¿De qué va la entrevista de hoy?

Para mí es muy importante decir que, cuando estamos hablando de aborto no estamos únicamente hablando de violaciones a los derechos de Ana y Aurora, sino también los de sus familias. Y creo que es un aspecto que se ha dejado de lado

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Una de mis primeras películas favoritas de la adolescencia es American History X. La historia contada en la cinta, que interpreta Edward Norton, es sobre cómo un neonazi americano, luego de salir de la cárcel, lucha porque su hermano no siga los pasos del odio.

Entre las escenas que más me impacta, ocurre cuando el personaje de Norton, Derek, está en la cárcel y su madre lo visita. Para ese momento, Derek aún no había cambiado su manera de pensar y lleno de odio hace pasar un mal rato a su mamá. Ella le dice algo como “¿crees que estás aquí adentro solo Derek?, yo estoy contigo”, haciéndole saber que también sufría por él.

Toda esta introducción es para decir que, en la medida que nosotros (as) atravesamos por un episodio traumático, también nuestras familias. Sin duda. Y esta también es la experiencia de quienes rodearon a Aurora y Ana, las dos mujeres que tienen a Costa Rica en un eventual litigio en la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la no aplicación de un aborto terapéutico.

Ambas mujeres, cuyos nombres reales no son esos, ya no conceden entrevistas, pero es relativamente sencillo comunicarse con su abogada, Larissa Arroyo Navarrete.

LA ABOGADA

El motivo de mi encuentro con Arroyo es intentar reconstruir los hechos en un breve relato, pues actualmente la historia está desagregada. Recordemos que ya se cumplieron más de 10 años del caso de Ana.

La idea no es solo hablar por hablar, la idea es sacarle provecho a las amargas experiencias de las dos mujeres, para entender desde la perspectiva humana, por qué es imperativo regular las condiciones para interrumpir un embarazo que, de todas maneras, será infructuoso.

Como de costumbre, a mi entrevistada hago una gran pregunta inicial y me dedico a escuchar el resto del tiempo. En caso estrictamente necesario intervengo con alguna pregunta. Si usted es de esas personas que no termina de entender por qué es necesaria la Norma Técnica para el Aborto Impune, esta es una buena oportunidad para que nos lea.

En algunos espacios públicos, particularmente en los que se manifiestan a favor de la diversidad sexual y de los derechos reproductivos femeninos, el nombre de Larissa Arroyo Navarrete es conocido.

Debo decir que, a pesar de que conocía su nombre desde hace ya mucho tiempo,  no le tenía una cara, ni una voz asociada. No creo haber visto ni siquiera una foto suya nunca.

Entonces, cuando la vi todo fue nuevo. Su corta estatura hace armonía con su cabello rojo. Y, el tono de su voz la describe como alguien que, no solo ha conversado mucho acerca del tema, sino también, como alguien que conoce en primera persona los casos de Ana y Aurora. Habla enfáticamente durante casi toda la entrevista.

LOS ROSTROS

“En el 2015, con otras colegas, fundamos ACCEDER, y a partir de ahí, en conjunto con el Centro de Derechos Reproductivos, representamos los casos”, cuenta Arroyo, quien únicamente llevó el caso de Aurora en instancias nacionales, no así en el litigio internacional, como sí lo hizo en el caso de Ana.

Aurora es una mujer que al enterarse del caso de Ana, solicitó ayuda legal y presentó una demanda contra el Estado costarricense por no proceder con la interrupción de su embarazo.

Su historia se remonta a junio del 2012, a sus treinta y pocos años, tuvo la lamentable noticia de que su embarazo era de alto riesgo. El diagnóstico que le dieron fue de 'posible síndrome de abdomen pared'.

“Es una multiplicidad de síntomas donde, por ejemplo, en lugar de piernitas el feto tenía como un colochito, por así decirlo. Tenía diferentes malformaciones. Además, el síndrome de abdomen pared muchas veces tiene que ver con que los órganos del feto están expuestos”, explica Larissa.

Efectivamente, como recuerda la abogada, el diagnóstico que los médicos del Hospital Calderón Guardia le dieron a Aurora, significa que, el feto tenía la cavidad abdominal abierta y órganos como el corazón y el hígado expuestos, sus piernas tampoco se formaron.

El caso de Ana (que se remonta al 2007) no es más alentador, pues su feto presentaba anencefalia, es decir, no tenía el cerebro del todo formado. Condición incompatible con la vida.

