Pareciera ser que, en esta insospechada crisis, existen lo que llamo tres lobos que nos persiguen y pareciera que, si bien los tres podrían alcanzarnos en algún momento, algunos ciudadanos están (o estamos) en clara desventaja de sucumbir por lo menos, ante uno de ellos. Llamo lobos a las amenazas sanitaria, económica y psíquica que representa la pandemia por el SARS-CoV-2 que ocasiona la enfermedad COVID-19.
Según los datos que tenemos a la fecha, queda claro que hay varios factores a tomar en cuenta para poder reducir sustancialmente la saturación de los servicios de salud y por ende la mortalidad. Esos mismos datos serían útiles en el diseño de una estrategia para reactivar la economía con el menor impacto social y psicológico posible. Estos factores serían, proteger a la población con la tasa de mortalidad más alta y la masificación de las pruebas diagnósticas, sobre todo el “timing” de esta masificación.
Muestro los datos de 4 países europeos, Italia el país europeo con el mayor número de fallecidos, España el país con la tasa de mortalidad más alta, Alemania, un país que ha sido considerado modelo en vista de que a pesar de que es el tercer país Europeo en cantidad de personas positivas para COVID-19, ha mantenido una tasa de mortalidad baja, con una afectación limitada de la economía, y Suecia, nación que decidió adoptar un modelo híbrido con un impacto económico menor al de las otras naciones.
En los cuatro países europeos, mas del 25% de sus habitantes tienen más de 60 años, mientras que en nuestro país la población mayor de 60 es de un 14,5%. Cuando se analiza la población mayor de 70 años, Italia tiene un 17,1% de su población mayor de 70 y los otros tres países aproximadamente un 15%, siendo más del doble del mismo grupo etario en Costa Rica, donde es de un 6,5%.
Las pirámides poblacionales de estos países son de particular importancias pues cuando se analizan las edades de los fallecidos nos encontramos que en Italia, España, Alemania y Suecia la mayoría de fallecidos por la enfermedad COVID-19 son mayores de 60 años —en todos los casos por encima de 95%— de igual manera cuando se analiza el porcentaje de fallecimientos en personas mayores de 70 años para los cuatro países nos damos cuenta que las cifras son también muy altas:
- Italia: 88%
- España: 86,3%
- Alemania: A 86,6%
- Suecia 87,5%.
Esto demuestra que la edad es un factor determinante en la letalidad del virus y por lo tanto en la eventual saturación de los servicios de salud.
Considero que las políticas deberían ir claramente dirigidas a la protección de estas poblaciones y considerar, basado en los hechos, que las personas menores de 40, incluso de 50 años tendrían un riesgo bastante menor de mortalidad, este dato es relevante en el diseño de políticas que planteen la reactivación de la economía sin arriesgar, o arriesgando al mínimo, la saturación de los servicios de salud y la mortalidad en tan importante grupo etario, y digo importante no en el sentido políticamente correcto o cliché, sino en la clara obligación moral que tenemos como sociedad de protegerlo. Debe recalcarse que al grupo etario hay que sumar otros factores de riesgo que al parecer no llegan a tener el peso que tiene la edad como factor de riesgo de mortalidad.
Otro aspecto determinante son las pruebas diagnósticas masivas, que parecieran ser un factor protector en la saturación de los servicios de salud y la mortalidad, (el tipo de prueba es menester de los expertos en la materia). En los datos aquí expuestos se destaca que para el día 15 de marzo, Alemania contabilizaba 13 fallecidos por COVID-19 y había realizado 252.173 pruebas, unas 3152 pruebas por millón de habitantes, mientras que Italia para ese día contabilizaba ya 1809 fallecidos y para ese entonces había realizado 128.899 pruebas, unas 2136 por millón de habitantes, ya para este momento el número de muertes era exponencial en Italia, para el 30 de marzo la cifra de fallecidos habría ascendido a 11.591, Alemania experimentaría un aumento en el número de fallecidos importante para el 30 de marzo (645) pero comenzaría a aplanar la curva y nunca saturaría los servicios de salud. En este punto debe recordarse que Alemania cuenta con un poco más de 80 millones de habitantes e Italia con unos 60.3 millones. Los datos sugieren que en el caso de España pareciera que la alta mortalidad que experimentó iría de la mano de un retraso en la masificación de pruebas (no se pudo obtener los datos de pruebas realizadas en España entre el 15 y el 30 de marzo).
Alemania inició la masificación de pruebas aún cuando el número de fallecidos era bajísimo para una población de 80 millones, una tasa de 0,16 fallecidos por cada millón de habitantes. La tasa actual en Costa Rica es de 1,2 fallecidos por millón de habitantes. Aunado a la masificación de pruebas Alemania estableció unas medidas de aislamiento social no tan estrictas como las impuestas en España y en Italia.
Suecia merece un comentario aparte, inicialmente las autoridades suecas establecieron una política particularmente laxa en cuanto a restricciones buscando una inmunidad de rebaño. El modelo sueco sigue siendo controversial, actualmente ocupa el décimo lugar en mortalidad por millón de habitantes del mundo. Podría deducirse que la laxitud asociada a una baja cantidad de pruebas por millón de habitantes se ha confabulado en contra de Suecia. El modelo Alemán por otra parte, con un “lockdown” moderado y masificación de pruebas ha logrado mantener a Alemania relativamente lejos de los estragos del COVID-19.
Pareciera entonces que nuestro país, al tener una población más joven que la de los países europeos, tendría un menor número de personas susceptibles de morir por causa del virus. Se hace necesario establecer estrategias que protejan a esta población, ya que como muestran los datos, la mayor mortalidad está en las personas de más de 60 años y sobre todo en las de más de 70. Es evidente que la mortalidad en la población de menos de 50 y sobre todo en las de menos de 40 años es considerablemente baja, lo cual podría ayudar a replantear una apertura económica, la forma en que esto debe hacerse es un reto titánico para los expertos en la materia y para las autoridades del país. Por último, parece claro que la masificación de pruebas diagnósticas es necesaria para lograr controlar la probabilidad de contagio y sobre todo para proteger a la población más vulnerable y debe hacerse en cuanto se compruebe o se presuma que el virus tiene un patrón de transmisión comunitaria.
Para terminar, pienso que nuestro país podría innovar en las decisiones y estrategias que deben tomarse para proteger a su población de adultos mayores, a su sistema de salud y a su economía, de igual manera que ha innovado y ha sido ejemplo en el mundo en la contención de esta primera oleada y el la creación de un suero con inmunoglobulinas de los pacientes recuperados.
La preocupación actual es cómo iremos a reaccionar cuando el virus presente una distribución comunitaria o cuando se abran las fronteras, máxime tomando en cuenta el peso que tiene el turismo en nuestra economía.
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