Estando en el kínder me enseñaron a usar los colores primarios, a mezclarles, poco a poco entendí que hay bases y sobre ellas surgen nuevos colores, básicamente evolucionan. Es por eso que algunos años después comprendo que no puede haber verde sin azul y lo aplico no solo al pensar en la gama de colores, sino al hablar de la gestión sostenible y la conservación marina, más en un país con un amplio porcentaje azul (aproximadamente seiscientos mil kilómetros cuadrados ¡una locura! pero así es Costa Rica), pero que vive como si solo existiera el porcentaje verde.
No, no quiero decir que el verde no importa, quiero decir que para trabajar realmente ese verde es necesario voltearnos al azul, conocerle, quererle y protegerle.
Este porcentaje azul, ubicado en el Mar Caribe y en el Océano Pacifico, significa para Costa Rica una oportunidad enorme por la amplia diversidad biológica que hallamos en ambos, además de que estos ofrecen una serie de servicios ecosistémicos que sirven de forma directa a las comunidades costeras y de manera indirecta al resto de habitantes en el país. Con lo anterior no me refiero solo a la parte de recreación, porque es super emocionante ir a la playa, más en Costa Rica que tenemos paraísos a lo largo de nuestras costas, que para quienes crecimos con la oportunidad de estar cerca de la mar, esta significa felicidad y armonía, pero no, me refiero también a aquellos servicios que colaboran con la seguridad alimentaria, el flujo de ingresos y la regulación climática. Este último ha tomado mucha fuerza ante los escenarios por cambio climático, dado que los océanos son los principales sumideros de dióxido de carbono.
Increíble ¿no?, gracias a esos servicios que nos brindan los océanos a los seres humanos y al resto de la diversidad biológica, es que como país tenemos todo un desafío y una oportunidad por delante. Debemos, por ejemplo, comenzar a hablar de economía azul como agenda país.
Pero el escenario es complicado, ese porcentaje azul, al igual que en toda la región, peligra debido a algunas problemáticas que enfrenta de forma diaria, como lo son las prácticas de extracción insostenibles, la poca sensibilización sobre el tema y la alta contaminación, que probablemente visualizamos al ir a esas playas, pero que en realidad es peor el asunto. Una alta parte de esa contaminación no la vemos, sea porque su tamaño es microscópico o porque se encuentra en lo profundo del océano, sí, suena terrible, pero en las partes más profundas del azul costarricense ya hay contaminación, lugares que el ser humano viene “descubriendo” ya están invadidos por una mala gestión de residuos, ahí tenemos responsabilidad todas las personas.
Género y juventudes
Por lo anterior, es que cada año se realiza la conmemoración del Día Mundial de los Océanos, como una forma de sensibilizar al respecto y de llamar la atención a los países para que incluyan en sus agendas como tema prioritario, la gestión sostenible y la conservación marina. Este año el lema es “Género y océanos”, porque al igual que no puede haber verde sin azul, no puede haber una gestión realmente sostenible sin mujeres. Aquí es valioso comentar algo que he notado cada vez que trabajo con alguna comunidad costera, las mujeres son las más “apuntadas”, quienes se encuentran más conscientes sobre la importancia de trabajar en una línea sostenible, lo cual no es de extrañar, ellas son también las más afectadas por las consecuencias que derivan de una mala gestión.
A mí me queda claro que ningún avance en el tema sería posible sin la participación de las mujeres desde lo local, lo mismo pasa en la ciencia y en las tomas de decisiones, en nuestro país tenemos varias mujeres levantando la bandera azul desde varios espacios, mujeres luchando por impulsar estrategias de conservación o por implementar un modelo de desarrollo sostenible real, mujeres traduciendo la ciencia hacia un lado emocional, mujeres luchando desde sus comunidades, incluso la agenda institucional encargada de velar por nuestro porcentaje azul es llevada por una mujer.
Nosotras aportamos una perspectiva distinta, involucramos nuevos mecanismos de resolución de problemas, nos convertimos en promotoras de cambio, optimizamos los recursos (algunas hasta hacen magia con los recursos) y llevamos los procesos más locales, permitiendo una participación inclusiva.
Podemos entonces decir que los océanos son también una oportunidad para nosotras y que solo se avanza si es de forma inclusiva. Aquí entra otro factor clave —que también ha sido impulsado por mujeres— el enfoque intergeneracional, donde personas jóvenes, con el respaldo institucional y de las organizaciones Conservación Internacional y One Sea, han dado lugar a la campaña “Juventudes por los Océanos”, permitiéndonos posicionar sobre la mesa este tema tan valioso de como incluir a las personas jóvenes. En esta campaña de articulación y acciones locales, partiendo de la perspectiva de género, se busca dar lugar a estrategias de juventud sobre el tema de océanos (ojalá puedan participar de las actividades durante este 8 de junio y todas las que se vienen). De verdad que los océanos son inclusivos.
Es urgente comenzar a trabajar de forma concreta en torno a la inclusividad en los procesos, este año el Día Mundial de los Océanos nos brinda esta valiosa oportunidad con género y en Costa Rica hemos decidido empezar a trabajar género y océanos con un enfoque intergeneracional, por la necesidad de conservar los servicios directos e indirectos que nos brindan los océanos, por cada niña que al igual que muchas de nosotras descubrió en la mar una forma de vivir, por cada mujer que ha luchado por la conservación y porque la vida humana no puede seguir sin los océanos.
Ojalá podamos comprender como país, que no hay verde sin azul, y que no hay una gestión marina sostenible sin inclusividad.
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