La toma de Kabul por parte de los talibanes se ha convertido en el evento final y vergonzoso que pone en evidencia el fracaso de la intervención militar de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán. La misión que nació con el nombre de “libertad duradera” ha tenido el mismo desenlace que otros conflictos militares que fracasaron con su objetivo inicial tal como es el caso de Vietnam. Las lecciones aprendidas de Vietnam han sido ignoradas nuevamente y tras 20 años de guerra, todo ha terminado tal como inició: con los talibanes de vuelta al poder.
Desde el pasado mes de abril cuando el presidente Biden anunció su intención de respetar el acuerdo de Doha, firmado por la administración Trump, y poner punto final a la intervención militar más larga de Estados Unidos. La Casa Blanca parecía creer que el Estado afgano sobreviviría a la salida definitiva de las tropas estadounidenses. Inclusive Biden afirmó en julio que el ejército afgano contaba con alrededor de 300.000 soldados bien equipados, una cifra que huye de la realidad tal como se ha demostrado con los denominados “soldados fantasma”, los cuales aparecen en los registros porque sus mandos se embolsan sus salarios. Además, se calculaba que solamente cerca del 10%, unos 30.000 soldados que formaban parte de las fuerzas especiales, estaban en condiciones de plantar cara a los talibanes, tal como lo señala el periodista Iñigo Sáenz de Ugarte, autor del blog “Guerra Eterna”.
El rápido avance talibán y su victoria final en ocho días ha sorprendido a los principales medios de comunicación que defendieron la intervención militar en Afganistán desde un inicio, y por ello no es una sorpresa que asignen responsabilidades en unas cuantas horas de programación. En esta última semana hemos visto como esa “asignación de responsabilidades” se ha enfocado principalmente en Biden, a pesar de que solamente lleva siete meses en el poder y 20 años atrás fue unos de los políticos que alzó su voz contra la ocupación militar en Afganistán. Pero sin duda alguna su pronóstico en julio sobre que la victoria talibán no era “inevitable” y que el gobierno afgano aguantaría mucho tiempo en el poder le avergonzará el resto de su administración.
En diciembre de 2019 The Washington Post reveló una serie de documentos que dejan en evidencia el fracaso de la ocupación militar en Afganistán y la clara diferencia entre las declaraciones públicas de los responsables políticos y militares de las administraciones de George Bush y Barrack Obama. Los documentos revelan lo que conocemos ahora, se ha tratado de justificar una guerra que no tenía una estrategia viable y sobre todo en que se traducía el significado de ganar la guerra. Sáenz de Ugarte señala que las más de 2000 páginas de documentos revelan las mentiras ofrecidas para justificar que se estaba ganando la guerra y que “los actos violentos de los talibanes reflejan su nivel de desesperación. Tal como ocurrió con Vietnam las estadísticas se distorsionaban por razones políticas”.
Por otra parte, la producción de opio no ha parado de crecer en Afganistán y esto ni siquiera fue posible esconderlo. Los datos señalan que durante el 2018 la extensión cultivada de amapola “era cuatro veces superior a la del 2002” y que durante ese año Afganistán fue el productor del 82% de opio a nivel mundial donde la mayor parte de esa producción tuvo lugar en zonas controladas por los talibanes.
A pesar de que los talibanes llevan años sometidos a sanciones internacionales el opio ha jugado un papel fundamental en la financiación del grupo. La carga de impuestos a productores locales por parte de los talibanes ha sido esencial para establecer una actividad económica que permita financiar las actividades del grupo. Inclusive algunos expertos señalan que los talibanes han introducido una nueva variedad de amapola que le permitiría tener tres cosechas al año en lugar de dos. De acuerdo con estimaciones de la ONU solamente durante el 2020, el cultivo de amapolas se disparó un 37%.
La propaganda juega un factor trascendental para incentivar el apoyo a un conflicto armado. En 2001 el gobierno estadounidense presentó la intervención militar no solamente como una respuesta a los ataques del 11s perpetrados por Al Qaeda, sino también como una oportunidad para liberar a las mujeres afganas de la opresión del régimen talibán: las mujeres no podían salir a la calle sin la compañía de un hombre, ni estudiar, ni reír en público, ni hacer ruido al andar.
Es cierto de que en las últimas dos décadas la ocupación militar ha favorecido a las mujeres en ciertos aspectos, a pesar de que Afganistán sigue siendo uno de los peores países del mundo para las mujeres. La periodista Olga Rodríguez entrevistó en 2019 a una activista afgana que señalaba que el acoso es continuo: “No uso el transporte público, evito la calle y los lugares públicos, el acoso es continuo o incluso diría que ha aumentado últimamente, tanto verbal como físico. La emancipación de las mujeres se limita a las grandes ciudades, y de forma parcial. Aún así, en áreas urbanas como Kabul o Herat muchas han podido acceder a la universidad”.
Los datos que demuestran lo que significa ser mujer en Afganistán son alarmantes: Dos tercios de las jóvenes afganas no están escolarizadas, el 80% de las mujeres siguen siendo analfabetas, más de la mitad han sufrido violencia machista en el seno de su propia familia y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años.
Rodríguez señala que ONG, activistas y periodistas han denunciado por años la situación de las afganas a pesar de que en Europa se consideró que Afganistán era un país seguro para ellas y prefirió no aceptarlas como personas refugiadas que asumían riesgos si eran deportadas. “Pareciera que consciente o inconscientemente quisieran aceptar el argumento falaz de que las cosas van bien con la presencia de tropas estadounidenses y solo empiezan a ir mal cuando estas abandonan”.
La corrupción ha sido un aliado fundamental de los talibanes en su rápida llegada al poder. En estos últimos 20 años la corrupción se ha convertido en un fenómeno presente en la mayoría de las esferas del Estado afgano. Los pequeños avances sociales se veían mermados por el despilfarro de dinero en militarización y armamento. Los proyectos fantasmas, el desvío de fondos y la debilidad institucional ha hecho que los afganos perdieran la poca confianza que tenían en sus instituciones. Es imposible construir un Estado sólido a largo plazo cuando tienes una ocupación militar dentro de tu país.
La invasión militar a Afganistán ha dejado cientos de miles de muertos y heridos entre civiles. De acuerdo con distintos datos recogidos en documentos de la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA, por sus siglas en inglés), el número de víctimas provocadas por tropas de EEUU y la OTAN entre octubre de 2001 y junio de este año asciende al menos a 10.111 personas.
El número total de civiles afganos muertos durante estos 20 años, incluyendo la actuación de los distintos actores (aliados, ejército afgano, talibanes y otros grupos insurgentes) asciende a más de 38.000. Amnistía Internacional habla en total de 150.000 muertos entre civiles y militares, de los cuales 60.000 pertenecían a las fuerzas de seguridad de Afganistán.
¿Tras 20 años de ocupación militar, habrá Estados Unidos aprendido las lecciones de sus guerras interminables? Me quedo con la respuesta que dio John Sopko, inspector general para la reconstrucción de Afganistán, a finales de julio ante periodistas: “Eso es exactamente lo que dijimos después de Vietnam: nunca haremos esto otra vez. Y luego lo hicimos en Irak. Y lo hicimos en Afganistán. Volveremos a hacerlo otra vez”.
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