantes que el mismo Libro del Mormón. Por supuesto que estas visiones tuvieron un carácter revisionista de la herencia puritana protestante que recibió Smith.
Más que escritor, Smith fue un lector de la Biblia, pero un lector muy creativo. Entre otras cosas, Smith literalmente creyó en la reunión literal del pueblo de Israel y en la restauración de las tribus, que Sión sería construida en América (¡sí, en América!), que Cristo reinaría en persona en la Tierra y que esta sería renovada paradisíacamente en su Gloria. Es más, la ficción poética (religiosa) de Smith lo llevó a afirmar que los indios americanos descendían de las tribus perdidas de Israel y que los indios americanos habían recibido mil años de cultura hebrea entre el año 600 a.C. y el 400 d.C. Estos pueblos hebreos eran cristianos, de alguna manera, antes de Cristo, y mormones, de alguna manera, antes de Smith. Jesús habría repetido en América el Sermón de la montaña.
Poco antes de su muerte, en 1843, Smith dijo que se convertiría en un dios asumiendo poderes regios y dominando sobre los ángeles. El Reino de Dios, según Smith, es de autoridad divina y es el único gobierno legal. Todos los demás gobiernos son ilegales y están desautorizados. Solamente Dios (¡!) puede gobernar mediante los líderes nombrados por Él dentro de este grupo religioso. En 1844, Smith se declaró candidato a la presidencia de Estados Unidos, mismo año de su martirio.
La única historia válida para los mormones es la del antiguo Israel y la del movimiento mormón. Para los mormones, una manera práctica de vivir su fe es el patriotismo guerrero bíblico en busca de una teocracia, se oponen al aborto, y rechazan la justicia social y económica. Doctrinalmente, son enemigos de los bautistas y de las Asambleas de Dios pentecostales y, en general, de los evangelistas de todas las confesiones. No obstante, las diferencias doctrinales, esta manera mormona de ver la política es común a los pentecostales, y nadie sabe qué quiere Dios, cómo su Dios gobernará ni cómo sabremos cuándo Dios les dijo algo, bueno, más bien dicen que su Dios les dijo.
Ningún grupo religioso es tan ambicioso como los mormones, pues sostiene que ellos deben levantarse contra los antagonistas mundiales, a saber, contra la Iglesia católica romana y el Islam, y también contra aquellas fórmulas religiosas más sutiles como el hinduismo y el budismo.
No me referiré estrictamente a la defensa que ellos hacen -desde el pensamiento de Smith- del matrimonio plural patriarcal, no solamente porque se trata de un anacronismo, sino porque la razón principal que aducen es que Smith se constituiría en dios con ello, pues la poligamia era necesaria para esa apoteosis de Smith.
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