Edgar Mora Altamirano, Gobernabilidad en Educación

¿De qué va la entrevista de hoy?

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Cuando del Ministerio de Educación se trata, ¿por dónde empezamos? Dios mío. Es que es una institución simplemente monstruosa, en el amplio sentido de la palabra.

Recién cuando comenzó a gobernar la administración Alvarado Quesada, intenté ponerme en contacto con el ministro de Educación, Edgar Mora Altamirano, para conversar sobre lo que podíamos esperar de su gestión en el ministerio, al menos para mí, más importante del país.

Está demás decir que fue imposible. Pasé medio año queriendo un espacio con él, pero cuando no fue la polémica porque es ateo, lo fue por la implementación de las guías sexuales en los centros educativos. Ni hablar de cuando el despido de profesores y profesoras que se fueron de vacaciones durante la huelga.

Pues bien, en el último intento del año pasado, tampoco se logró concretar nada, pero hace un par de semanas inesperadamente recibí respuesta. Entonces, pudimos agendar un encuentro en el último piso del edificio Rofas, en San José.

La entrevista era a las 4 de la tarde, y cuando llegamos nos preguntaron que si había problema en movernos a un café por el Mercado Central. Intercambié miradas con Eduardo (nuestro fotógrafo) y aceptamos ir.

“Es que después de la jornada laboral, me da pereza permanecer en la oficina”, me dijo el ministro. No lo culpo, ¿a quién no?

La tarde estaba lindísima para caminar, pero no dejó de existir ese sofoque incómodo de transitar a hora pico por el centro de la capital. Mientras pretendía poner atención a lo que Mora me iba diciendo, la verdad es que el griterío de los vendedores ambulantes me tenía algo aturdida.

Una vez sentados en el café, estaba lista para empezar la entrevista, sin embargo, aquel encuentro fue más bien un desahogo para él.

Lo bueno del caso es que precisamente mi enfoque era buscar su punto de vista en cuanto a la gobernabilidad del Ministerio. Recordemos que el MEP tiene la planilla más grande del país. Un rango que va entre los 85 mil a los 90 mil empleados, entre administrativos y profesores.

Los reclamos que como periodistas, o ciudadanos, le podemos hacer a un alto jerarca son infinitos. Muchas son las cosas que no funcionan en una institución tan grande como el MEP. Pero, también es necesario darse cuenta que, muchos de los problemas son heredados, no de ex ministros, sino de la misma dinámica institucional.

A continuación les comparto las reflexiones y autocríticas de Edgar Mora Altamirano. La mayoría en primera persona. Otras en formato pregunta/respuesta.

EL MEP VIVE EN LOS 80

Uno de los temas de los que me apasiona informar es educación. Soy una fiel convencida de que, únicamente a través de la educación de calidad este país saldrá adelante. A la vez, leer sobre educación me causa mucha impotencia.

Cada vez que leo sobre el bajo desempeño educativo en Costa Rica y confirmo que el mismo sistema excluye a poblaciones vulnerables, siento una gran desilusión. ¿De quién es la culpa? me pregunto.

Frente a un ministro o ministra, una de las primeras preguntas de rigor es “¿cuál es su experiencia?”. Es decir, intento responder qué los legitima como jerarcas de X institución.

Sin embargo, con Mora Altamirano esa pregunta la pude hacer casi hasta una hora después de estar escuchándolo. Y es que recién cuando llegué y me presenté, le comenté cuál era la estructura de la entrevista y cuáles eran los tres ejes de conversación: gobernabilidad de la educación, evaluación docente y calidad educativa.

Él grabó en su memoria los temas y a partir de ello compartió su reflexión. Fue bastante metafórico. Conforme pasó el tiempo se relajó un poco y empezó a construir sus ideas desde sus propias incomodidades institucionales.

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Antes de cualquier entrevista, la mayoría de las veces, me doy a la tarea de buscar qué ha dicho en apariciones públicas la persona a quien tendré de frente. La idea no es replicar, sino buscar la diferencia.

Se podría decir que las ideas que el ministro intenta posicionar mediáticamente son dos:

  • La escuela es de la comunidad.
  • Existe desconfianza en el sistema educativo.

Además, plantea las siguientes interrogantes:

  • ¿Por qué los centros educativos están cerrados a los padres de familia o encargados?
  • ¿Cómo lograr que el paradigma de llevar el niño a la escuela se cumpla, en lugar de llevar la escuela al niño?

