Los estados depresivos en la población costarricense aumentaron en un 50% desde que la pandemia de COVID-19 llegó al país, en marzo pasado.

Así lo reveló el estudio “Salud mental y relaciones con el entorno en tiempos de COVID-19" que la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y la Universidad Nacional (UNA), en conjunto con el Ministerio de Salud, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y un grupo de profesionales españoles, realizaron en octubre pasado y que se hizo público esta semana, tras recibir el aval del Consejo Nacional de Investigación en Salud (CONIS).

El estudio fue realizado con una muestra de 6 786 personas, quienes completaron un cuestionario en línea, durante el periodo comprendido entre el 9 al 29 de octubre del 2020. Estas conclusiones suceden a la primera investigación realizada del 30 de marzo al 31 de marzo de este año.

Según señaló la psicóloga social y coordinadora de la investigación, Eva Carazo Vargas:

En esta investigación encontramos que una tercera parte de la gente está en una situación crítica de salud mental. Esto quiere decir que a estas alturas, ya el estrés, la ansiedad, los efectos físicos y la preocupación por contagiarse o porque se contagie gente cercana, están llegando a niveles muy muy preocupantes y que no estamos teniendo la suficiente resiliencia o la capacidad de adaptarnos con flexibilidad para manejar de forma saludable, las consecuencias de esto que estamos viviendo".

Según anota la investigación:

Un 61,0% de la población costarricense posee sintomatología depresiva y al hacer una comparación de la anterior medición con el estudio presente se constata un aumento del 50% en términos absolutos (pasando de un 10% en marzo a un 61% en octubre)”.

Los resultados de esta encuesta revelaron que los estados depresivos en aumento afectaron principalmente a quienes han perdido el empleo o enfrentan una reducción de jornada.

Además, un 43,7% de la población consultada reportó sintomatología asociada con ansiedad generalizada severa, lo que contrasta con los resultados de un primer estudio realizado en marzo pasado, que había señalado únicamente a un 13,8% de las personas participantes con síntomas de ansiedad:

Más de la mitad de la población tiene una baja resiliencia, resultado que indica que sus estrategias de afrontamiento no están permitiendo reducir el impacto y no se están adaptando suficientemente a la situación de emergencia. Un 30,2% obtuvo puntuaciones medias, mientras que un 15% obtuvo puntuaciones en el extremo superior señalando este grupo con una mayor capacidad de adaptación".

Por su parte, el 43,6% de la población también reportó presentar reacciones físicas adversas al estrés, entre las que se encuentran sudoración de manos, palpitaciones en el pecho y dificultades para dormir por pensar en la COVID-19 o en los problemas asociados a ella; mientras tanto, un 51,5% de la población señaló tener reacciones emocionales adversas a esta situación, entre las que destacan incomodidad al pensar en contagiarse, miedo a perder la vida, nervios o ansiedad frente a noticias e historias sobre el virus.

En la medición de marzo de 2020, un 53,8% de la población presentaba miedo a la COVID-19. En la medición actual alcanzó el 88,3%, lo que implica que en términos absolutos se ha dado un aumento 34,5%".

El detalle de los resultados es el siguiente:

  • Las mujeres obtienen puntuaciones superiores a los hombres en la mayoría de las medidas realizadas (ansiedad, depresión, calidad de vida profesional, miedo, impacto psicológico/psicosocial).
  • Las poblaciones de 36 a 40 años y 51 a 55 años presentaron las puntuaciones más altas en depresión, ansiedad y miedo.
  • A menor edad, la capacidad de afrontamiento es menor junto con más leves manifestaciones de miedo.
  • A mayor nivel educativo, se presenta menor impacto en la salud mental.
  • Población con educación primaria muestra mayor posibilidad de presentar mayor afectación en estrés, ansiedad, depresión o miedo.
  • Las personas que cuentan con estudios de secundaria y técnicos no universitarios mencionan un menor cumplimiento de las medidas sanitarias.
  • Personas solteras tienden a tener más síntomas de depresión y ansiedad, así como una menor resiliencia.
  • Las personas divorciadas presentan mayor estrés, ansiedad y miedo.
  • La estabilidad laboral es determinante en cuanto a la mayor parte de los resultados recopilados sobre la afectación producida durante la pandemia: a mayor estabilidad laboral, los efectos en la salud mental son menos críticos.
  • Personas desempleadas, pertenecientes al sector informal y que se dedican a ventas en locales o servicios directos, muestran, en líneas generales, una situación de salud mental más difícil.
  • Respecto de la provincia de residencia, las provincias de Heredia y Limón mostraron mayor afectación en las medidas de ansiedad, estrés o miedo.
  • Las personas residentes de Cartago presentan menor impacto, en general, frente a esta afectación.

Clústers de salud mental

La investigación a su vez realizó un análisis que segmentó a la población en función de todas las dimensiones psicológicas estudiadas y a partir de dicho estudio se encontraron cuatro segmentos poblacionales, según el grado de afectación en la salud mental.

Así, se determinó que un 32,1% de la población es la que está siendo más afectado por la pandemia y esta se caracteriza por presentar “un estado de salud mental más crítico, con una mayor probabilidad de padecer trastorno por ansiedad generalizada, Estas personas también se caracterizan por tener niveles más altos de estrés, definido por la facilidad de la irritación, cambios de humor o la aparición de conductas de riesgo”.

El estudio agrega que respecto de la calidad de vida profesional, las personas de este clúster se caracterizan por sobrecarga y desgaste emocional, por rebasar los límites en la capacidad de afrontamiento, pudiendo considerarse valores muy elevados.

Estas personas presentan una mayor afectación en el miedo. Presentan mayor sudoración en las manos y mayor aceleración del corazón al evocar el pensamiento sobre el contagio de la COVID-19; una mayor preocupación a que las personas cercanas se puedan contagiar y una menor resiliencia”.

Cumplimiento de medidas

Además de las dimensiones psicológicas, el estudio también analizó otras variables como el cumplimiento de medidas y los motivos de su no cumplimiento, las acciones realizadas para mejorar la situación, el acceso a zonas verdes y los medios por los que la población se informa de la pandemia.

Entre los principales datos relacionados con el cumplimiento de las medidas destacó que un 88% de los encuestados afirmó lavarse las manos con agua y jabón, que un 63,3% se moviliza a lugares públicos únicamente con su burbuja social, y que un 60,5% lava y desinfecta los productos que ingresa a la casa.

Sin embargo, la medición de octubre indicó que apenas un 13,7% de la población se está adhiriendo a la medida de evitar salir de casa, frente a un 51,5% que dijo cumplirla en marzo pasado, en la primera investigación.

Asimismo, un 73,7% dijo estornudar con un pañuelo desechable frente a un 91,6% que afirmó cumplir con esta medida en marzo anterior.

Por ello el estudio señala que:

En general se evidencia un relajamiento en el cumplimiento de las distintas medidas recomendadas para evitar el contagio".

En este momento la investigación continúa activa. Si usted desea participar o conoce a alguien que así lo desee, puede ingresar aquí.