La toma del Capitolio de los Estados Unidos, por parte de grupos conservadores de extrema derecha, el pasado miércoles 6 de enero, nos tomó por sorpresa, y el mensaje permisivo, de “amor” hacia los terroristas, que dio el 45° presidente de los Estados Unidos, no hizo más que elevar las críticas hacia este, que por todos los medios legales e ilegales, quiso mantenerse por un mandato extra en el silla de “la persona más poderosa del mundo libre”.

Se habló de una amenaza a la democracia, y una vergüenza para los Estados Unidos. Pero siendo honesto desde mi punto de vista; ni el sistema electoral estadounidense me parece democrático, ni a lo largo de los años —con Latinoamérica como ejemplo y el resto del mundo— han mostrado tanto apoyo a esta.

Pero sobre el Tío Sam se ha hablado mucho en los últimos días, meses… Y lo que he alcanzado a leer sobre nosotros, lo que nos espera en las próximas elecciones, no ha pasado a más que un hilo de Twitter.

Entrando en contexto, y partamos desde la sinceridad, la democracia representativa costarricense no es, para nada, el mejor sistema de gobierno que existe, pero es el que mejor nos ha funcionado, sustentado en nuestra Constitución y las instituciones democráticas que la protegen. Esa solidez va a ser puesta a prueba, una vez más, en el 2022, cuando nos toque elegir a las 57 personas que desde una curul legislarán ¿Por nosotros? Y al presidente o presidenta de la República junto con su fórmula vicepresidencial.

Y los ruidos electorales, de precandidatos, alcaldes u opinólogos con aspiraciones presidenciales en estos días van a ir en aumento, y podemos esperar promesas populistas, y preparémonos para ser atacados al cuerpo si decidimos expresar apoyo por algún candidato o partido. Coaliciones de extrema derecha que van a poner en peligro nuestras instituciones —fijando la mirada solo en sus intereses económicos— también se perciben en el ambiente, y estas no harán más que llevarse entre las patas proyectos importantes para poblaciones en riesgo, y pactos fundamentales de Derechos Humanos. Y es ahí cuando vamos a tener que salir a defender, en las calles los logros que hemos conseguido. Las victorias que nos humanizan como sociedad no deben darse por sentadas.

Amenazas en el pasado de sacar al país de la Corte Interamericana de Derechos Humanos han estado ahí, pero nada nos garantiza que disparates de ese calibre no vuelvan a salir. Hablar del cambio climático como un tema light por ejemplo, cuando estos temas no podrían estar más ligados con el desarrollo económico, desde la atracción de inversión extranjera, ya sea empresarial o la promoción del país como destino turístico, que beneficia en gran manera a las personas que no están, como la mayoría de nosotros, encerrados en esta burbuja vallecentralista.

O la urgencia del Estado en reconocer derechos de las personas trans, que como no afecta a las personas que pagan candidaturas, se deja de lado, ignorando que la CIDH muestra datos de que esta población tiene una esperanza de vida en la región de solo 35 años, con poca escolaridad y que viven en condiciones de pobreza ¿Quiere verlo desde el punto de vista económico? Darle calidad de vida a estas personas significa una mayor cantidad de mano de obra calificada, en una economía formal, en donde algo como un curso de inglés podría darle oportunidades laborales. Y ni hablar de la situación de las mujeres cisgénero jefas de hogar.

Claro, ver a la gente como mano de obra es útil para todos aquellos que les cuesta ver seres humanos, cuando estos no están ofrendando o dando limosna después del servicio del domingo en la mañana, pero los avances en derechos humanos generan también avances económicos. A muchos “progres” nos tachan de ser monotemáticos quienes solo hablan de reducir el Estado y polarizan a la población en el camino.

Pero algo nos da esperanza, confiamos en nuestro sistema electoral, ciertamente el Tribunal Supremo de Elecciones es una institución que merece todo nuestro amor y respeto, podría mejorar su tiempo de respuesta en cuanto a denuncias en tiempos electorales, pero más allá de eso ha sido sólida. Y una vez más como cada cuatro años no toca con nuestras manos, defender nuestro estado social de derecho, nuestra democracia a la tica, recordándoles a los fundamentalistas religiosos dos cosas: primero “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, y “la voz del pueblo es la voz de Dios”.

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