La situación de emergencia sanitaria a nivel planetario hizo más evidente la necesidad de cambios profundos requeridos en educación y en donde las tecnologías tienen un papel relevante. Ante la urgencia de dar continuidad al proceso educativo, la tecnología se convierte en la opción conveniente. Sin embargo, debemos tener claro que, en un estado de urgencia, lo que estamos resolviendo es la necesidad de un canal de comunicación que nos permita evitar el desplazamiento y concentración de las personas sujetos del proceso educativo; y a esto lo hemos denominado de manera inexacta y estandarizada educación virtual. No obstante, si imaginamos por un instante un escenario diferente, en el que ya la educación fuese completamente virtual y la emergencia es ocasionada por un fallo en la infraestructura tecnológica durante una cantidad considerable de días, estaríamos seguramente, cuestionando el hecho de que la educación fuera, en su totalidad, virtual.
En el debate nacional sobre el uso de las tecnologías en educación se hace necesario, por una parte, evitar la ligereza argumentativa que se mueve según sea el problema de turno y, por otra parte, sortear la trampa del determinismo tecnológico en el que asumimos que la próxima solución tecnológica deparará, per se, cambios pedagógicos en las instituciones educativas. Si bien es cierto en la dimensión del desarrollo global, industrial y tecnológico la consigna hoy día es la transformación digital; en el ámbito educativo esta transformación debe ser pensada esencialmente como una transformación educativa cuyo afán a la vez es el desarrollo de un aprendizaje transformador (Mezirow), emancipador (Baraona-Cockerell), y que procure habilidades de aprendizaje de orden superior (Hargreaves y Shirley) para el logro de un fin superior y el bienestar de la sociedad y del individuo. Dicha transformación, la cual difícilmente visualizamos, debe ser construida con base en la dialéctica y con la mirada puesta en las necesidades de la razón de ser de la educación, deberá incidir en todos los niveles y actores de las instituciones educativas para lograr un uso adecuado y con sentido de los recursos tecnológicos disponibles, una suerte de cuestionamiento sobre lo que queremos transformar al desarrollar un conocimiento transformador, evitando así un escenario en donde la industria tecnológica aprovecha la educación como un medio para lograr sus fines particulares.
La coyuntura nos presenta la oportunidad para dicha transformación. Algunos estudiosos del cambio organizacional categorizan los cambios como de primer y segundo orden. El primero refiere a cambios incrementales que buscan mayor efectividad y eficiencia, pero en los cuales las formas de pensar de las personas se mantienen intactas. En el segundo, estas formas de pensamiento subyacentes son el foco del cambio, guiando a las organizaciones hacia nuevas metas, estructuras y maneras de actuar. Un cambio de segundo orden es fundamental en la educación para el uso de las tecnologías, pero además es necesario que este proceso de cambio se mantenga constante, convirtiéndose en un proceso permanente de transformación educativa en la cual la organización aprende, no solo a hacer las cosas diferente si no que aprende como transformarse permanentemente y hace de dicha transformación parte de su cultura.
Esta transformación educativa puede ser caracterizada por algunos principios básicos.
Principios filosóficos, axiológicos y epistemológicos. Resulta fundamental para cada institución educativa, independientemente si es en primaria, secundaria, universitaria, técnica u otra, definir los principios filosóficos, axiológicos y epistemológicos que orientarán la transformación educativa y el propósito pedagógico del uso de las tecnologías.
El enfoque de transformación debe ser sistémico. Históricamente la investigación educativa ha puesto el peso del cambio educativo con TIC, en los hombros de las personas docentes. Sin embargo, estas enfrentan una serie de barreras en la dimensión personal y en la dimensión externa y que no son simples de superar, especialmente cuando exceden la capacidad de la persona docente y corresponden a otros sujetos y niveles como, el del estudiantado, el nivel administrativo, el nivel tecnológico y el nivel de gestión institucional. De seguro, los diferentes actores en los niveles mencionados tendrán sus propias barreras y obstáculos que inciden de una u otra forma en las posibilidades de lograr dicha transformación y la hacen un fenómeno aún más complejo.
La transformación debe tener carácter colaborativo y reconocer las múltiples miradas de, el menos, los actores mencionados; pero también de otros que puedan surgir. Esto significa que no solo los aspectos pedagógicos y tecnológicos deben desarrollarse para construir dicha transformación, sino que otros subsistemas, como el administrativo debe también estar lo suficientemente preparado. Resultará relevante superar la atención del fenómeno de la integración de las TIC en Educación desde perspectivas individuales o sectorizadas. De esta manera, los enfoques de desarrollo profesional tradicionales deben evolucionar a enfoques de desarrollo organizacional, un aprendizaje expansivo, centrado en la actividad pedagógica para el aprendizaje y no en la persona.
Una agenda de investigación educativa es imprescindible para la toma de decisiones. No solamente el uso de los resultados de investigación de otros contextos sino los resultados de nuestra propia investigación. Esta debe ser tanto teórica como en la acción, con enfoques teóricos y metodológicos que consideren una visión amplia, de transformación organizacional en las dimensiones pedagógica, tecnológica y administrativa; enfoques desde perspectivas sicológicas, sociológicos e histórico -culturales. Es necesario combinar la investigación que intenta demostrar la efectividad de aplicaciones para el aprendizaje, con aquella que estudia las condiciones contextuales y culturales para su implementación.
Estos elementos, pero seguramente otros más serán claves para buscar una transformación educativa que trascienda la tentación de centrar la mirada en lo digital. Debemos ser conscientes y lo suficientemente responsables como para no caer en una educación bancaria (Paulo Freire) modernizada. Ya no se trata solamente de la virtualidad, sino del rol mediador de las tecnologías para el aprendizaje y de su integración en los currículos desde los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que se deben tener de cara al uso de la tecnología como profesionales y como ciudadanos.
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