“No voy a explicarlo en términos médicos para que te podás hacer una idea. El feto tenía una especie de huequito en el cerebro. Entonces, era imposible que la criatura sobreviviera”, concluye.

VIOLENCIA OBSTÉTRICA

Nuestra entrevista tiene lugar en la casa de la abogada. En el onceavo piso de una torre al este de la capital, San José. Nos acompaña su perrito y Eduardo, nuestro fotógrafo. Larissa se sienta en el sillón grande y yo en el pequeño.

Minutos después de que nuestra conversación inicia, salta a la luz otro mal, casi patológico, asociado al embarazo: la violencia obstétrica.

Durante el 2015 se prendieron algunas alarmas al respecto. De hecho, el ex diputado Mario Redondo presentó un proyecto de ley titulado Ley Para Proteger a la Mujer Embarazada y Sancionar la Violencia Obstétrica.

Redondo consideró que, “la violencia obstétrica, está relacionada con la falta de respeto por la autonomía de las pacientes y su derecho a la información; con la deficiente atención y acceso de las mujeres a servicios de salud reproductiva de calidad, así como con los fallos del sistema social de salud para atenderlas durante el embarazo, el parto y el puerperio”.

Dato D+: puerperio es el período que dura la recuperación completa del aparato reproductor después del parto.

Aunque las intenciones de este proyecto de ley se podrían considerar justas, lo cierto del caso es que recibió dictamen unánime negativo, entre otras cosas, por que lo que el texto buscaba regular ya está regulado; y porque el Congreso no puede dictar a una institución autónoma, como la Caja, qué y cómo hacer las cosas. El informe de Servicios Técnicos indicó que esto podría rozar con el numeral 73 de la Constitución Política. El proyecto fue archivado.

¿Qué han generado los casos de Ana y Aurora?

—Ese detalle es importante porque, a raíz de los casos, las mujeres vienen diciendo 'esto también me ha sucedido a mí'. La importancia de los casos de Ana y Aurora, más allá del tema del litigio, tienen que ver con el impacto para que otras mujeres tomen conciencia de que eso [no recibir atención oportuna] es violencia.

También, queda muy claro que las mujeres no sabemos identificar este tipo de violencia, porque hasta hace muy poco que se empezó a hablar de violencia obstétrica. Y si bien todavía hay violencia obstétrica, creo que, empieza a haber una conciencia entre las mujeres de las cosas que el personal médico no debería hacer.

Por esto apostamos por una cultura de denuncia. Darle a las personas las herramientas para que puedan denunciar, y de alguna manera presionar al Estado para que atienda estas necesidades.

Lea además: Alto a la violencia obstétrica

¿Cómo responde el Estado ante estas denuncias?

—Cuando yo empecé acompañar a Aurora a las citas, definitivamente lo más inquietante fue que, por ejemplo, cuando fuimos a la Defensoría de los Habitantes a interponer el caso, la persona que nos atendió dio por un hecho que no había solución, nos dijo 'no, con eso no se puede hacer nada'.

Esto lo recalco porque, es importante señalar que el sistema estatal no está preparado para enfrentar este tipo de denuncias. El acceso a la justicia no sólo debería verse en la parte formal [tribunales], sino también la parte administrativa.

ABORTO, UNA MALA PALABRA

Hace algún tiempo tuve la oportunidad de trabajar con una mujer que al sexto mes de embarazo renunció a la empresa. Sin mayor intromisión le pregunté a algunos compañeros que por qué se había ido.

Realmente nadie me contestó, pero un par de semanas después de la renuncia, y cuando ella llegó a retirar la liquidación, me contó que su hija en gestación tenía una condición médica que la condenaba a no sobrevivir cuando saliera del vientre.

Una malformación en el corazón dictó que, una vez cortado el cordón umbilical, la niña moriría. Las palabras de aquella mujer, entre lágrimas, fueron que se debatía entre la razón y la esperanza.

Aún así, el daño emocional ya estaba hecho. No pudo continuar con su trabajo ni atendiendo a su otra hija pequeña. Yo por dentro simplemente no podía creer que la hicieran continuar con la gestación. Un proceso simplemente innecesario, desde cualquier punto de vista.

El aborto en estos casos no es más que una intervención terapéutica para la madre. El caso de mi ex compañera, es igual que los casos de Ana y Aurora. Todas ellas querían ser madres.

“No estamos hablando de que ellas no querían ser madres y estaban buscando la forma de abortar. Estamos frente a casos donde, desgraciadamente, la medicina y no tiene posibilidad de resolver el diagnóstico”, aclara Larissa.

