“De palabra, obra y omisión”, así pecamos cuando nos referimos a comunicación. Todo comunica, desde la excusa incoherente que se le recitó con injusticia, a la acción del niño que cerró la puerta con violencia, y a quedarnos “callaitos” ante cualquier acto que denigre nuestra concepción de ética. Hablando de definiciones, y para no entrar en tecnicismos, nos encontramos al bien y al mal, enfrentados y distinguidos. ¿Qué es bueno para usted? Desde esa pregunta empezamos un poco “mal”. Resulta que lo que es bueno para usted, es bueno si no es malo para otro individuo. Sus límites llegan hasta los derechos de la otra persona. Sí, probablemente aquí todos hemos sido malos.

Sigamos hablando sobre comunicación, ese intercambio de ideas, receptor, emisor, y el resto de conceptos que nos enseñaron en la escuela. Resulta que era necesario profundizar más en las clases de español, ese cuaderno amarillo que no queríamos mucho, bueno, al menos en mi caso. Pues, no pasé de comunicación verbal y no verbal, nunca me explicaron cómo influye en mi vida el poder comunicarme. Ampliemos, cuando yo pienso en mi desarrollo personal, añoro haber conocido más sobre este tema desde pequeña. Pues resulta que la comunicación se trabaja, que los sentimientos se transmiten, que muchas veces que me quedé callada no debí hacerlo y otras veces que hablé de más debí optar por el silencio. Situaciones cotidianas que ahora son parte de pequeños grandes traumas y situaciones extraordinarias que responsabilizo de mis días “malos”, pudieron evitarse o apaciguarse si hubiera sabido comunicarme. Comunicarme conmigo, con mis familiares, con los vecinos, con desconocidos y conocidos que deseo no haber conocido, esto me hubiera ayudado un poquito. Pero ya dejémonos de males, que todas estas situaciones, no correctas éticamente, me tienen ahorita donde estoy. Que no sirva de excusa, y detesto el “lo que no te mata, te hace más fuerte”, pues el aprendizaje no tiene por qué venir acompañado de dolor, pero bueno, en mi caso y en el de muchos, es así.

He aquí la importancia del arte de comunicarse y de conocer los límites de la ética. Si como individuo se logran expresar las ideas encontramos la autenticidad. Este superpoder de ser quienes somos, así con todo y defecto, con las partes buenas y las no tan buenas. Entonces, comunicar con total libertad quién soy, apropiarme de mi vulnerabilidad y explotarla en creatividad, son la clave para mi desarrollo personal. Un momento, ¿dónde quedó la ética? No la dejemos botada, recordemos todo está permitido hasta que yo no irrespete la libertad de la otra persona. Pues, si mis pensamientos van a limitar la autenticidad de una persona, estoy incumpliendo los parámetros éticos.

Mucho yo, ¿qué pasa con la sociedad? Resulta que aquí destaca un fenómeno filosófico interesante. Empezamos con una gota aislada y terminamos en lluvia, por ende, cuando tratamos este problema de manera individual, trabajando los valores éticos y la comunicación, obtenemos un beneficio a nivel general. Pues este individuo, como ser social, crea y mantiene relaciones. Entonces, se va formando un concepto de lo que es correcto y se adopta por la sociedad. Un poco utópico, pero una comunidad compuesta por personas auténticas, asertivas y éticas, significaría progreso e innovación.

Identificar esta necesidad debería ser incentivo suficiente para fomentar el aprendizaje de la comunicación asertiva y de los valores éticos. Además, conocer sobre estos temas nos da una perspectiva más amplia sobre el papel de los medios masivos, la transparencia y el derecho a la libertad de expresión. Al parecer, el cuaderno amarillo de español podía llenarse un poco más. No pequemos de “palabra, obra y omisión”, tomemos el tiempo para comunicar, para entender nuestros sentimientos y respetar a quienes nos rodean.

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