El 14 de marzo del 2020 se declaró en España el estado de alarma y consigo la imposición de cuarentena nacional en todo su territorio. Dicha medida impedía a toda la población salir de sus residencias habituales a excepción, básicamente, de comprar alimentos y medicinas. Si ya el temor al virus SARS-CoV-2 invitaba a la aparición de síntomas de ansiedad, depresión y angustia —por mencionar algunos— esta medida actuaba como levadura, aumentando en la población general esta sintomatología.

Para este momento se conocía poco del nuevo coronavirus, existía gran incertidumbre de cuánto tiempo estaríamos confinados en nuestros hogares, se discutía si los cubre bocas eran necesarios o no, las personas abarrotaban los supermercados por temor a quedarse sin suministros básicos y el caos se apoderaba de la sociedad. Si así reaccionamos como población en general ¿Cómo podrían responder personas que —en su vida cotidiana— por presentar diagnósticos de enfermedad mental tienen dificultad para la regulación emocional y conductual, donde muchas veces su estabilidad depende de un ambiente estructurado y la asistencia de los demás?

En el momento en que todos los recursos se empiezan a destinar únicamente a la atención de la pandemia, en que los sistemas de salud pueden llegar a colapsar y en que la prioridad es disminuir los contagios y el riesgo del mismo ¿Qué alternativas de atención podemos ofrecer como profesionales de Salud Mental a personas con enfermedad mental grave y prolongada (ej., esquizofrenia, trastorno bipolar, trastorno de la personalidad, etc.), que por sus características, se les dificultará cumplir con las normas de confinamiento, presentando mayor riesgo de contagio y a desestabilizarse, lo que les llevaría a un nuevo ingreso hospitalario?

Gracias a la aproximación a la intervención de Salud Mental Comunitaria que se viene desarrollando en el Complejo Asistencial de Zamora y el Hospital Universitario Rio Hortega, de las provincias de Zamora y Valladolid (España), respectivamente, se planteó un proyecto  en conjunto denominado “Programa de Respiro para Pacientes de Salud Mental” cuyo objetivo principal consistió en “evitar, en la medida de lo posible, la desestabilización y sufrimiento de las personas con enfermedad mental grave y prolongada por los efectos de la cuarentena”.

El proyecto fue coordinado y ejecutado por un grupo interdisciplinario de profesionales de la Salud Mental, conformado por especialistas en medicina, enfermería, trabajo social, psicología, terapia ocupacional, así como personal de limpieza y movilización de pacientes, de diferentes nacionalidades (España, Irán, Argentina, Chile y Costa Rica). Adicionalmente, el proyecto se benefició de los enlaces entre fundaciones privadas e instituciones públicas de salud y educación.

El programa, del cual formé parte, se ejecutó durante alrededor de cinco semanas, finalizando al momento en que iniciaron las fases de desescalada en España. Tuvo como lugar un Centro de Educación Ambiental, el cual contaba con toda la infraestructura necesaria para habitarlo durante el período ya mencionado. Las personas usuarias debían cumplir con los siguientes requisitos:

  1. No haber tenido síntomas compatibles con la infección por COVID-19 en los últimos 7 dias;
  2. No haber realizado conductas de riesgo de contagio en los últimos 7 días
  3. Hacerse la prueba de COVID-19, y tener resultado negativa.

Así mismo, las personas debían estar en condición estable respecto a su sintomatología y ser independientes en sus actividades diarias.

Durante su estancia, se les daba la alimentación, gestión de la medicación y el servicio de limpieza de las habitaciones y lavandería. Las instalaciones estaban ubicadas en Villardeciervos, un pueblo rural en la provincia de Zamora (España), rodeada de naturaleza y arroyos, con senderos que permitieron organizar caminatas, paseos en bicicleta y meriendas al aire libre.

El resto de las actividades fueron determinadas por cada uno de los participantes, con la libertad de ocupar el tiempo a su antojo. De igual manera, se les invitaba a participar de juegos de mesa, cartas, ping-pong, baloncesto, bailar y cantar, aunque la actividad más realizada fue conversar y convivir con los profesionales, recreando un ambiente social similar al que estamos acostumbrados en nuestra cotidianeidad y que estuvo limitado por el aislamiento social.

El proyecto, que si bien se fue desarrollando sobre la marcha como respuesta al progreso de la situación pandémica, permitió brindar un espacio de “respiro” al estado de confinamiento que vivieron estas personas. Cabe destacar que las personas referidas al programa presentaban —durante el confinamiento en su domicilio tradicional— comportamientos o sintomatología ansiosa, depresiva o impulsiva, que alertaban sobre la posibilidad de descompensación y la necesidad de una futura hospitalización, o bien, incumplían las normas indicadas por las autoridades, repercutiendo legalmente sobre si mismas, razón por la cual se les invitaba a esta modalidad de atención, y tomaron la decisión de asistir de manera voluntaria.

Lo anterior se ve reflejado al consultarle a las mismas personas cómo pasaron el confinamiento en su domicilio, a lo que se refirieron como haberse sentido nerviosas, irritables o agobiadas con el encierro, así como presentar síntomas de ansiedad. Sobre esto uno de los participantes manifestó: “Empecé a evadirme con alcohol y a comprar drogas en zonas conflictivas. No respetaba la cuarentena al principio. Luego la fui aceptando pero la pasaba mal yo solo, sin alcohol o tóxicos”.

Sin embargo, al preguntarles sobre su experiencia en el proyecto, los comentarios manifestados reflejaron que las personas se sentían más tranquilas y relajadas, a gusto en el lugar y compartiendo con “buena compañía”. A manera de ejemplos, algunos de los comentarios fueron “En casa me agobiaba, acá hay más libertad”; “Muy buena, me la paso muy bien. Me gustan los paseos sobre todo. En casa estaba más bloqueado”; Al principio sentí un poco de fobia al llegar acá porque éramos multitud luego de estar tanto tiempo solo, pero ahora la llevo bien”; “ Me he ido adaptando, respetando las normas. Me siento libre dentro de lo que cabe”.

De acuerdo con la experiencia que se pudo extraer de las personas usuarias y lo observado por las y los profesionales a cargo, el proyecto ofreció una alternativa de atención que se adecuó a las circunstancias en el pico de la pandemia en España, permitiendo crear un ambiente más propicio para la atención de esta población vulnerable, manteniendo las normas sanitarias que se requerían en ese momento.

Al enfrentarnos a una situación novedosa e inesperada, para la cual ningún país estaba preparado, compartir este tipo de iniciativas es una gota en el mar de ideas que nos permite valorar otros mundos posibles para sobrellevar este tipo de eventos. Además, ofrece una opción innovadora para intervenir con la población vulnerable, que puede exponerse al contagio si no se le atiende con otras alternativas al confinamiento solitario.

En el actual momento de la pandemia en Costa Rica, compartirles esta información puede invitar a las y los profesionales en Salud Mental a buscar nuevas alternativas o proyectos similares que les permita hacerle frente al gran reto que enfrenta el país, pensando en las características y necesidades de quienes, por su condición, requieren medidas diferenciadas.

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