¿Cómo afectó a estas mujeres el hecho de tener que continuar con un embarazo de un bebé que no tenía chance de sobrevivir?

—En el caso de Aurora, ella tuvo manifestaciones en su salud emocional. Se dirigió a la psiquiatra y demás; incluso uno de los médicos del área [de maternidad] nos había dicho que si le llevábamos un dictamen de la psiquiatra le podrían hacer la intervención, sin embargo, luego de llevárselo [el dictamen] nos dijo que no iban a proceder. Nos engañó.

Ese doctor que la atendió, y lo recuerdo perfecto porque yo estaba ahí, le dijo que, definitivamente, en su caso, lo que correspondía era la interrupción del embarazo, pero que en Costa Rica no se permitía.

Entonces, cuando yo le dije lo del Código Penal [artículo 21], él me dijo que debíamos hablar con el superior.

¿A qué voy con todo esto? que incluso cuando el propio médico estaba de acuerdo [en la interrupción del embarazo], él creía que no era permitido. A partir de esto entendí que, hay un profundo desconocimiento jurídico del personal médico en materia de derechos sexuales y reproductivos.

Dato D+: En Costa Rica, la Ley General de Salud carece de un capítulo sobre derechos sexuales y reproductivos de la mujer. Si desea ampliar, puede leer la entrevista con Patricia Mora Castellanos aquí.  

En lo que Larissa me está contando la experiencia de ambas mujeres, es notorio cómo sus achinados ojos se van abrillantando de a poco. Yo por mi parte, para mantener la distancia entre periodista y entrevistado, bajo el nudo en mi garganta con tragos de café.

Palabras más, palabras menos, y sin ánimos de caer en la re-victimización, Ana no ha podido superar la ocurrido. En dado momento perdió su trabajo y a su pareja. Por algún tiempo tuvo que salir del país. Su experiencia fue tan traumática que, incluso, se esterilizó para no quedar embarazada nunca más.  

Por otro lado, Aurora ha corrido con mejor suerte. Su red de apoyo familiar ha sido un pilar fundamental en su recuperación, aunque sigue teniendo problemas al socializar y sufre de ansiedad.

En ambos casos, según la abogada, el Estado les falló. Pero no solo a ellas, sino a todas las mujeres que han pasado por una situación similar.

“Para mí es muy importante decir que, cuando estamos hablando de aborto no estamos únicamente hablando de violaciones a los derechos de Ana y Aurora, sino también los de sus familias. Y creo que es un aspecto que se ha dejado de lado.

Aurora tiene una familia que la apoya muchísimo, cada vez que hay una actividad se hacen presente y demás. Pero en el caso de Ana, pues no, ella incluso tuvo que irse del país. Definitivamente ella siente que su vida se destruyó.

¿Y todo por qué? Porque le negaron el aborto de un feto que no iba a sobrevivir, ¿qué fue lo que se ganó aquí?, ¿cuál vida fue la que salvaron? No hay nada”, se responde a sí misma, la también defensora de derechos humanos.

NORMA TÉCNICA

Para finalmente aterrizar la entrevista de hoy, el relato nos lleva a conversar sobre la Norma Técnica para el Aborto Impune. Una norma que había quedado lista desde el gobierno de Luis Guillermo Solís, pero que a última hora el ex presidente decidió no firmar.

“Ellas se reunían con Luis Guillermo [Solís], y él con un discurso muy bueno, les decía que ninguna mujer debía pasar por eso. Que aprobarían la Norma pronto.

Tuvimos una millonada de reuniones, Cancillería, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, hasta que, se agotó el tiempo. Las elecciones estaban por llegar  y el gobierno cambió de opinión. Ahí fue cuando nos levantamos de la mesa y continuamos por la vía de la Comisión Interamericana, como habíamos venido, antes del acuerdo amistoso.

Nosotros sabemos que estos casos pueden durar hasta 12 años. Sabemos que nos espera un largo camino para poder llegar alguna solución”. dice una resignada Larissa.

Más allá del caudal político que esto pueda significar, ¿por qué siguen discutiendo sobre la necesidad de aprobar la Norma?

—Una vez que estábamos haciendo una manifestación frente al Hospital [Calderón Guardia] salió un médico y nos preguntó, 'para qué están haciendo eso'. Dijo que 'únicamente deben ir a la farmacia a comprar ciertas pastillas para arreglarlo'. Yo me le quedé viendo, le dije que la Caja se lo debería aplicar [el aborto] y me dijo que era culpa de nosotras por haber hecho público el caso, que por esa razón ningún médico iba a querer practicar el procedimiento.

