El pasado 16 de marzo se confirmó lo que parecía inminente: los centros educativos del país cerraban sus puertas ante la llegada de la COVID -19. Días antes, o después, la escena se repetía en otros países.
Cerca de 1.600 millones de estudiantes alrededor del mundo interrumpieron sus clases habituales ante una emergencia sanitaria sin precedentes, que deja repercusiones inmediatas y de largo plazo en materia de educación. Así lo confirma el informe Políticas sobre la Educación y la COVID- 19 elaborado por las Naciones Unidas.
“Nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades”, advirtió el Secretario General de las Naciones Unidas, António Manuel de Oliveira Guterres.
Un reto para el MEP sin precedentes
Para la ministra de Educación, Guiselle Cruz Maduro, “estamos frente a un gran desafío. Hay una crisis en educación, ni nosotros, ni el resto del mundo, estaba listo para iniciar un modelo de enseñanza distinto al tradicional”.
En conversación con Delfino.CR, la jerarca indicó: “Las modificaciones han sido sustanciales. Debimos adecuar los contenidos, los tuvimos que reducir entre un 50 y un 70%, según la asignatura. La nota mínima para pasar la tuvimos que bajar (de 70 y 65 a 60 para todos), además, los estudiantes que no logren esa nota mínima, continuarán al siguiente nivel, sólo que recibirán un acompañamiento que les permita el año siguiente, superar la materia con la que este año tuvieron dificultad”.
El modelo de educación a distancia elegido por el Ministerio de Educación Pública (MEP), aún no puede ser evaluado, sin embargo, en el último trimestre del año solo la mitad de los estudiantes (630 mil) han tenido acceso a la plataforma Teams, que es la herramienta en línea que el MEP utiliza para difundir sus contenidos. El resto de la población recurre a material impreso que debe recoger periódicamente en su centro educativo para estudiar de forma autónoma.
Además, existen cerca de 90 mil estudiantes que han perdido todo contacto con el sistema educativo público, es decir, no han recibido materia ni se han acercado a sus docentes para continuar los estudios.
“Sin duda esta generación no podrá ser evaluada en el 2021 como se venía haciendo todos los años. Nosotros hicimos la advertencia a las universidades, recomendamos que readecúen la materia, ya que, si no lo hacen, posiblemente tendrían la deserción de una generación que no cumplió sus expectativas, y eso, representará una pérdida futura para el país”, agregó la ministra.
Para Guiselle Cruz, el retroceso por el que atraviesa la educación no se resolverá ni en el 2021, ni 2022, los cambios podrían verse hasta el 2023 o 2024.
Estudiar en confinamiento
En medio de esta situación poco alentadora, los estudiantes enfrentan el desafío de aprender a pesar de las condiciones, sin el acompañamiento cercano del docente ni la interacción con sus compañeros.
De esto es consciente Beatriz Ramírez, vicepresidente de la Asociación de Centros de Educación Privada (ACEP), quien comentó a Delfino CR.
“El principal reto de los centros educativos privados ha sido el de monitorear a los estudiantes, pero, no solo en el área académica, sino en el abordaje de sus situaciones emocionales, dadas las necesidades que han surgido en la población estudiantil ante la ausencia de contacto con sus pares, docentes y asistencia al centro de estudios en donde realizan actividades de socialización”.
Desidia estudiantil
Sofía Castro Aguilar está en primer grado en una escuela pública, y dice que no le gustan las clases por computadora. Mónica Aguilar, su madre, también está frustrada, y confiesa que por más que intenta motivarla y ayudarla a dar los primeros pasos en la alfabetización, siente que su hija no logra adaptarse, y que perdió interés por aprender.
Similar es el sentimiento de Alberto Rivera. Él cursa octavo año en un colegio privado y asegura que le cuesta concentrarse y aprender en la casa, que extraña el ambiente del colegio.
“Siento que es más cansado recibir las clases virtualmente, son más aburridas, aunque nos conectamos todos los compañeros, no es lo mismo, la participación no fluye igual”, agregó Rivera, quien estaba acostumbrado a una metodología de aprendizaje constructivista, interactivo y social.
En este sentido, la ministra Cruz dijo que el impacto en cada estudiante es difícil de medir. En dos años habrá quienes quizá recuperen el contenido que no pudieron incorporar, y otros lo perdieron todo.
Superar la crisis
Por su parte, el secretario General de las Naciones Unidas comentó que, “ahora que el mundo enfrenta niveles insostenibles de desigualdad, necesitamos la educación —el gran igualador— más que nunca. Debemos tomar medidas audaces ahora, a fin de crear sistemas educativos de calidad, inclusivos y resilientes, adecuados para el futuro”, enfatizó.
Primero: que en cuanto los gobiernos hayan controlado la transmisión local de COVID-19 se centren en reabrir las escuelas de manera segura.
Segundo: que se dé prioridad a la educación en las decisiones presupuestales. Es imperativo destinar más recursos.
Tercero: que las iniciativas de educación lleguen a quienes corren mayor riesgo de quedarse atrás, como las personas en situaciones de emergencia o crisis, los grupos minoritarios, y desplazados.
Cuarto: que se dé un salto hacia sistemas progresistas. Esto requiere inversiones en la alfabetización y la infraestructura digitales.
“Debemos tomar medidas audaces ahora, a fin de crear sistemas educativos de calidad, inclusivos y resilientes, adecuados para el futuro”, concluyó el Secretario General de las Naciones Unidas.