Aparte de estos cuatro puntos básicos, y a raíz de la huelga, el MEP también señala como prioritario lograr la evaluación docente. Con esto empieza.

La única presencia completa del Estado en el territorio nacional es el MEP. Nosotros llevamos al extremo aquel paradigma de que el chico vaya a la escuela. Porque hay escuelas de un solo estudiante. Así de extremos.

Ninguna escuela fue planeada. Todas las escuelas han sido solicitadas. Entonces la primera cosa que uno se pregunta aquí es ¿dónde está el plano o el mapa de lo que en 1950 se imaginaban que sería el conjunto de escuelas y colegios para 1960? No hay.

Y si lo preguntamos para el 2000 o 2010, tampoco hay. Esto significa que, este Ministerio nunca tuvo la posibilidad de planificar, respecto al territorio, el conjunto de escuelas y colegios.

El ministro Edgar Mora considera relevante cuestionar sobre planos y organigramas.

Otro de los relatos que el jerarca repite, y a veces explica con mayor o menor profundidad, es el papel del MEP en su calidad de “incautador de propiedades” y cómo esto ha desvinculado a la comunidad del seno educativo.  

Las escuelas nacieron en la comunidad, pero el único vínculo que tenía la escuela con la comunidad ya no está. Porque cuando llegó la institución se estableció un modelo de gobernanza que más bien las separó, y eso también lo hemos llevado al extremo.

Hemos llegado al extremo de esto diciéndole a la comunidad que, o nos da la propiedad o no le damos la plata para [mantener] la escuela. Y de unos años para acá el MEP se ha convertido en incautador de propiedades.

El problema es que nosotros no solamente no mantenemos bien las propiedades, sino que tampoco estamos cumpliendo con el compromiso de dar buena educación. Con el agravante de que ya hemos retirado a la comunidad del centro educativo.

El ministro bosqueja, gracias a un ejemplo artístico, la posible razón de que el sistema educativo esté erosionado. “Tanto desde la matemática como desde el arte podríamos cuestionar que un punto se mantenga solo”, aprecia. 

Según Kandinsky, explica Mora, “la línea es una sucesión de puntos, y matemáticamente un punto no se puede sostener solo”. Es decir, interpreto de la lógica de su argumento que, la escuela no puede sobrevivir sin la comunidad y viceversa.  

En Costa Rica hay 8787 instituciones y servicios en educación regular, los cuales incluyen preescolar, todos los servicios de educación especial y la Sección Técnica Nocturna; además de primaria, secundaria, y colegios técnicos.

Solo el año pasado, estos centros educativos atendieron una matrícula de más de 970 mil estudiantes. Sin embargo, ninguna de estas dos importantes piezas, que además son la razón de ser del sistema educativo -o deberían serlo-, se encuentran en el organigrama del Ministerio de Educación Pública.

Detengámonos en este punto un segundo. El organigrama. ¿Qué oportunidad de gobernar tiene un ministro en una estructura organizativa en la que hay cinco niveles políticos, 16 niveles directivos y más de 60 niveles operativos?

La columna del Ministerio está llena de estaciones. Hay ocho niveles jerárquicos entre el ministro y el estudiante. En palabras de Edgar Mora, esto quiere decir que hay más de ocho oportunidades para reinterpretar sus directrices. Por esta razón, existe la vieja queja de que, “lo que dice el ministro o ministra no se aplica en el aula”.  

Mora describe el sistema como piramidal, donde todos los niveles jerárquicos llevan al ministro.

La gobernanza del sistema educativo funciona de manera piramidal. Debería preguntarse  si [la gobernanza] tiene algo que ver con los propósitos educativos. Porque esto significa que, lo que se excluye del sistema es la colaboración y la cooperación.

Lo que prevalece en el sistema es la subordinación. Esa es [ha sido] la aspiración del Estado respecto a las escuelas y colegios, sostener un constructo político, porque cada escuela es una posibilidad política.

Entonces, ¿qué se debería hacer con esta estructura?

Lo primero que habría que hacer es deconstruir la pirámide y lograr obtener un paisaje que nos permita construir vínculos.

Así es como funcionamos [sin comunicación]. Cada centro educativo tiene una demanda. Cada uno tiene una queja; cada uno tiene una realidad, y son miles, pero ninguno se habla con ninguno. Ni los que nacieron en la misma propiedad.

