Cuando los datos hablan, las opiniones callan. Basta leer: el 84% de las empresas medianas y grandes y el 54% de las micro y pequeñas empresas en Costa Rica, son dirigidas por personas con educación universitaria o técnica superior.

Así lo reveló la Encuesta Empresarial de Costa Rica OIT/UCCAEP (2017), que agregó: ˝Un poco más de dos tercios de las empresas formales, tienen empleados cuyo nivel predominante de escolaridad es de secundaria o superior”.

La educación nos hizo libres. El primer jefe de Estado, Juan Mora Fernández, era maestro de escuela; y Jesús Jiménez Zamora, en su segundo mandato (de 1868 a 1969) declaró la educación primaria gratuita, obligatoria y costeada por el estado.

Como un hilo conductor, la educación pasa a lo largo de la historia patria y es el pilar fundamental de nuestra idiosincrasia, y factor esencial en la protección del ciudadano.

Sostengo, como experto en Salud, Seguridad y Ambiente, que la formación educativa del costarricense permitió enfrentar la crisis sanitaria del SARS-CoV-2, con buenas prácticas de higiene y adecuadas medidas de salud.

En momentos donde la pandemia supera los 170 millones de casos, y más de 3.7 millones de muertos —según la Johns Hopkins University— es cuando entendemos el valor de la educación forjada en este bicentenario.

El protagonismo para vencer esta aguda crisis sanitaria —que tiene contra las cuerdas el sistema hospitalario nacional— depende de la respuesta oportuna y eficaz de cada ciudadano costarricense.

Costa Rica está ubicada en el lugar número 37 del Índice de Competitividad Global del Talento, somos los mejores de Centroamérica y segundos en América Latina, según Forbes Centroamérica.

Esa es una ventaja para avanzar en la dirección correcta y a la velocidad necesaria, así como reducir y mitigar las consecuencias de la pandemia.

Es la educación y el talento —valorado por propios y extraños— lo que debe marcar el ritmo del retorno a la normalidad; la cual depende del apego a las medidas sanitarias más básicas, que por más de un año nos recuerdan a diario.

Cito las más sencillas: correcto y frecuente lavado de manos, respeto al distanciamiento social y, el reporte temprano de síntomas asociados al virus que hoy tiene sumergido al mundo entero en una crisis sanitaria, económica y social.

La base educativa, lograda a lo largo de dos siglos, solo podrá sostenerse mediante el aporte individual, la responsabilidad personal, y sobre todo el capital humano.

Este es el deber ser de miles y miles de talentosos profesionales de la empresa privada, quienes tienen en sus manos marcar la diferencia mediante su ejemplo de respeto a la salud, en sus hogares, comunidades y sociedad.

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