En este momento, todos, absolutamente todos, tenemos la responsabilidad de aislarnos de las actividades grupales y del contacto continuo con terceros. Esto implica, como se ha comentado extensamente en medios de comunicación, realizar teletrabajo cuando sea posible, no asistir a reuniones sociales, deportivas o cultos, ni tener contacto físico con otras personas. Pero aún con estas consideraciones, hay excepciones en que es inevitable salir de la casa (comprar comida o medicamentos, o en ocasiones, ir a laborar). 

La intención de estas medidas es reducir la curva de infección del SARS-CoV-2, y de esta manera, evitar el crecimiento rápido de casos severos, que requieren de una atención médica intrahospitalaria, con el consiguiente riesgo de colapsar el sistema de salud nacional. El plan es que dentro de algún tiempo la mayoría de los ciudadanos hayamos estado en contacto con el virus, y por lo tanto, se estabilice el riesgo de transmisión para generar el COVID-19. 

En este último escenario estamos la mayoría de las personas en edades productivas y que gozamos de una salud libre de enfermedades crónicas mayores. Pero, ¿qué hacemos específicamente con las personas de alto riesgo?, ¿el manejo debería ser el mismo en todas las poblaciones? ¿Es viable un trato diferenciado dependiendo de la susceptibilidad de cada quien? ¿Cómo apoyamos a aquellos que tienen una orden sanitaria de aislamiento dada por el Ministerio de Salud por un contacto reciente, por un viaje hace pocos días, o porque dieron positivo por el SARS-CoV-2?

Es nuestro creer, que en el caso de los adultos mayores (en particular aquellos de edad muy avanzada o con fragilidad), los diabéticos o hipertensos, aquellos con problemas del corazón, con el sistema inmune comprometido o con enfermedades respiratorias severas, así como los portadores de cáncer, entre otras condiciones médicas, bien se debería de considerar el concepto de aislamiento cuasiabsoluto.

Esto implicaría que, en la medida de lo posible, no exista contacto con otras personas (hijos, nietos, ayuda doméstica, vendedores, etc.) por un periodo de 3-4 meses como mínimo. Esto obviamente estaría sujeto a lo que humanamente sea posible con respecto a los cuidadores (cuando corresponda), a cómo evolucione la situación de salud dentro del país y conforme lo determinen las autoridades. 

Así, de esta manera se estaría facilitando un santuario libre del virus para estas personas, mientras se generan círculos de inmunidad alrededor. A este concepto se le conoce como inmunidad de rebaño o grupal, y se estima que se alcance para el nuevo coronavirus específicamente cuando el 70-80% de la población haya sido infectada. 

Y entonces, mientras tanto, ¿cómo hacer para suplir las necesidades básicas de todos aquellos con aislamiento cuasiabsoluto? Nuestra propuesta es que cada comunidad, familia o conjunto de amigos se organice para definir un grupo de apoyo para aquellos más vulnerables, a modo de ser los encargados de llevarles regularmente la comida, los víveres desinfectados, los medicamentos o los artículos de necesidad básica.

Creemos que parte de nuestra responsabilidad cívica y ciudadana, que en este caso quizás podría ser conducida por líderes comunales, las municipalidades o congregaciones de diversas creencias, es la de organizar lo que llamaríamos equipos de solidaridad, que tendrían precisamente las funciones antes mencionadas. Esto se lograría tanto transportando los alimentos, o gestionándolos, cuando el caso así lo amerite, y apoyando emocionalmente, mediante diversos métodos y mecanismos, a pesar de las barreras físicas.

Esta práctica también aplicaría en el caso específico de las personas que tienen una orden sanitaria, ya sea porque tienen el diagnóstico confirmado del contagio de la enfermedad, porque estuvieron en la cadena de contactos, o porque realizaron un viaje recientemente. ¡En estos casos se requiere también muchísimo apoyo logístico y emocional!

Nuestra intención entonces es proteger a los grupos vulnerables de todo contacto con el SARS-CoV-2, o, en el peor de los escenarios, permitir que se descongestione el sistema de salud, para que en caso de un contagio posterior por una de estas personas, y en caso de que el virus se saltara la barrera inmunológica cercana, exista la disponibilidad de recursos materiales (como ventiladores o camas de unidades de cuidados intensivos), y humanos, para la protección y cuidados de alta calidad de quienes lleguen a padecer la enfermedad más adelante. 

Si usted, instintivamente, es parte de un equipo de solidaridad, tome consciencia, valórelo, valídeselo, y también, no dude en buscar ayuda de terceros. El autocuidado del cuidador es fundamental en esta función. 

Costarricenses, la invitación queda abierta. 

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