Nuestra región corre contra el tiempo para atender la pandemia, el hambre y el estallido social. En Costa Rica llegamos a este momento con altos y crecientes niveles de desigualdad, pobreza e informalidad laboral. Como circulaba de manera anónima en redes sociales “no estamos en el mismo barco: estamos en el mismo mar, unas personas en yate, otras en lancha, otras solo con salvavidas, y aún otras nadando con todas sus fuerzas”. Esta situación, que sin duda plantea un problema ético, hace peligrar la principal medida para hacerle frente a la pandemia: el distanciamiento físico. Una buena parte de la población tiene que elegir entre el riesgo de contagiarse o la certeza de pasar hambre.
Desde el 9 de abril, Proteger, un ingreso básico, es la principal herramienta estatal para abordar este dilema. Solo el propio día de su lanzamiento, la página web del programa recibió 1.726.000 visitas y más de 48.000 solicitudes. Es clara su necesidad.
La bomba de tiempo social
Según una estimación inicial realizada por el investigador Luis Ángel Oviedo (IICE-UCR), con solo los empleos en las ramas de actividad en las que la afectación es prácticamente total, como en el turismo, 200 mil personas ocupadas habrían perdido sus ingresos y 61.000 serían los hogares directamente afectados por esta pérdida de ingresos.
Contemplando todas las ramas de actividad en las que las pérdidas de empleo son del 10% o más, estaríamos frente a una pérdida o reducción de jornadas en 450 mil puestos de trabajo y a más de 300 mil hogares afectados. Dependiendo del grado de pérdida de ingresos, podríamos estar frente a un millón de nuevas personas en condiciones de pobreza.
Además, un millón doscientos mil personas en condiciones de pobreza que había en Costa Rica antes de la emergencia, enfrentan condiciones de vida aún más duras.
Estamos frente a una bomba de tiempo.
Con Proteger el país tiene la oportunidad de que su respuesta social a la pandemia, complemente la respuesta sanitaria desplegada desde el mes de febrero. Una transferencia monetaria es necesaria para que estas personas se alimenten, y complementario a asegurarles los servicios sociales básicos, incluyendo los de salud.
Sin embargo, para Proteger realmente, este plan necesita llegar a mucha gente y ser suficiente para al menos satisfacer las necesidades alimentarias.
Proteger no alcanza para comer
El INEC estima el costo de la canasta básica alimentaria urbana en ₡50.950 mensuales y rural en ₡42.420. El subsidio completo de Proteger es de ₡125.000, es decir, el equivalente a 2.5 canastas básicas alimentarias siempre y cuando la persona que recibe el subsidio, solo sea responsable de resolver sus propias necesidades alimentarias. Si en cambio esa persona tiene hijos, hijas, personas adultas mayores u otras personas a cargo, eso cambia.
Ocurre que solo en las ramas en que se han perdido casi todos los empleos, 7 de cada 10 hogares tienen al menos 3 integrantes y 4 de cada 10 tienen al menos 4 integrantes. Proteger sería suficiente para comprar los alimentos básicos de solo 3 de cada 10 de estos hogares. A la familia de 3 personas urbanas le faltarían ₡25.000 y a la de 4 le faltarían ₡75.000 para atender solo alimentación básica.
Además, entre estas familias hay miles, integradas solo por una madre y sus hijos/as, por lo que no habrá dos personas adultas solicitando subsidio.
En términos del monto, por lo tanto, Proteger se queda corto.
Agrandemos la cobija
Tenemos a las puertas un estallido social, no el de gente marchando por la calle, sino el que viene de la desesperación y se puede expresar, por ejemplo, en el asalto a un supermercado. Para prevenirlo, necesitamos priorizar el ingreso de las personas que lo han perdido todo o casi todo y los servicios públicos básicos que, como los de salud, se necesitan hoy pero también mañana. Esta pandemia podría herir de muerte los servicios de salud de la Caja del Seguro Social. Ya su presidente ejecutivo anunció una pérdida de ₡303 mil millones que tendrá el seguro de salud solo en los próximos meses. ¿Cómo enfrentaremos la próxima pandemia?
Cuando vemos las medidas de política pública aprobadas en el Congreso desde el inicio de la emergencia sanitaria, vemos que inmediatamente las empresas más grandes contaban con: una posposición del pago del impuesto de la renta hasta al menos diciembre; una posposición del pago del Impuesto al Valor Agregado (IVA) que continúan reteniéndole al consumidor, incluyendo en los alimentos, pero que pueden usar como propio por muchos meses; reducción ágil y sin ningún costo de jornadas de trabajo; y abaratamiento de costos laborales mediante menores pagos a la seguridad social.
Este es el momento en que estos sectores más formales de la economía y en particular las personas y empresas que más ingresos tienen, aporten a la solidaridad y al financiamiento del distanciamiento físico, de la prevención del hambre y de la garantía de la paz social. Según Forbes, solo las tres personas con más ingresos en Costa Rica entre las 35 personas más pudientes de Centroamérica, tienen ingresos por 2000 millones de dólares al año. Un aporte pequeño es lo que se impone para ayudar a quienes van nadando.
No es momento para debates ideológicos sobre el papel del Estado sino de financiar solidariamente la emergencia mediante mecanismos de emergencia. Guillermo Zúñiga, en su texto “Unidos, hoy más que nunca”, habla de un fideicomiso que reúna estos fondos y los administre con la participación de sociedad civil como contralora del uso de esos recursos públicos.
Necesitamos luces largas
La experiencia internacional nos muestra que solo saldremos adelante con un Estado capaz de ayudarnos a resolver y financiar colectivamente los tres grandes retos que enfrentamos. Esta no es una crisis que en unos pocos meses habremos dejado atrás. La élite económica de este país tiene mucho que perder si colapsa la paz social. Comprendiendo lo que verdaderamente está en juego y el alcance de los retos que enfrentamos, podrá estar dispuesta a hacer un aporte pequeño, que represente muy poco de lo que tienen, pero mucho para los que no tienen. Necesitamos una versión 2020 de lo que Costa Rica ya hizo en 1948.
La autora agradece a Priscilla Sibaja porque su transcripción de la entrevista del 14 de abril realizada en “Hablando Claro” (conducido por Vilma Ibarra, Radio Columbia), sirvió como base para la elaboración de este artículo.
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