La atención geriátrica está llena de particularidades, quizás una de las más grandes es la percepción, tremendamente cercana, de la naturaleza circular de la vida humana. Nuestros pacientes más longevos frecuentemente ven cómo su independencia se va viendo limitada con los eventos en sus propias vidas a lo largo del tiempo, muy inversamente a cómo un adolescente empieza a sentir el viento de la libertad en sus alas. En los ojos del anciano, la independencia es el non plus ultra.
La pandemia por COVID-19 es una tormenta perfecta y sistemáticamente que ha desnudado los vicios que como sociedad hemos perpetuado a lo largo de los años. Uno de ellos el viejisimo. La percepción de indestructibilidad de muchos adultos, cuyas burbujas sociales se abren y se cierran a conveniencia, parecieran olvidar a los adultos mayores y su vulnerabilidad. Debemos pensar que ellos son los más expuestos a morir y a perder años de vida independiente y que para muchos de ellos no es sencillo aceptar la crisis actual y cómo esta se convierte en su nueva realidad. Nadie se despierta un día y ve en el espejo un anciano. Simplemente se ven a sí mismos. El envejecimiento y la propia mortalidad son cargas difíciles de aceptar.
La población adulta mayor se encuentra encerrada en la casa desde marzo, aterrados, solos en muchos casos, viendo cómo pasan sus días dorados por la ventana. Los cuidadores se cansan, la crisis económica golpea a las familias, los hospitales cierran sus puertas y los ciudadanos de oro son los que están llevando la peor parte del desastre. Se podría pensar que muchas personas van a morir por la enfermedad COVID-19, sin haber tenido nunca la infección y es muy claro quiénes son los de más peligro.
Escribo para instar a quienquiera que lea esto a reflexionar qué medidas puede tomar para proteger el oro en su propia burbuja. La resiliencia ya está ahí, después de todo, muchos de ellos ya pasaron guerra civil, hambre, pobreza, crisis económicas y a pesar de la adversidad construyeron el país que tenemos, así como nos construyeron nosotros. Desde usar mascarilla, lavarse las manos, hasta palabras de aliento, una conversación o la atención amigable de los seres queridos cuidándonos los unos a los otros, cada gesto puedo ser vital. Así como nosotros los necesitamos, en esta vuelta del ciclo, ellos nos necesitan más que nunca.
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