Davos

The Great Reset (El Gran Reinicio), eslogan diseñado por el Foro Económico Mundial, es el objeto que he de analizar de primera instancia en aspectos muy específicos. Klaus Schwab, ha propuesto un pensamiento de nuevo ideal de capitalismo; denominado: «stakeholder capitalism» o «capitalismo de las partes interesadas», que no es más que el título de un argumento que nos señala la ineficacia del Estado-Nación y la inoperancia de dos tipos de capitalismos —los cuales según la visión de Schwab, han fracasado—. Capitalismo de accionistas y el capitalismo de Estado. Este último, en el entendido de un modelo social —inclinado a la izquierda— que ofrece a sus ciudadanos: pobreza cero, igualdad social, reducir el poder de los ricos, entre otros aspectos. Y por su parte, el capitalismo de accionistas —virado a la derecha— que, bajo la lupa de Klaus, lo califica como el que vela solo por su principal objetivo: la obtención de beneficios económicos sin importar su papel en el medio ambiente, la sociedad, entre otros.

Es por eso que, como premisa, el «stakeholder capitalism» es el modelo político, económico y social, predominantemente triunfador en la agenda del Foro Económico Mundial de Davos. Sin embargo, este paso a ciegas —y con apariencia de ser bien recibido por gran parte de los líderes mundiales, incluyendo al Papa Francisco—, es el que se define como: una forma de capitalismo donde existe un sistema de controles y contrapesos que aseguran la integración de todas las partes interesadas en la generación de un desarrollo económico, donde se beneficie la sociedad.

El Gran Reinicio, que adopta la definición del «stakeholder capitalism» impulsa la integración global de los gobiernos mundiales para hacer frente a diferentes problemáticas, planteadas, recopiladas y seleccionadas por el Foro Económico Mundial, que termina convirtiéndose en una de las propuestas más importantes de este proceso que nos lleva al año 2030 (Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030).

Por eso, para hacer realidad dicha propuesta, se busca robustecer a los Estados, en el sentido de su compromiso con la agenda del plan de Desarrollo Sostenible 2030 —donde el medio ambiente toma un papel crucial—. Dándole un fuerte rechazo al capitalismo de accionistas, que, junto con el capitalismo de Estado, se han convertido en no sostenibles para Klaus Schwab. Por tal razón, el mundo no puede confiar en la ineficaz acción del Estado cuando es influenciado por las ideologías de derecha e izquierda. Por ende, si los gobiernos desean tener presencia global, deberán supeditarse al interés común de los acuerdos de dicha agenda supranacional, que tendrá vinculación con el mundo entero.

Schwab

Klaus Schwab detalla en su artículo, Ahora es el momento de un "gran reinicio", lo siguiente:

Es evidente que existe una voluntad de construir una sociedad mejor y debemos aprovecharla para garantizar el Gran Reinicio que necesitamos con tanta urgencia. Harán falta unos gobiernos más robustos y eficaces, aunque esto no implica un impulso ideológico hacia gobiernos más grandes… La agenda del Gran Reinicio tendrá tres componentes principales. El primero orientará el mercado hacia unos resultados más justos. Para ello, los gobiernos deberían mejorar la coordinación…, actualizar los acuerdos comerciales, y crear las condiciones de una «economía de las partes interesadas». En un momento de reducción de las bases impositivas y crecimiento de la deuda pública, los gobiernos tienen un poderoso incentivo para impulsar estas medidas".

¡Al limpio! Aunque esta declaración nos expresa que la idea de Estados robustos no implica un impulso ideológico para gobiernos más grandes, se da una importancia predominante a la agenda de reinicio, donde el poder se basa en la coordinación de «arriba a abajo». Es decir, la intervención del Estado se supedita a la agenda para generar resultados "más justos" y a la que reconocen que tiene un "poderoso incentivo para impulsar estas medidas". Es por eso, que el Gran Reinicio dependerá inicialmente del poder coercitivo brindado por el Estado, lo que no quiere decir, que una vez comprometidos con la agenda establecida, la figura de poder siga reposando en los gobiernos, sino que no es descartable la presencia de una entidad, no muy clara por ahora, que hará la vez de, " regulador" de los compromisos, ejerciendo un poder importante sobre los gobiernos.

