Desde los años 80 estudio sobre los derechos de las mujeres a partir de preguntas muy básicas que todas deberíamos hacernos: ¿por qué se nos cataloga de tontas y limitadas intelectual y físicamente? ¿Por qué debemos demostrar nuestras capacidades intelectuales si representamos más del 60% de la población universitaria hoy día y solemos ser destacadas trabajadoras? ¿Por qué se nos denomina sexo débil si vivimos muchos más años que los hombres? ¿Por qué ganamos hasta un 20% menos teniendo iguales conocimientos y habilidades?, por qué, por qué, por qué…

Muchos de esos porqués surgieron en los 80, especialmente alrededor de la fecha del 8 de marzo, cuando poco se hablaba del significado de este día. Han pasado 35 años subidas y bajadas en el desarrollo del feminismo para llegar a la segunda huelga legal y general de mujeres en España, que reclama la igualdad real de oportunidades entre mujeres y hombres e invita a las sociedades y países alrededor del mundo a sumarse a esta iniciativa.

De donde venimos

En los 80 se consolidaba la tercera ola del feminismo, el contemporáneo –la primera ola corresponde al feminismo ilustrado surgido desde la Revolución Francesa hasta mediados del siglo XIX, y la segunda al feminismo liberal sufragista que va de mediados del XIX hasta los años 50 del XX—, que lucha contra el estereotipo sexual de las mujeres, donde declaramos que lo personal es político y demandamos la disolución del patriarcado como ideología global, social y cultural. Esta tercera ola puso en el debate público la violencia de género, los derechos sexuales y reproductivos, la igualdad en todos los ámbitos sociales, económicos y culturales, y fue el que empujó y abrió espacios a las diversidades, el multiculturalismo, la sororidad y el debate intenso alrededor de las diversas corrientes de feminismo.

Aupadas por el entusiasmo que emana de la conmemoración de esta segunda huelga feminista, que procura visibilizar el trabajo fundamental y no valorizado que hacemos las mujeres en el planeta, conviene revisar algunos aspectos de los orígenes del feminismo como movimiento social y los estudios de género como campo interdisciplinario que revisa las relaciones entre los géneros y el poder, porque hoy más que nunca debemos revisar los orígenes para no perdernos en las palabras y los conceptos.

Contra qué luchamos

La primer gran aclaración política y social es que la lucha por la igualdad no es una lucha anti-hombres, sino anti-patriarcado. En efecto, el patriarcado como ideología se ha consolidado a lo largo de siglos y sus efectos sobre toda la humanidad los padecemos de una u otra forma; perjudica a todos los estratos sociales y todas las personas y ese es el foco de disputa del feminismo.

Estamos en contra de la ideología que forma y deforma cultural y socialmente a los varones, para ejercer violencia y poder desmesurado y que han salido a flote con movimientos como #Metoo y #Niunamenos, entre tantos otros.

También es necesario aclarar la lucha por las acciones afirmativas por la igualdad, denominadas deliberadamente y perversamente “cuotas”, y que solo consiguen confundir conceptos. Es muy común escuchar a destacadas lideresas políticas contemporáneas afirmar que no creen en las cuotas obligatorias para acceder a cargos políticos para las mujeres, porque ellas deben ser escogidas por su capacidad y no por ser mujeres, “que está por ser mujer y no por sus talentos” (20Minutos, 8, 2019). Sin las acciones afirmativas sería muy difícil tener más mujeres en puestos políticos, de liderazgo y de dirección en casi cualquier ámbito público y privado. No vayamos muy lejos, la capacidad profesional de candidatas y candidatos a los puestos de magistratura del Poder Judicial no son los que se han tomado en cuenta para llenar las vacantes de las salas.

Es lamentable el desconocimiento de esas lideresas de los conceptos básicos del feminismo de la igualdad. Cantidad de estudios académicos de primer nivel dan cuenta de la necesidad de las acciones afirmativas para que las mujeres podamos acceder a cargos públicos y privados de liderazgo. Ejemplos sobran, pero cabe recordar que la comunidad científica y la Academia del Nobel ignoró por años a Marie Curie por ser mujer, a pesar de la evidencia de su trabajo, su cerebro privilegiado y capacidad.

Los errores en la comunicación global

Ya desde los 80 se señalaba el poder de la palabra, la imagen y la influencia de los medios de comunicación y la publicidad sobre las corrientes de opinión y hoy sigue más vigentes que nunca y poco se hace al respecto. Es urgente enseñar conceptos de género con ejemplos aplicados a la elaboración de la agenda noticiosa al oficio del periodismo, tan confundido y denostado en los últimos años y especialmente después de La Nación del domingo 3 de marzo y su famosa noticia acerca de un odioso caso de violencia de género y violencia sexual.

En la formación periodística y de cualquier carrera u oficio actual es fundamental la introducción de los estudios de género como categoría de análisis, tal y como el movimiento global de mujeres lo demanda desde el currículo de la enseñanza básica obligatoria.

Al estudiantado de periodismo de cualquier universidad nacional e internacional no se le enseña prácticamente nada de género como categoría de análisis de textos informativos –y bastante que les ayudaría—; tampoco se les explica la necesidad urgente de buscar mejores y diversas fuentes especializadas más allá de las que las agencias de comunicación y relaciones públicas quieran imponer o sugerir. Menos aún se comparte desde las jefaturas ya que en la dinámica de las salas de redacción actual, no hay espacio para la reflexión. Esta es una de las consecuencias de este vacío formativo.

Y estas consideraciones de capacitación también atañen a las vocerías de las instituciones públicas, no gubernamentales y privadas. Los profesionales en comunicación muchas veces acuñan términos que vienen de sus fuentes, como sucedía en el Organismo de Investigación Judicial con un director anterior que era adepto al término “crimen pasional” para referirse a la violencia de género, y nunca quiso corregirlo.

Es por eso que análisis de contenido sobre la presencia femenina en los medios de comunicación tradicionales y online no arrojen ningún cambio en su tratamiento con respecto a las necesidades y voces de las mujeres, en el último cuarto de siglo. Este es un tema pendiente y urgente para corregir los prejuicios de género que prevalecen aún en nuestra cultura.

Este 8 de marzo, al informarse de las acciones desarrolladas a escala global a través de los medios de comunicación y las redes sociales, pongamos atención a los conceptos básicos que he compartido aquí y demandemos un periodismo y una información bien tratados y con nuevos enfoques y voces. Estamos en los albores de la cuarta ola feminista y la mitad de la población del planeta se lo merece.

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