Recientemente, una publicación de la Asociación Costarricense de Juezas de Costa Rica en su página de facebook nos sorprende anunciando —como evento a ‘celebrarse’ (sic) en el marco del ‘Día Internacional de la Mujer’ (sic) y en las instalaciones del Colegio de Abogadas y Abogados de Costa Rica— un taller de automaquillaje. Días después, ante las críticas surgidas por la inconveniencia del tipo de actividad en una fecha que pretende conmemorar las luchas históricas que han dado nuestras ancestras para disminuir la violencia estructural y las brechas de género que nos siguen agobiando, se efectúa una nueva publicación aludiéndose a otro taller, esta vez “de manicure” y a un cine foro sobre la telenovela “Corazón Salvaje.

Además, en algunos de los comentarios en dichas publicaciones se pretende aleccionarnos al decirnos que: (i) las mujeres debemos ser sororas, sin criticarnos entre nosotras y respetando todos los gustos; (ii) la feminidad no excluye las luchas políticas y (iii) debemos preocuparnos por el autocuidado, pues solo así podremos desempeñar nuestras funciones sociales.

Por ello, quisiera dirigirme a quienes tomaron aquellas decisiones dentro de la Asociación Costarricense de Juezas de Costa Rica —organización a la que, de entrada, debo agradecer muchas de las luchas que han emprendido y reconocer la valía que representa estructurar un colectivo con tal propósito— pues, por el alto simbolismo que encierra el que aquellas manifestaciones surjan de un colectivo que agrupa a juezas de la República (de esta Segunda República en proceso de deterioro constante), es necesario abordar con mayor detalle, aun cuando, finalmente, el mensaje definitivo que pretenda darse sea exactamente el contrario. Es decir, esas publicaciones solo puedo entenderlas como parte de un “marketing” de publicidad inversa (basada en la psicología conductista, de cuestionables raíces epistemológicas) y no seriamente. Sin embargo, ni aún así me parece correcto el proceder de la citada Asociación, pues no todas las personas destinatarias de los primeros textos verán los sucesivos mensajes aclaratorios (de haberlos) y, en definitiva, se termina reforzando el contenido que debe combatirse sobre todo cuando el público destinatario no tiene toda la información para tomar posición.

Origen del Día Internacional de las Mujeres. El 8 de marzo fue el día institucionalizado en 1975 por las Naciones Unidas para conmemorar (es decir, para que todas y todos hagamos memoria) la lucha (siempre inconclusa) por los derechos de las mujeres, la cual tuvo varios eventos históricos desencadenantes sucedidos en ese mes: por una parte, el que durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de Copenhague, en 1910, se proclamó esta fecha, a propuesta de Clara Zetkin, para luchar por el sufragio de las mujeres del mundo, por lo que luego se fueron dando mítines en varias partes de Europa.

En ese contexto, el 25 de marzo de 1911 casi 130 mujeres trabajadoras de la industria textil, la mayoría inmigrantes, entre 14 y 23 años de edad, murieron en un incendio dentro de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York mientras reclamaban mejores condiciones laborales. Finalmente, en el período entreguerras, el 8 de marzo de 1917, las mujeres trabajadoras de la industria textil de San Petesburgo (Petrogrado) organizaron una huelga obrera que se unió al movimiento popular y acabó con la monarquía rusa.

En suma, se trata de una fecha para actualizar (i) una lucha-política iniciada para lograr derechos laborales y por el sufragio, pero que se ha trasladado a otras áreas al tener una matriz común (patriarcado) y (ii) una lucha-política-de-clase, que ha implicado evolucionar hacia la noción de “intersectorialidad” (hay condicionantes de etnia, de clase, de género, de orientación sexual, de religión, etc. que están relacionados). Por ende, es absolutamente impropio que se pretenda trastocar su significado, ya sea asumiéndolo como ‘celebración’ (cuando las brechas de género siguen creciendo y la violencia estructural contra las mujeres no se detiene, sino que aflora de nuevas maneras); partiendo de una noción universal y abstracta de “mujer”, en singular, pues estamos atravesadas por diversas ubicaciones y circunstancias y, peor aún, se trivialice con frivolidades que remarcan los estereotipos de género (regalos de electrodomésticos, flores y demás) que son los que han posibilitado que se perpetúe la desigualdad.

Autocuidado, ‘feminidad’ y patrones de belleza. Es cierto que el autocuidado es esencial en la vida humana moderna, sobre todo en la de las mujeres, quienes, producto de los patrones socio-culturales imperantes, terminamos asumiendo múltiples jornadas en donde nos dedicamos a la preservación de la naturaleza y de otros y otras, muchas veces a costa de nuestro propio bien-estar.

Como parte del concepto y de la libertad inherente al ser humano, una de las miles formas que este puede asumir sea el de comportarse conforme a los patrones de belleza del occidente actual. Pero considerar que el autocuidado se limita a maquillaje y manicure no es sino una forma simplificada de ver el mundo, pues implica desconocer la complejidad de manifestaciones en que se desarrollan las vidas de las mujeres, según la sociedad y el estrato social, étnico o de otras variables en que se ubiquen. Nótese que, al lado de aquellas, la citada Asociación no programa (ni difunde, con igual intensidad, de ser solo un movimiento publicitario) otras ‘formas de cuidado’ sino que apuesta por un solo modelo, pese a que, hoy por hoy, para una buena parte de mujeres en el mundo, el autocuidado consiste en preservar su vida en medio de conflictos bélicos o de la violencia intrafamiliar; en tener acceso a pan, agua o medicinas para mantenerse con vida o en poder efectuar labores como ir a la escuela o conducir un vehículo sin perder la vida en el intento. Además, asociar ‘maquillaje’ y ‘uñas’ a la ‘feminidad’ (y asumir esta como sinónimo de “mujer”) es desconocer los aportes del feminismo sobre lo que tal concepto encierra.

Sororidad y ausencia de crítica. La sororidad (neologismo derivado del latín ‘soror’, hermana) es un término eminentemente feminista que alude a la solidaridad de mujeres en la lucha contra la desigualdad de género y la violencia estructural. No implica, como puede creerse, eliminar la crítica sobre nuestros actos y omisiones, sobre todo cuando de unos y otros pueden surgir consecuencias impensables, como el creer que las juezas de un país, ya sea en forma real o a través de campañas publicitarias de cuestionables resultados, frivolizan las luchas históricas de sus ancestras y pares y contribuyen a perpetuar los estereotipos de género. La sororidad implica educarnos y luchar juntas para destruir el patriarcado, no para preservarlo y uno de los mecanismos que usa el patriarcado es la publicidad ligera.

Por ello, el que un grupo de mujeres con poder (porque quienes hemos tenido acceso a saberes tenemos alguna cuota de poder) y que, además, deben resolver conflictos en los que, en gran parte, están involucradas las vidas de mujeres de todos los sectores sociales, pretenda (ya sea porque la campaña sea real o porque use la publicidad inversa) no solo desconocer el significado histórico de la fecha, sino justificar aquel despropósito aludiendo a temas de autocuidado, pluralismo y tratando de desmovilizar la crítica en nombre de la sororidad, no es sino un error que debe ser reconocido y enmendado a la mayor brevedad. Yo, que no integro esa asociación pero sí soy jueza, así lo añoro. Los temas serios se tratan con seriedad. La lucha contra la desigualdad no es un tema publicitario ni de pose o marketing.

El opresor no sería tan fuerte

si no tuviera cómplices entre los propios oprimidos

Simone de Beauvoir

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