Hay casos extremos en donde la comunidad dio suficiente [terreno] como para que hubiera una escuela y un colegio, y el MEP les dice que no se vean. Les dice que pongan en una tapia en medio y entonces todos ven hacia arriba, no se ven entre sí. No colaboran. Reina la idea de la competencia.

Se ha privilegiado la competencia sobre la colaboración. A algunos les va bien y lo asumen como privilegio, y como todo sujeto que tiene privilegios además cree que se los ganó y que no debe compartir con nadie.

Entonces tenés subsistemas a los que les va relativamente bien, como los colegios técnicos, que no tienen una relación de colaboración con la escuela más cercana a la que le va a peor.

La preocupación del ministro es real y concienzuda. El sistema es tan enorme que ha perdido un poco el rumbo. Entre tantos funcionarios, ¿para quiénes trabajan?, ¿por qué no están los estudiantes ni centros educativos como tal dentro de la estructura formal del organigrama?

Y entonces yo entro aquí y digo, ¿cómo, y dónde termina esto?, ¿para quién trabajamos nosotros? Trabajamos para la pirámide, no para los estudiantes.

Explotar la pirámide es un trabajo que alguien tiene que hacer, porque no funciona. Hay suficiente evidencia para saber que esta estructura permitió la cobertura educativa, y permitió que la escuela vaya el chico, y eso lo hicimos bien, pero eso ya se hizo hace muchos años.

Yo diría que esa tarea terminó en 1980, y más bien debería ir involucionando para que el chico vaya a la escuela, porque al final terminamos con una gran cantidad de escuelas y con una demografía bajando, sobre todo en zona urbana.

Para Mora la estructura organizativa debería llegar a convertirse en un sistema que se comunique entre sí, este es su esquema.

Aquí es donde surge el problema del millón: la desconfianza hacia el sistema educativo.

¿CUÁL SISTEMA EDUCATIVO?

En Costa Rica existe una realidad: no todos los colegios ni escuelas ofrecen la misma calidad educativa. Cuando yo era una colegial, recuerdo que nosotros mismos nos referíamos a algunos colegios de “mala fama” como “gallineros”.

Sabíamos que era mejor ser aceptado en el colegio técnico A y no en el B, por decir algo. Y aquí es donde, según Edgar Mora, se agrava la gobernanza educativa dentro del Ministerio.

Porque, en toda lógica cabe pensar que si hay dos escuelas cercanas, pero en una la matrícula baja de 100 a 75 estudiantes y al año siguiente baja de 75 a 45, no estaría mal cerrar esa escuela y solicitar mover esos 45 estudiantes al centro educativo más cercano. Pero debido a la inseguridad de que la otra casa de enseñanza cercana no sea igual de buena, se le imposibilita al MEP tomar decisiones como esta.

Uno puede decir que Costa Rica cumplió con el propósito de escolaridad pero no de buena educación, y la buena educación, según la tesis que sostenemos el presidente y yo, no es probable sin la comunidad. Pero, lamentablemente, en el proceso de apropiarnos de las escuelas y colegios para darles una estructura piramidal, se ha expulsado a la comunidad de la escuela

Mora recalca que el proceso educativo debe buscar la resignificación de sí mismo, y que tan duro como suena, la estructura piramidal del MEP lo ha convertido en la matriz de la desigualdad, no en víctima de ella.

Esta posición está evidenciada por el Estado de la Educación, que en sus hallazgos expone  las diferencias entre los modelos educativos, y de cómo esta situación excluye del sistema a poblaciones vulnerables. “El modelo de educación nocturno, es la cenicienta”, me decía Isabel Román, coordinadora de este informe.  

Mientras converso sobre el sistema con el ministro, cada vez que digo esta palabra, a él se le desconfiguran los gestos. “El sistema excluye a las poblaciones vulnerables”, le digo yo.

Primero, no hay sistema. Esa es una primera constatación, porque un sistema del Siglo XXI deja evidencias y trazabilidad. Uno no puede reclamar que algo es un sistema si no tiene trazabilidad.

Los sujetos que viven aquí [en el MEP] no son trazables en el sistema. Vea qué grave. En Costa Rica tenemos cerca de 200 años de registrar a las personas [TSE], pero un niño que entra al MEP se vuelve anónimo, para efectos de su proceso educativo.

