El artículo de esta Navidad para Delfino.cr lo escribo como una evocación de Dilexi te, la primera Exhortación Apostólica del papa León XIV, construida sobre lo que su antecesor, el papa Francisco, venía preparando como “una exhortación apostólica sobre el cuidado de la Iglesia por los pobres y con los pobres”.
Se ofrece así un nuevo ejemplo de la continuidad del magisterio de la Iglesia, como ya había sucedido cuando el papa Francisco concluyó la encíclica Lumen fidei, iniciada por el papa Benedicto XVI. De esta manera, el papa León XIV hace realidad la intención expresada por Francisco de que “todos los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres”.
La Navidad es la celebración del amor de Dios, que por ese amor hacia nosotros se encarna como un pobre y desvalido Niñito en el seno de la Virgen María, una humilde joven del olvidado Nazaret. Nace en un inhóspito pesebre de Belén, un pequeño poblado de una “poco importante” provincia del poderoso Imperio Romano. Desde su misterioso nacimiento, Jesús, Dios y Señor nuestro, se abaja y manifiesta su amor haciéndose pobre y cercano.
El grito de los pobres
Dios oye el grito de los pobres. La Sagrada Escritura nos lo recuerda en la revelación a Moisés junto a la zarza ardiente: “He visto la opresión de mi pueblo… he oído sus gritos… conozco sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo” (Éxodo 3,7-8). Dios se muestra solícito ante la necesidad de los pobres: “clamaron al Señor, y él hizo surgir un salvador” (Jueces 3,15).
La respuesta plena de Dios es la Encarnación y el nacimiento del Niñito Dios, que celebramos con gratitud cada Navidad y, en realidad, cada día.
Amor, unión y trabajo con y para los pobres
Dilexi te, desde su mismo nombre, nos habla directamente al corazón. Nos recuerda que Dios nos ama y que a cada persona que sufre le recuerda personal y directamente que Él la ama. Sin embargo, enfrentamos la triste realidad de que, aunque eliminar la pobreza sea uno de los Objetivos del Milenio que esta exhortación celebra, estamos aún muy lejos de alcanzarlo.
El documento señala con fuerza:
La condición de los pobres representa un grito que interpela nuestra vida, nuestras sociedades, los sistemas políticos y económicos, y especialmente a la Iglesia. En el rostro herido de los pobres encontramos el sufrimiento de los inocentes y el mismo sufrimiento de Cristo… existen muchos rostros de la pobreza”.
Dios opta por los pobres
El papa León XIV firmó esta exhortación el día de la fiesta de san Francisco de Asís, recogiendo su legado de pobreza evangélica como camino de cercanía con Cristo y con los pobres. Desde la Iglesia primitiva, la comunidad cristiana ha sido llamada a servir con amor sincero a los más necesitados.
Dilexi te afirma que se puede hablar de una “opción preferencial de Dios por los pobres”, y que esa opción “genera una renovación extraordinaria”. Por ello, declara con claridad que “los pobres están en el centro de la Iglesia”.
Causas estructurales de la pobreza
La exhortación señala que la pobreza no es solo fruto de la falta de caridad personal, sino también consecuencia de estructuras económicas, políticas y sociales que han acumulado los efectos de la ausencia del amor debido al prójimo. Advierte que vivimos en sociedades marcadas por profundas desigualdades que favorecen a los más fuertes, por una visión de la vida centrada en la acumulación de riqueza y por reglas económicas eficaces para el crecimiento, pero no para el desarrollo humano integral, generando riqueza con inequidad.
El papa León XIV critica además políticas “hacia los pobres, pero nunca con los pobres”, y advierte que así “la democracia se atrofia y deja fuera al pueblo en su lucha por la dignidad”. Estas afirmaciones recuerdan las palabras de san Juan Pablo II, quien señalaba que el instrumento más importante para superar la pobreza es la fuerza y la capacidad de los propios pobres.
La doctrina social de la Iglesia
El amor a los pobres que nos enseña Cristo no debe quedar solo en el llamado a nuestra acción personal directa en favor de las personas pobres. Es también un llamado a construir un orden social, económico y político en el que el crecimiento contribuya efectivamente al bien común. De esta manera, el amor a los pobres se convierte en un mandato de transformación institucional.
Dilexi te insiste en que el solo compromiso asistencial es insuficiente y que es necesario remover las causas estructurales de la pobreza, promoviendo estructuras justas que garanticen participación, equidad y desarrollo humano integral.
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Sin duda, el milagro de la Navidad —el Dios que se hace Niñito pobre— no puede dejarnos indiferentes. Tiene consecuencias personales, pero también sociales, económicas y políticas. El amor de Dios que se hace Niñito, como nos recuerda Dilexi te, es una llamada a acercarnos a los pobres y a transformar las realidades que los empobrecen, asumiendo nuestra responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa, orientada al bien común y a la opción preferencial por los pobres.
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