Hay 5 femicidios por mes. Es decir, asesinatos de mujeres donde las matan por ser mujeres.
Para el 2022, había 58.600 denuncias anuales por violencia doméstica, que aumentaron con las medidas de encierro de la pandemia por Covid 19.
Hace apenas 21 años – un pestañeo en la historia- se reconoció en nuestro país que podía existir la violación en el ámbito del matrimonio, cuando se obliga a una mujer a mantener relaciones sexuales contra su voluntad con su esposo. Antes de esta sentencia, este tipo de conductas se consideraba como parte del cumplimiento de las obligaciones maritales. La violación conyugal se incorporó en el Código Penal hasta el 2007.
Para esa misma época —inicio de los dos miles— ir a un baile, usar ropa “provocativa”, aceptar un trago o una invitación del violador; eran motivos para rechazar la existencia del delito de violación o atenuarlo. Se consideraba que la víctima se exponía voluntariamente al peligro y que hizo creer al violador que había consentimiento.
Por año, desaparecen 2.500 menores de 18 años, el 70% son mujeres. En uno de los casos más recientes, el hombre de 29 años con quién estaba tenía antecedentes por violación de una niña de 12 años. Sin embargo, el peso del juicio moral recayó sobre la adolescente, quien afortunadamente fue encontrada con vida.
Apenas en el 2016, políticos connotados consideraron que la ley que sanciona las relaciones impropias entre adultos y menores de edad era “demasiado” y que su efecto sería “devastador”.
Casi todas las mujeres recuerdan la primera vez que las tocaron o acosaron en la calle y en casi todos los casos, estaban empezando apenas la adolescencia. ¿Cómo se le explica a una niña que, apenas crezca, alguien la va a tocar o a hacerle comentarios asquerosos? El 60% de las mujeres costarricenses afirma haber sido víctima de acoso callejero
Por aplastante mayoría, las mujeres preferirían encontrarse a un oso que a un hombre en un bosque solitario.
Las mujeres van juntas al baño, no para chismear, compartir maquillaje o porque no sepan cómo llegar. Van juntas porque usualmente una “cuida” la puerta de la otra. Por esa misma razón, en muchas empresas, la limpieza del baño de mujeres está a cargo de otras mujeres “por si acaso”.
La vergüenza debe cambiar de lado.
En el 2021 —en plena pandemia— se alcanzó el número más alto de divorcios en Costa Rica: 145.000. Cada año se casan menos personas y se divorcian o separan más parejas.
43,7% de las madres en Costa Rica son jefes de hogar. De ellas, casi una tercera parte está por debajo de la línea de la pobreza.
Cada año, se presentan aproximadamente 40.000 demandas por pensión alimentaria. La mayoría de estas se fijan entre 50.000 y 100.000 colones por mes. Para referencia, el costo de la canasta básica para el 2025 es de casi 62.000 por persona. El más alto en los últimos 14 años.
70% de las mujeres que padecen de cáncer son abandonadas por su pareja. En Costa Rica, dos de cada 10 mujeres experimentarán cáncer de mama. Este cáncer, junto con el cáncer de cérvix y tiroides, son las causas más frecuentes de muerte en nuestro país.
7 de cada 10 de las personas a cargo del cuidado de adultos mayores son mujeres. El 90% de ellas no recibe ningún ingreso por estas labores. Dedican más del doble de horas por semana a labores domésticas y de cuido.
A las mujeres se nos educa para participar como cualquier otra persona en todos los ámbitos de la sociedad, a hacer oír nuestra voz. Pero se nos interrumpe con mucha mayor frecuencia que a los hombres.
Nuestra brecha de género ha venido disminuyendo desde el 2006. Para el 2024 nuestro porcentaje de brecha de género era de 78,5% colocándonos en el lugar 19 del ranking. Si sirve de consuelo, hay otros países en peores condiciones.
Esas exageradas representan el 40% de la población laboral. Y no exageran: las cifras lo demuestran. Dato mata relato.
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