Francisco

Es acá, donde posiblemente nazca una nueva figura de poder. Y es que por medio de este concepto de «capitalismo de las partes interesadas» o «capitalismo inclusivo», argumentan que es imperativo superar aquella economía de mercado —la cual Papa Francisco ha denominado como una economía de "exclusión" en su discurso al Consejo para un capitalismo inclusivo, el 11 de noviembre de 2019—. Y a lo que el propio Klaus, también suma palabras en su artículo titulado: ¿Cuál es la diferencia entre capitalismo de partes interesadas, capitalismo de accionistas y capitalismo de estado? Donde escribe que este, el capitalismo de mercado, genera las siguientes problemáticas: "desigualdad de ingresos, riqueza y oportunidades; aumento de las tensiones entre los que tienen y los que no tienen; y sobre todo, una degradación masiva del medio ambiente".

Pareciera que el capitalismo de las partes interesadas no es más ni menos que la reiteración misma de la idea presentada por el Papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti, donde no solo cree que la propiedad privada está supeditada al interés de los comunes, sino que también descarga su artillería contra la economía de mercado, señalándola de ser responsable de: desigualdades, de ricos más ricos, pobres más pobres y de la degradación del medio ambiente. Mismos puntos señalados por Klaus, y donde la solución no pareciera ser diferente que la ofrecida en Fratelli Tutti: autoridades u organizaciones mundiales que aseguren el bien común. Es decir, la existencia de una entidad mundial que hará la vez de "regulador".

¿Ha sido la economía de mercado o liberalismo culpable de lo que se le acusa?

La realidad mundial es que la injerencia de los Estados en la economía ha impedido que las leyes de libre mercado funcionen a totalidad. Es decir, el común denominador de los gobiernos del mundo, aun entendiéndose como "liberales", es que presentaron un aumento de su intervención en la economía durante la pandemia; esto de forma contraria a lo que el liberalismo o economía de mercado sostiene. Países como Francia, Alemania y hasta Estados Unidos incrementaron de forma considerable su injerencia en este rubro para evitar quiebres de empresas y afectación a la economía. En el caso estadounidense, incluso antes de la llegada del COVID-19, diferentes empresas mantuvieron un comportamiento alejado de las leyes de oferta y demanda que sostiene el libre mercado. Más bien, recurrieron a las recompras de acciones e hicieron un mal uso de sus recursos, lo que posterior se tradujo en intervencionismo o asistencia federal. Estos casos puntuales se reparten para diferentes países que sostuvieron un comportamiento similar alrededor del mundo.

En pocas palabras, lo que el Foro Económico Mundial de Davos ha señalado como capitalismo de mercado y que se apunta como insuficiente, no ha sido el comportamiento precisamente liberal, sino, un estilo de economía insana de aparente crecimiento y alejamiento de las bases económicas liberales que terminan en un intervencionismo del Estado.

Para anclarse de una manera convincente en el argumento, se usa la táctica de que es urgentemente necesario sustituir el capitalismo conocido, por algo llamado «capitalismo inclusivo» o «capitalismo de las partes interesadas». Lo que apunta a un intervencionismo que, a nombre del medio ambiente, la libertad económica, hambre cero, reducción de las desigualdades, entre otros puntos incorporados a la agenda 2030, busca de crear autoridades mundiales supranacionales que resuelvan todos nuestros problemas.

El argumento de enterrar las ideologías predominantes es necesario para conceptualizar que, no solo la ideología es ineficaz, sino también el Estado mismo en cumplir con sus responsabilidades ambientales y sociales. Bajo esta idea, la aparición de entidades mundiales o supranacionales se vuelve cada vez más real y tangible.

Comprendemos que el poder dado a los gobiernos del mundo pasa por un sistema de elección democrático. Sin embargo, de existir la presencia de una autoridad mundial, ¿qué legitimidad democrática respaldaría tal actuación?

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