Es decir, también este médico estaba consciente de que ella [Ana] necesitaba un aborto terapéutico, pero también de que nadie se lo aplicaría por miedo. Por eso, necesitamos una Norma Técnica, para brindar seguridad jurídica al personal de salud.

¿Por qué miedo, si en algunos casos sí se han aplicado abortos terapéuticos?

—Claro, pero depende de quién sea el doctor o doctora. Básicamente el problema con esto es que, si me toca la doctora A, puede que me vaya súper bien, pero si me toca el doctor B puede que me vaya súper mal.

El sistema de salud no puede estar sujeto a la voluntad del personal médico, [el aborto terapéutico] debería estar regulado. Es más, todo en la Caja está regulado.

Estaba revisando los lineamientos de la OMS [Organización Mundial de la Salud] y se regula hasta qué se debe tener en una sala de operación, un algodón, tres agujas, un no-sé-qué, etc. Todo está regulado. ¿cómo van a decir que no se necesita regular el aborto porque es un tema muy complicado?

Adicionalmente a esto, he venido manifestando que a nivel universitario no se educa sobre cómo, ni en qué casos, realizar un aborto terapéutico.

En una actividad que me invitó el propio Colegio de Médicos, me llamó mucho la atención que en algún o algún momento dije que el personal de salud no sabe cómo aplicar el aborto. Uno de los doctores me dijo que yo estaba equivocada, que ellos sí enseñan, e inmediatamente otro doctor se levantó y dijo que no era cierto, que ellos 'no enseñan para matar'.

Entonces, nuevamente reafirmo que, el personal de salud no está capacitado técnicamente para realizar un aborto bajo las mejores condiciones.

¿Cuáles serían las mejores condiciones?

—El uso de medicamentos, como el misoprostol, que es el recomendado por la OMS. Eventualmente, en el peor de los casos, un AMEU [Aspiración Manual Endouterina]. Pero, usualmente lo que se hace es un legrado, que además, tiene un costo mucho más alto y la recuperación es más difícil para la mujer.

Pero las problemáticas van más allá de cómo se aplica. El hecho de que a Ana y Aurora las pusieran en una sala de maternidad, con mamás y bebés mientras ellas estaban en duelo, es una crueldad.

Esas son el tipo de cosas que también deberían regularse. Indicar que no se puede llevar a una mujer que acaba de tener una pérdida, a una sala de maternidad con 12 bebés. Esto es lo que un protocolo se podría indicar, por ejemplo.

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De toda esta conversación dos temas quedan dando vueltas en mi cabeza: la incapacidad que tiene la clase política del país para atender los problemas de salud reproductiva de la mujer, y la situación de injusticia social aquí implícita.

Porque, en caso de que una persona con recursos económicos sea diagnosticada con un embarazo inviable, esa persona podría salir del país a realizarse el procedimiento. Pero, si esto le sucede a una mujer de escasos recursos la historia es otra.

A la problemática de la no aplicación del aborto terapéutico, abiertamente y sin miedo, se le suma la falta de información al respecto.

“Existe un registro difuso de los casos de aborto terapéutico. La Caja no tiene una lista de cuantas personas lo han solicitado, a cuántas personas se lo he negado, etcétera. Claramente, cuando no hay información es mucho más difícil hacer política pública”, señala Arroyo.

Ante la afirmación de Larissa, solicité a la Caja información sobre:

  1. Cantidad de abortos terapéuticos hechos a pacientes en hospitales de la C.C.S.S., 1990-2019.
  2. Cantidad de solicitudes recibidas por la Caja, de este procedimiento, 1990-2019.
  3. Cantidad de solicitudes de estos procedimientos rechazados, 1990-2019.
  4. Cantidad de solicitudes en trámite, 2018-2019.

Al cierre de esta edición, únicamente me compartieron que de 1997 al 2017 se realizaron 79 interrupciones terapéuticas. Quedamos a la espera.

Para quienes no han visto American History X, la película termina de una manera caótica. Al hermano de Derek lo matan a balazos en el baño del colegio. Una situación que, de haber hecho crecer al joven en un ambiente lejos del odio racial, pudo evitarse.

El dolor de Derek y su familia es inaguantable. Lo mismo sucede con los casos de mujeres que gestan en su vientre un ser que no podrá sobrevivir. De existir una Norma Técnica, el trauma para ellas y sus familias se podría atenuar.