Para las elecciones del 2020 en Estados Unidos los Millennials sobrepasaron en cantidad a los Baby Boomers, cambiando el impacto relativo del universo de votantes, y la influencia de esto sobre algunos de los resultados en procesos claves comienza a hacerse evidente: los votantes jóvenes y los votantes afroamericanos y latinos fueron piezas claves de los ganes en estados como Wisconsin, Alabama y Pensilvania, ni qué decir de Georgia (tanto en la elección presidencial, como en las elecciones especiales para el senado).

Las encuestas comienzan a darnos claves de lo nuevo —y lo viejo— que conforman la transformación del comportamiento político de una generación que muchos habían criticado por sus altos niveles de apatía y el cambio relacional con las estructuras de trabajo, de familia y de la comunidad. La participación política de los Millennials había sido relativamente baja, con sólo uno de cada cinco participando activamente en procesos electorales; sin embargo, en las elecciones presidenciales del 2016 un 47% manifestó su intención de ejercer el voto, y este número subió a un 63% para las elecciones del 2020, según investigaciones del Instituto de Política de la universidad de Harvard.

Pero las mismas investigaciones muestran algo más interesante: los votantes jóvenes son más propensos a involucrarse más allá de simplemente ejercer el voto. En las elecciones del 2020 los votantes jóvenes fueron tres veces más propensos a dar plata o tiempo de voluntariado a las campañas políticas de su predilección que en el proceso del 2016.

¿Qué ha cambiado que ha modificado la dinámica política de esta generación? Esta pregunta se ha planteado de diversas maneras para distintas áreas, pues la generación Millennial ha transformado sus patrones de compras, sus relaciones con la productividad y la forma en que conforman y se integran a comunidades. El análisis, a mi gusto, debe ser integral. El Millennial Survey 2020 de Deloitte, nos pinta el cuadro de una generación resiliente, preocupada por los retos comunes y conscientes de la responsabilidad individual. Es una generación preocupada por el medio ambiente y la justicia social, y que entiende más que ninguna otra generación, que sus acciones individuales tienen efecto en lo colectivo.

El estudio Meaningul Brands 2019 de la transnacional Havas, muestra cómo las nuevas generaciones esperan que las empresas a las que favorecen con su compra, se conformen a una visión de mundo y a una serie de valores que resuenen y sean congruentes con los suyos. Para esta generación, comprar un desodorante o spaghetti se ha convertido en un acto político y social.

La participación electoral ha sido abordada desde múltiples y muy variados ángulos, y las razones que motivan a las personas a votar han sido la base de muchas investigaciones. El documento “Elecciones 2018 en Costa Rica: Retrato de una democracia amenazada” del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la UCR apunta a que la afluencia a las urnas ha disminuido en buena parte de las democracias en las últimas décadas, un cambio que ha tenido como claves el debilitamiento de identidades políticas y los cambios demográficos de largo plazo. Los investigadores del CIEP concluyen que esto hará que en el futuro las diferencias intergeneracionales se acentúen y que se refuercen los rasgos intergeneracionales.

Pero los jóvenes han estado siempre en el corazón de todos los movimientos sociales de la historia, tienen más en juego sobre cómo se decide el futuro; el cómo se expresa en la dinámica política y cómo responde el sistema a las demandas y a la confianza de su apoyo es el reto de las democracias y los políticos que deciden levantar las banderas.

La agenda política, y más específicamente de la política electoral, ha tenido que ir incorporando temas que son relevantes sin disociarlos del resto de la agenda. El cambio en la dinámica y el discurso político ha hecho evidente que la política es personal y que los temas son reales e inmediatos en la vida de las personas en las sociedades. La economía, el medio ambiente, la salud, la justicia racial y social, son temas interrelacionados que tienen impacto directo en la vida de las personas, imposible pensar que uno sea más importante que el resto o peor, que no tengan relación entre sí.

Pero más que las causas o los temas de agenda, es su relación con los valores que les motiven a movilizarse, las personas votan cuando piensan que su voto importa, votan y se organizan cuando los mueve la esperanza de que su voto cuenta para hacer algo improbable posible. Marshall Ganz, profesor de Harvard habla de que los valores tienen una expresión emocional, no racional, y esto es lo que mueve no sólo el voto, sino el involucramiento. Votar no es un acto individual, se convierte en un acto colectivo (al escribir pienso en el impacto de los jóvenes en el seno de sus familias y el impacto que han tenido en la transformación del panorama político de Costa Rica en los últimos 20 años).

El reto de cara a las próximas elecciones es no sólo quién va a incorporar los temas de agenda y causas que puedan mover el voto joven (Millennials y los Gen Z que comienzan a votar), sino tomando en cuenta el desencanto de promesas sin cumplir de nuestro pasado, quien las pueda incorporar, representar y luego, honrarlas.

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