Este artículo fue escrito en colaboración con Alejandro Azofeifa, Danny Herrera y Evelyn Solano del Sistema Nacional de Áreas de Conservación, Costa Rica y Erik Olson del Northland College, EEUU.

El Parque Nacional Corcovado cumplirá 46 años desde su creación el próximo octubre. Esta área silvestre protegida actualmente comprende más de 42 000 ha en su parte terrestre y más de 5 000 ha en su parte marina y representa un sitio de gran valor para la biodiversidad costarricense. Por su gran belleza natural, y ser un sitio que permite la observación de una gran cantidad de especies en su hábitat natural, el Parque Nacional Corcovado se ha convertido en un atractivo turístico nacional e internacional, y, por lo tanto, el mismo ha tenido un impacto importante en el desarrollo de la economía local.

En términos de biodiversidad, se estima que esta área silvestre protegida podría albergar el 2.5% de la biodiversidad mundial, sin embargo, lastimosamente, dicha biodiversidad ha sufrido históricamente por actividades ilegales como la cacería, la extracción de oro y más recientemente por narcotráfico y deforestación. A pesar de múltiples esfuerzos que se han realizados durante los 46 años de creación del Parque para controlar dichas actividades ilegales, el control total de las mismas ha sido casi imposible.

Ante este escenario, surge naturalmente la pregunta: ¿se puede salvar el Parque Nacional Corcovado?

En el 2012, el Área de Conservación Osa, estableció “Rastreo Corcovado”, como un programa de monitoreo de mamíferos medianos y grandes en el Parque Nacional Corcovado, con base al registro de rastros. En el 2015, ese esfuerzo de monitoreo se fortaleció con el uso de cámaras trampa, producto de una colaboración con el profesor Erik Olson, del Northland College, Wisconsin, EEUU, en el proyecto “JaguarOsa”. La información es recopilada por un grupo de guardaparques, liderado por Alejandro Azofeifa, y en el cual han participado Walter Montes, Eloy Olmos, Danny Herrera y Evelyn Solano, entre otros.  Este esfuerzo conjunto de monitoreo se ha convertido en el más intenso realizado en el Parque hasta la fecha, y nos permite tener información detallada sobre el estado de conservación de especies como los chanchos de monte, el jaguar y la danta, especies con un rol ecológico fundamental para el buen funcionamiento del Parque Nacional Corcovado.

En el caso de los chanchos de monte, los resultados nos permiten tener claridad sobre la distribución de la especie en el Parque, los sitios que más utilizan, y mediante las cámaras trampa, y las observaciones en campo, sabemos que las mega-manadas se han estado reproduciendo exitosamente dentro del Parque durante este periodo.

Los jaguares por su parte, dado que tienen manchas en su cuerpo que son únicas, y, por lo tanto, como una huella digital, permiten identificar individuos, nos ha permitido identificar a por lo menos 14 individuos de jaguar que transitan por el Parque Nacional Corcovado, y se tiene evidencia que sugiere que se está reproduciendo, dato que esperamos poder confirmar prontamente. En colaboración con el biólogo Javier Carazo, logramos determinar que uno de estos jaguares, que llamamos “Macho Uno”, ha vivido en el Parque Nacional Corcovado desde el 2008, y se estima tiene aproximadamente 15 años. Este es uno de los registros de jaguar con mayor edad reportados en vida silvestre a nivel mundial, de acuerdo con recientes publicaciones que hemos realizado. Además, recientemente, mediante el mismo tipo de análisis, logramos detectar lo que parece ser uno de los ocelotes de mayor edad en vida silvestre, al cual llamamos “Gordito”.

Macho Uno tomando agua en el Parque Nacional Corcovado.

Por último, no podemos olvidarnos de las dantas, uno de los principales atractivos del Parque Nacional Corcovado. Nuestros datos corroboran que las dantas son abundantes en esta área silvestre protegidas, pero, además, sugiere que las poblaciones de dantas en el Parque podrían estar funcionando como fuente de individuos que se dispersan fuera del mismo, permitiendo colonizar nuevas áreas.

La posibilidad de transitar fuera y dentro del Parque es vital para la sobrevivencia de muchas especies, sobre todo aquellas de mayor tamaño como las dantas, jaguares, o para especies que ocupan grandes áreas para encontrar alimento, como los chanchos de monte. Por lo tanto, la biodiversidad del Parque Nacional Corcovado depende también de los esfuerzos de conservación que se hagan en la Reserva Forestal Golfo Dulce, área silvestre protegida adyacente, y otras tierras privadas en la Península de Osa.

Múltiples esfuerzos de investigación científica se realizan en la Península de Osa, incluyendo la Red Osa, que en el 2018 mediante el liderazgo de Conservación Osa y la colaboración de múltiples actores permitió realizar el esfuerzo de monitoreo con cámaras trampa más intenso en la Península de Osa; el Programa Bosque Vivo, del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal, los esfuerzos del conservacionista y fotógrafo, Tico Haroutiounian, el trabajo de los biólogos Raquel Bone y Eduardo Chacón, de la Universidad de Costa Rica, y muchos otros más. Los resultados de estos estudios nos permiten entender mejor la distribución actual de especies claves a nivel de toda la Península de Osa y el importante rol del Parque Nacional Corcovado para la sobrevivencia de muchas de estas especies.

Esta información es claramente una señal de esperanza para el Parque Nacional Corcovado, pues nos indica que especies claves para el ecosistema aún se mantienen en esta área silvestre protegida y sus alrededores, y que no todo está perdido, nos indica que los múltiples esfuerzos de conservación realizados durante estos 46 años dentro del Parque, y en toda la Península de Osa, por el Estado, ONG´s nacionales e internacionales, academia y las comunidades locales, no han sido en vano, y que Corcovado está vivo.

Sin embargo, no debe nuca interpretarse esto como una señal para detener los esfuerzos de conservación en el Parque Nacional Corcovado y la Península de Osa; ni para minimizar el impacto de las actividades ilegales en la biodiversidad, ni para esconder el grave aumento que se ha dado en ciertas actividades ilegales en la zona. Corcovado está vivo, pero mantenerlo vivo implica que se deben mantener y mejorar sustancialmente los procesos de control y protección, monitoreo de la biodiversidad, apoyo a esfuerzo comunales y a personas locales que luchan por la protección de la biodiversidad.

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