Esto es gravísimo. Yo no podría decirle hoy a un chico que sale de quinto año cuál es su récord académico, a cuáles escuelas ha ido.

En el caso de los estudiantes nómadas, en Costa Rica hay muchas que se mueven con sus familias de acuerdo a la cosecha y época del año, cuando ese estudiante llega a la escuela que le va a recibir, después del primer trimestre, debe llevar sus notas y su expediente en papel, porque el director de ese centro no tiene cómo verificar nada, porque no hay sistema. No hay una nube.

Y esto no le pasa solo a los chicos, a los maestros también. Tienen que andar con su expediente debajo del brazo para hacer valer todo lo que tengan que hacer valer. Es decir, el MEP vive en 1985.

¿Y por qué esto es así?

Diay, vos preguntás y nadie te dice. Nadie confiesa.  Pero yo me pongo a pensar, ¿por qué yo sostendría un sistema así, pudiéndolo haber cambiado hace 30 años?

Tiene que ver con la opacidad. Es decir, debe haber una intención para no ser sistema. Tiene que haber una ganancia para alguien.

Abiertamente, Don Edgar, ¿usted podría decir cuáles son los sectores del MEP que trabajan para que esto sea así?  ¿Quiénes no están interesados en que el Ministerio de el salto que Costa Rica necesita? Porque nuestra educación ya no está respondiendo a la realidad de lo que queremos ser como país.

De aquí para atrás hay evidencias, que bien podrían relativizarse y suavizarse, pero yo diría que el tema de calidad esta vetado por los gremios de docentes.

Y es que uno [los gremios] puede decir que está a favor de la calidad, pero si está en contra de que lo evalúen, entonces no está a favor de la calidad.

Además, si yo interpreté bien la primera reunión que tuve con los gremios docentes antes de asumir, pero ya estaba designado, se me advirtió que mi periodo podía terminar el día que yo hablara de evaluación docente, sin embargo, eso ya pasó y la evaluación docente va a suceder.

En todo caso, después de esta huelga creo que los gremios han reflexionado sobre su propio destino si es que no contribuyen activamente, y frente a los ojos de los ciudadanos, con la calidad de la educación.

Esta huelga hizo que se generara un consenso general sobre la calidad en la educación, y ya no hay marcha atrás. El ciudadano no espera otra cosa.  El ciudadano había confiado en que lo que estábamos haciendo era lo mejor que podíamos, pero eso no es cierto.

No hay ninguna evidencia de que el resultado del proceso educativo y toda la inversión sea lo mejor que podemos hacer. Estamos muy lejos de dar lo mejor que podemos.

Como dice el ministro Mora Altamirano, lo que se ha venido haciendo en Costa Rica es todo menos “lo mejor que se puede”. El cuento de que de tripas se hace chorizo, no es más que la justificación perfecta para un sistema educativo mediocre.

Veamos el ejemplo más ilustrativo. Las pruebas de bachilletaro. Según datos del mismo Ministerio de Educación las curvas que se hacen  en estas pruebas han venido en aumento con los años.

Es decir, no es que cada vez haya más jóvenes poco aplicados, puede que el modelo de las pruebas esté cada vez más desfasado y que además, como lo concluye una investigación, de la Universidad Nacional, la calidad de los profesores también influya.

No hay capacidad de empeoramiento ni mejoría en la calidad de la educación sin contribución docente. Ese es un axioma indisputable.

Hay un principio fundamental, aunque en la práctica habrá sus excepciones, pero no hay estudiante malo. En principio, la calidad de la educación no la determina el estudiante, sino el docente.

Pero siempre ha recaído mucho en el estudiante, ¿no?

Bueno eso es parte del truco. Porque mientras el único instrumento evaluativo recaiga sobre los estudiantes hay una distorsión de lo que se ve en el sistema.

CONFLICTO DE INTERESES

Para cerrar la edición de esta entrega rescato lo siguiente: el evidente enfrentamiento público de Edgar Mora ante el clientelismo político dentro del MEP.

Durante el último rato que estuvimos sentados en aquel céntrico café, donde por la ventana se escuchaba a cada rato el bullicio de la capital, retomamos el tema de gobernanza dentro de la institución.

Mora Altamirano se mostró relajado durante nuestra charla. A ratos, percibía como que él mismo no quería dejar de desahogarse. Siempre estuvo poniendo atención a la conversación, a la que por cierto se asomaron los famosos “esto te lo voy a decir en off”.

