Cada 21 de setiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer con el objetivo de informar y concientizar a la población respecto a esta enfermedad, la cual se encuentra en aumento y, actualmente, corresponde a la sexta causa de muerte en los Estados Unidos.

La demencia, en términos generales, corresponde a una disminución de la capacidad cognitiva de una persona, la cual es suficientemente importante como para interferir con sus actividades de la vida diaria. De todas los tipos de demencias, la Enfermedad de Alzheimer (EA) es la más común, representando, aproximadamente, del 60 al 80% de los casos.

Debido al envejecimiento demográfico que se presenta en la mayoría de  regiones del planeta, la EA se ha convertido en una epidemia mundial y un reto para la salud pública. Se estima que más de 40 millones de personas sufren de esta enfermedad a nivel mundial, y se proyecta que alcance los 135 millones en el año 2050, de las cuales más de dos tercios serán personas habitantes de países de con ingresos medios y bajos.

En Costa Rica, de acuerdo a los datos del Alzheimer’s Disease International, se estima que para el año 2010 alrededor de 30 mil personas vivían con algún tipo de demencia, cifra que llegaría a 160 mil en el año 2050. Por este motivo, existe desde el año 2014 un Plan Nacional de esfuerzos compartido para la EA y demencias relacionadas, el cual busca encontrar soluciones a este problema, y del cual se desprende un primer informe nacional que mostró una prevalencia de 4.1% de demencia y 8% de deterioro cognitivo leve en el país, ambos con tendencia al aumento.

La Enfermedad de Alzheimer se caracteriza por una pérdida insidiosa y gradual de funciones cognitivas y conductuales, principalmente la memoria, la comprensión, el lenguaje, la atención, el razonamiento y el juicio, la cual se instaura —en el 90% de los casos— después de los 65 años. Las personas que padecen EA viven, en promedio, 8 años después de que los síntomas se vuelven más manifiestos, sin embargo, esto dependerá de la edad de instauración, severidad, así como de otras enfermedades concomitantes, oscilando entre los 4 y hasta 20 años posterior al diagnóstico.

Un aspecto importante por resaltar es que los síntomas de demencia nunca corresponden a una consecuencia normal del envejecimiento, a pesar de la creencia popular de que es así. Se estima que cuando un paciente es diagnosticado formalmente con EA, su cerebro ya ha sufrido cambios neurodegenerativos por más de 10 años, razón por la cual es imperativo consultar con un  profesional ante los primeros indicios de síntomas.

El síntoma más común y de presentación inicial es la pérdida episódica de la memoria a corto plazo, con relativa conservación de la memoria a largo plazo. Es seguido del deterioro en la resolución de problemas, juicio, funcionamiento ejecutivo, falta de motivación y pensamiento abstracto. En etapas medias los problemas de lenguaje y habilidades visuales-especiales se hacen presentes; y en las tardías aparecen síntomas neuropsiquiátricos como la apatía, aislamiento, desinhibición, agitación y psicosis. Finalmente los últimos síntomas en presentarse usualmente corresponden a la dificultad de ejecución de tareas motoras ya aprendidas, disfunción olfativa, trastornos del sueño, contracciones musculares involuntarias, parkinsonismos e incontinencia, lo que conlleva a una dependencia total.

En relación a la etiología de esta enfermedad, se desconoce su causa, sin embargo, hoy es aceptado que procede de la acumulación de múltiples factores de riesgo, entre los cuales intervienen aspectos genéticos y ambientales, como la hipertensión arterial, el fumado, diabetes, depresión,  inactividad física, obesidad, entre otros. Estos últimos de gran importancia, ya que brindan una ventana de prevención en la cual se puede actuar.

Debido a que únicamente existe el tratamiento sintomático de la EA —no hay una una cura— se han realizado en los últimos años grandes estudios poblacionales, los cuales arrojaron una fuerte evidencia que vincula los estilos de vida saludables a la reducción en el riesgo de demencia y EA.

A pesar de que se necesita más estudios que confirmen estrategias específicas para la prevención del Alzheimer, algunas acciones que se pueden implementar para promover su buen estado de salud en general son las sigueintes:

  • Evitar el fumado.
  • Controlar los factores de riesgo cardiovascular; presión arterial, consumo de colesterol y diabetes.
  • Mantener una alimentación saludable y balanceada, rica en vegetales, frutas y proteínas.
  • Mantenerse física y socialmente activo.
  • Realizar ejercicio aeróbico.
  • Cuidar su salud mental.
  • Ejercitar su capacidad cognitiva con ejercicios de memoria.

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