“Profe, desde que estoy en sétimo no recibo un año completo de clases en el colegio”. Las palabras de una de mis estudiantes de undécimo año no han dejado de resonar en mi cabeza. Celesthe tiene razón: del 2018 a la fecha los cursos lectivos han estado interrumpidos por huelgas (2018 – 2019) y por la pandemia (2020 – 2021), reflejando la gravedad de la situación actual de la educación pública y los efectos que esto tiene sobre la sociedad.

Más allá de la pandemia. El 16 de marzo de 2020 se emitió el decreto de emergencia nacional por el avance del COVID-19 en Costa Rica, comunicado en el que se enviaba a estudiantes y docentes a sus hogares como parte de las medidas ante la pandemia. Si bien esta decisión marca un hito en el sistema educativo, no es prudente achacar los problemas actuales a lo acontecido a partir de ese día, considerando que existen factores estructurales que impiden el desarrollo adecuado de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Un ejemplo lamentable, entre muchos otros, es la falta de conectividad y las condiciones desfavorables que tienen un porcentaje significativo de hogares costarricenses, limitando las posibilidades de desarrollar procesos educativos a distancia de calidad.

El Informe del Estado de la Educación (2019) advierte acerca de estos problemas al señalar que: “Es un sistema que, si no es sujeto a cambios sustantivos, seguirá reproduciendo los resultados insatisfactorios que ha venido midiendo el Estado de la Educación, los cuales le impiden al país enfrentar, adecuadamente, los desafíos en desarrollo humano y los nuevos retos de la cuarta revolución industrial”. El subrayado es propio, puesto que denota la necesidad implementar transformaciones significativas ante la debacle educativa. Los cambios sustantivos que sugiere el informe apremian hoy más que nunca, puesto que la pandemia ha profundizado las problemáticas, ha generado nuevos conflictos, y ensancha la desigualdad en cuanto al acceso a oportunidades educativas.

Entre las causas estructurales se puede hacer referencia a una cantidad importante de factores a nivel curricular, evaluativo, administrativo, de formación docente, condiciones materiales, entre otras áreas que presentan falencias. Por plantear algunos casos concretos, es notorio el rezago en infraestructura, lo imposible que ha resultado implementar mecanismos de evaluación docente adecuados, la importancia de modernizar los planes de estudio y velar por su adecuada implementación, así como la sobrecarga administrativa que sufren los docentes. A esto se deben sumar los retos que introdujo la pandemia, así como los que ha intensificado, como la formación docente para atender a los estudiantes en entornos virtuales, estrategias de evaluación a distancia que sean significativas, y lo desconectado que está el sistema con la realidad, tanto por su falta de conectividad como por la lentitud con la que reacciona a los problemas globales.

Repercusiones. Un estudio de la Universidad de Fráncfort indica como parte de sus conclusiones que existe una clara evidencia acerca de los efectos negativos de los cierres de centros educativos a raíz del COVID-19 en el logro educativo de los estudiantes.  Estos efectos no solo obedecen al cierre de los centros educativos o interrupciones del curso lectivo, sino que la educación a distancia tampoco ha resultado ser una alternativa que permita llenar los vacíos por la falta de conectividad. En el caso costarricense, estas consecuencias se evidencian en la deficiente estrategia evaluativa, los cambios constantes de directrices por parte del Ministerio de Educación Pública, la falta de preparación de los docentes para atender a los estudiantes mediante plataformas virtuales o bajo la metodología a distancia, e incluso por la falta de compromiso y motivación por parte de algunos estudiantes en esta modalidad.

El sistema educativo brinda las herramientas para que las personas construyan sus conocimientos, tengan acceso a nuevas y mejores oportunidades laborales, y en general, permite que la sociedad esté más preparada, con una cultura viva y con una mayor conciencia de los problemas actuales. Por lo tanto, mantener la situación educativa actual trae consigo consecuencias severas a corto, mediano y largo plazo, entre ellas el aumento de complicaciones de salud mental, profundizar la desigualdad y la disonancia que existe entre la oferta y la demanda laboral, y estar menos preparados para los desafíos que se avecinan.

Soluciones urgentes. La conectividad es fundamental, mas no soluciona per se los rezagos de décadas en otras áreas, como los mecanismos de contratación docente, la evaluación y actualización constante de las políticas educativas, así como la coherencia entre lo que se trabaja en los centros educativos y las necesidades de los estudiantes y sus entornos. Se requiere de un rediseño del sistema educativo que contemple una revisión integral de sus partes, y que involucre a todos los actores involucrados en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Esta debe ser una discusión nacional.

Se requiere de una educación activa que motive a los estudiantes y brinde las herramientas y competencias para su desarrollo integral, con metodologías actuales y enfocadas en la construcción de conocimientos significativos. No podemos seguir trabajando en los centros educativos con herramientas y metodologías obsoletas que solo atienden problemas del pasado y no permiten a los estudiantes proyectarse al futuro.

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