La crisis climática pone a la humanidad en alerta máxima. 

La Conferencia sobre el Clima de las Naciones Unidas que se celebrará en Glasgow, conocida como COP 26, pondrá a prueba a los dirigentes del mundo y reflejará la importancia que conceden a la lucha contra esta emergencia planetaria. 

Las señales de alerta están por todas partes. El aumento de las temperaturas convertirá amplias regiones del planeta en zonas muertas para la humanidad antes de que acabe el siglo. 

A pesar de la fuerza con la que repican las campanas de alarma, las acciones adoptadas hasta ahora por los Gobiernos no bastan para lograr lo que tan urgentemente se necesita.

Los recientes nuevos anuncios en materia de acción climática son bienvenidos, pero el mundo se dirige, aún así, hacia un aumento catastrófico de la temperatura global muy por encima de los 2 ºC. 

Esta situación se aleja mucho del objetivo de 1,5 ºC que se impuso el mundo en el Acuerdo de París, un objetivo que, según la ciencia, es la única opción sostenible para el planeta. 

Se puede lograr ese objetivo. 

A condición de reducir un 45 % las emisiones mundiales en este decenio respecto de los niveles de 2010. 

A condición de alcanzar unas emisiones netas de valor cero a nivel mundial para 2050. 

Y a condición de que los dirigentes acudan a Glasgow con metas ambiciosas y verificables para 2030 y políticas concretas para invertir la marcha de este desastre. 

Ya no es tiempo de sutilezas diplomáticas. 

Si los Gobiernos, en especial los Gobiernos del G20, no lideran este esfuerzo, la humanidad se dirige hacia un sufrimiento terrible.

Todos los países deben entender, no obstante, que el antiguo modelo de desarrollo basado en la quema de combustibles fósiles es una sentencia de muerte para su economía y el planeta. 

Debemos descarbonizar ya todos los sectores, derivar las subvenciones de los combustibles fósiles a las energías renovables y gravar la contaminación, no a la población. Debemos poner un precio al carbono y redirigir ese dinero hacia infraestructuras y empleos resilientes. Y debemos prescindir progresivamente del carbón: para 2030 en el caso de los países de la OCDE y 2040 para todos los demás. 

Los pueblos esperan, con razón, que los Gobiernos tomen la iniciativa. Pero todos somos responsables de proteger nuestro futuro colectivo. 

Las empresas deben reducir su impacto ambiental y adaptar plenamente sus operaciones y flujos financieros de forma creíble para alcanzar un futuro con emisiones netas de valor cero. Se acabaron las excusas; basta de falso ecologismo. Los inversionistas, públicos y privados, deben hacer lo mismo. 

En todas las sociedades, las personas deben tomar decisiones más responsables sobre lo que comen, cómo viajan y qué compran. 

Y los jóvenes, y los activistas del clima, deben seguir haciendo lo que hacen: pedir a sus dirigentes que actúen y que asuman responsabilidades. 

Se necesita una solidaridad mundial en todos los ámbitos para ayudar a todos los países a lograr este cambio. Los países en desarrollo están luchando contra varias crisis de deuda y de liquidez. Necesitan apoyo. 

Los bancos públicos y multilaterales de desarrollo deben aumentar de forma considerable sus carteras relacionadas con el clima e ayudar a los países a realizar la transición a economías de emisiones netas de valor cero y resilientes. El mundo desarrollado debe cumplir urgentemente su promesa de destinar al menos 100 mil millones de dólares anuales a la financiación relacionada con el clima para los países en desarrollo. 

Los donantes y los bancos multilaterales de desarrollo deben destinar al menos el 50 % de su financiación relacionada con el clima a la adaptación y la resiliencia. 

Las Naciones Unidas se fundaron hace 76 años con objeto de generar consenso para actuar frente a los mayores retos de la humanidad. Pocas veces hemos asistido a una crisis existencial como esta, que nos amenaza a nosotros y a las generaciones futuras. Solo hay una forma de avanzar. Un futuro limitado a 1,5 ºC es el único futuro viable para la humanidad. 

Los dirigentes deben continuar con su labor en Glasgow antes de que sea demasiado tarde.

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