En los últimos meses hemos experimentado cambios en nuestras realidades, la nueva normalidad nos ha mostrado que nuestras economías y sociedad no son resilientes ante los cambios abruptos que puedan ocurrir.

Quizás ya leyeron algo similar o lo escucharon, pero partamos del concepto básico de resiliencia, que es definido como aquella capacidad que tiene un sistema tanto natural (un ecosistema) como humano (nuestra propia comunidad, por ejemplo) para poder hacer frente a un suceso o perturbación peligrosa manteniendo su funcionalidad, identidad y su estructura.

El suceso o perturbación puede ser una enfermedad, como lo es la COVID-19, o algo de mayor escala, como el cambio climático. Por lo anterior es que el hecho de ver cómo nuestros sistemas humanos responden a esta crisis sanitaria por COVID-19 nos debe de servir como indicador para conocer cuál es su capacidad de respuesta ante una crisis todavía peor... como la crisis climática.

La “nueva normalidad” solo es un adelanto de lo que podría ser nuestro futuro frente a los efectos del aumento de la temperatura, el aumento de eventos hidrometeorológicos extremos y el aumento del nivel del mar, entre otros.

Vemos con temor las fotografías que circularon en los últimos días de California, con este color naranja provocado por los incendios forestales, que llegaron a un punto sin precedente... Bueno, eso se vio incrementado por olas extremas de calor y por el viento, lo que asociamos con patrones modificados por cambio climático. No quiero ser pesimista, pero muchas veces el futuro se ve así, terrible, porque el presente ya nos está mostrando que vamos por la ruta equivocada.

Personas o grupos vulnerables

Lo que es peor, la COVID-19 nos ha hecho ver que, en medio de esta limitada o nula resiliencia de los sistemas humanos, existen grupos de personas que son más vulnerables que otros, es decir que tienen un grado alto de susceptibilidad o incapacidad para hacerle frente a los efectos adversos del cambio climático.

Es decir que hay personas que están cargando de forma desproporcionada con los efectos de la crisis sanitaria y esto también se repite con la crisis climática, hay quienes cargan con los efectos del cambio climático en mayor medida, lo que provoca grandes impactos en sus estructuras y cotidianidad.

Dentro de estos grupos o personas se deben mencionar (pero no limitar únicamente) a la niñez, a las mujeres, a las personas de pueblos indígenas, a las personas con discapacidad y a las personas de zonas de áreas costeras. Es por esto que se vuelve urgente pensar en una transformación de los sistemas humanos, que tenga como base las soluciones basadas en la naturaleza, que incluyan la integridad ecológica y que coloquen en el centro a las personas, sobre todo a las más vulnerables.

Justicia climática

Por todo lo descrito hasta aquí es que hablamos de justicia climática, como aquella justicia que, a través del vínculo entre derechos humanos y desarrollo, busca que las cargas e impactos generados por el cambio climático sean tratados de manera equitativa y justa, así como establecer que las responsabilidades sean atribuidas de forma proporcional a quienes han provocado mayoritariamente el aceleramiento del cambio climático.

Hoy jóvenes del todo mundo están exigiendo en sus países que la justicia climática sea real, que las voces de las personas o grupos más vulnerables sean realmente integradas en las decisiones que se toman en temas relacionados a cambio climático. Hoy jóvenes de todo el mundo se unen en medio de una crisis sanitaria sin precedentes para recordarle a las sociedades que no podemos pensar en “salvarnos” de una crisis para entrar en una crisis mayor, que necesitamos que las acciones vayan enfocadas en la transformación de los sistemas humanos que a hoy nos demuestran tener una limita o nula resiliencia.

Acá en Costa Rica muchas personas jóvenes se suman al llamado que Fridays For Future Costa Rica realizó, para elevar la voz ante todo lo descrito, pero también para recordarle a quienes toman decisiones que la solución ante la problemática fiscal y la crisis sanitaria no puede ser jamás el retroceder como país hacia practicas extractivistas como la explotación de petróleo, la minería a cielo abierto o la pesca de arrastre, que esto solo nos condenaría a una explotación de los ecosistemas y sus servicios, eso que necesitamos en el presente para vivir... Ya ni siquiera nos da para pensar en el futuro, y sinceramente en la Asamblea Legislativa a muchas diputaciones eso no les importa.

Hoy más que nunca podemos planificar y ejecutar la transformación económica y social que necesitamos para realmente ser resilientes ante la crisis climática; está crisis no se detiene, continua con fuerza, hace poco estábamos rompiendo cifras récords de concentraciones de gases de efecto invernadero.

Si miramos con terror las imágenes de California, de la Amazonía, de Australia, de la India, del Ártico, y una lista bastante larga ya, incluyendo a Costa Rica, entonces deberíamos ser parte de esta transformación que incluye cada nivel de la sociedad, teniendo como base la justicia climática.

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