Él es así, directo y claro. Un jerarca que lejos de intimidarse por los gremios, y menos por la opinión pública, se ha dedicado a entender la estructura para entender qué va mal. Todo va mal. Pero todo se puede resolver.

El tema político con el Ministerio queda ejemplificado con el caso de su Dirección de Infraestructura, la cual parece estar congelada en el tiempo y cuya problemática dinámica queda plasmada en este editorial de La Nación.

Y aunque el ministro ya ha dado señales de reestructuración como él mismo dice “en el MEP nada se hace sin mi firma, pero no todo lo que firmo se hace”.

Entonces, esta situación de que no todo se hace, acarrea la desigualdad en el sistema. En unos centros acatan las medidas dadas por el jerarca, en otros no, y entonces eso se va haciendo una bola de nieve que causa malestar entre sus mismos trabajadores.

Te vas a morir, pero la última vez que medimos los casos de litigio administrativos o judiciales contra el MEP, eran 105 mil casos abiertos, sin resolución, en proceso

Usted me está diciendo que hay más casos que funcionarios...

—[Litigios] interpuestos por 85 mil personas, esto significa que, teóricamente, todos los funcionarios del MEP están peleados con el MEP.

Eso es resultado de que, la mayoría del tiempo y para la mayoría de personas, el Ministerio es un universo transaccional.

Y ¿por qué digo transaccional? Porque en una estructura donde hay abuso de poder, (por la cantidad de líneas de poder) cualquier docente que quiera un permiso sin goce de salario, o un cambio de horario, etc., todos deben encontrar con quien hablar [a quién pedírselo], y no pocas veces encuentran a quienes les piden [a cambio] un favor político.

No me quiero ir sin tocar precisamente el tema político…

Si un ministro se descuida puede terminar siendo una bola de velcro a la que se le pegan post-its con listas de personas que necesitan algo. Son miles. Todas urgidas de algo, por lo tanto todas resentidas con alguien.

Esta es una realidad política que también existe [en el MEP].

Luego de una breve anécdota, de la cual todos reímos a carcajadas, porque también nos acompañaron dos de sus asesores (a ratos sentados en otra mesa), es cuando por fin puedo hacerle la pregunta de “¿y cuál es su experiencia con la educación?”

De manera disruptiva, Edgar Mora contesta que su vínculo con la educación es el paisaje, y que además, “todos, absolutamente todos tenemos un vínculo con la educación”, recalca.

¿Usted cree que ser un ministro outsider sea una ventaja para usted?

Absolutamente. ¿Y qué pasa? que en un mundo transaccional, no tener conflicto de interés tiene un valor espectacular.

Porque cuando estoy en riesgo de ser una bola de velcro, incluso cuando no lo estoy, porque lo soy no porque quiera, sino porque otros me ven así, tengo la posibilidad de quitarme el post-it y dejarlo por ahí.

No le debo nada a nadie. En este sistema donde todo mundo se debe algo o todo mundo está peleado con su propia institución, yo no tengo nada que ofrecerles (en cuanto a clientelismo político).

Y esto es incluso mejor para ellos. Porque el paisaje de la educación debería dibujar un mapa en el que nos veamos reflejados con orgullo.

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En las poéticas reflexiones del ministro encuentro un respiro, luego me acuerdo que no todo lo que él firma se hace, y se me pasa. Aún así, lo que guardo de este encuentro es que Mora tiene razón en exponer que la sociedad debe exigir calidad en la educación.

No tener confianza en el sistema educativo es un problema social importante

Justifica él que como país estamos en absoluta codependencia de la calidad educativa. “El mundo sigue avanzando, mientras nosotros nos estamos moviendo lentamente”. El énfasis lo debemos poner en cómo mejorar la calidad de la educación, así tal vez nuestras discusiones sociales vayan cambiando.

Claro está que lo que diré a continuación es una opinión 100% personal, pero si como ciudadanía nos ponemos las pilas para exigir, y a la vez colaborar por una excelente educación, tal vez podríamos no estar discutiendo sobre la necesidad de una o tres armas por persona. ¿Para qué alguien querría tres armas?

Hay trabajos, discusiones y saltos sociales de los cuales la educación se encarga, si antes nosotros nos encargamos de ella. Gracias por leer.