Aprecie conmigo esta imagen. Forma parte de la “evidencia” que subió la Arquidiócesis de San José de lo que describió como “Imágenes del desorden y daños que dejaron oficiales del OIJ que participaron en los allanamientos efectuados el día de ayer en la sede de la Conferencia Episcopal”. Sí, es en serio. Sí, da pena ajena. ¡Cuánta violencia por amor de Dios! ¡Qué daños tan atroces!
No hay otra forma de describirlo: este es un despliegue de cinismo perturbante y una prueba más de que la Iglesia Católica, como estructura, considera que está por encima de la ley, que no son “iguales” ante la Constitución, que seguramente basta con un regaño del Papa y no con responder como todos los demás costarricenses al Estado de derecho. Tan es así que después de sus injustificados reclamos tuvo que salir el director del OIJ a recordarles que no, la sotana no es sinónimo de trato VIP. Un allanamiento, sea donde sea que se realice, responde a un solo protocolo. No hay un inciso que indique “en caso de que se allane a la Iglesia católica se tocará la puerta, se compartirá un café y acto seguido se acompañará a los sacerdotes en sus oraciones”.
En Turri un buen amigo solía decir: “tras de que debe, cobra” para situaciones como esta. Aplica claro, lo que pasa es que en este caso la deuda es la más atroz de todas: abusos y violaciones contra menores de edad sistemáticamente encubiertos por mucho, mucho tiempo.
La desazón no podría ir más allá, la mayoría de nosotros quedamos perplejos ante este espectáculo perpetrado por la Iglesia, jugando la carta de víctima en semejante escenario. Sin ir muy lejos esta misma semana trascendió que un predicador católico fue condenado a 30 años de prisión por violar en dos ocasiones a una niña de 12 años. Lean por favor con atención este extracto de la noticia:
Según la acusación, la mujer quería que la persona que tratara a la niña tuviera valores cristianos, por lo que fue a la Curia Metropolitana y ahí le recomendaron a Villalobos.
No solo el individuo resultó no ser psicólogo, terapeuta ni nada que se le parezca, resultó además ser un violador de menores. ¿Cómo es posible que algo así suceda y nos quedemos impávidos? ¿Hasta cuándo vamos a tolerar semejante nivel de negligencia e irresponsabilidad de parte de una estructura de poder en la cual tantas personas confían... ¡a sus propios hijos!
En medio de la tristeza generalizada que hemos sentido a partir de las denuncias que han trascendido (una tras otra) en las últimas semanas aparece un expresidente de la República (Miguel Ángel Rodríguez) y, aludiendo al allanamiento, escribe: “Este circo es oprobioso Seamos solidarios con los obispos”.
No le demos muchas vueltas: leer eso duele. Jode. Fastidia. Tenemos a una de las personas en las que los costarricenses más han confiado (lo suficiente para llevarlo a la presidencia) cuestionando al Ministerio Público y desconociendo el dolor de las víctimas sugiriendo que nuestra solidaridad debe de estar con... ¡los obispos!
Sobra que sea yo quien ponga a don Miguel Ángel en su lugar. El propio Michael Rodríguez (quien tuvo la valentía de poner la primera denuncia contra el exsacerdote Víquez, prófugo de la justicia acusado de abuso y violación de menores) lo hizo y le escribió:
“Sr. Expresidente Rodríguez, mi nombre es Michael Rodríguez, soy quien el 15 de Mayo del 2018 puso la primera denuncia por abusos sexuales cometidos en mi contra por el exsacerdote Víquez , di mi cara para denunciar públicamente estos delitos ante los costarricenses ¡para evidenciar y evitar que esto siguiera sucediendo! La presenté precisamente a los obispos como los que usted defiende en su comentario, específicamente al arzobispo Quirós, quien conocía de estos delitos desde el año 2003 y 15 años después nos dice que no tuvo la experiencia en aquellos tiempos para actuar y que cuando fue arzobispo ¡se le paso el asunto! Ahora miente de que nos dijera eso¡ así como han mentido en muchas cosas más! Yo sí le creo al Ministerio Público, ¡la Iglesia católica costarricense no se cansa de revictimizar con sus actuaciones! Le invito si así lo desea a que personalmente le muestre con pruebas contundentes que las víctimas hablamos con la verdad. No se convierta en uno más que quiere permanecer ciego ante los delitos sexuales a menores y su encubrimiento”.
No hay nada más que decir. No podemos ser cómplices del cinismo, del abuso, de la caricaturización del trauma que han sufrido las víctimas y del encubrimiento desalmado de múltiples casos que han sido denunciados —imaginémonos los que siguen en silencio— desde hace mucho tiempo. La Iglesia ha llevado esto demasiado lejos, presentarse como la “pobrecita” denunciando “abusos” en el allanamiento con fotografías tan ridículas como la recién aludida solo habla desde hasta dónde pueden llegar quienes históricamente han abusado de su posición de poder. Tenemos que, como pueblo, ser capaces de decir: hasta aquí. Basta. Es inadmisible que un costarricense que ocupó el más alto cargo de la República pretenda vernos la cara de imbéciles sugiriendo que tenemos que tener compasión con los curas porque les desacomodaron los papeles de la oficina. Esta investigación debe llegar hasta las últimas consecuencias y todos aquellos que hayan abusado de cualquier manera de las personas más vulnerables de nuestro país deben de responder a las leyes humanas, que, gracias a Dios, suelen ser mucho más efectivas que las divinas...