El feminismo no te ata, te libera. Te libera de las estructuras que promueven violencia, inseguridades, posesión y presiones sociales. Nos libera de discursos y argumentos como los que salieron a la luz recientemente con dos casos de violencia hacia dos varones y con ellos una serie de largos y variados comentarios.

Uno de los casos fue el ya popular video de “Augusto”  —que de seguro usted ya vio— y el otro más reciente fue el video donde una niña llora porque su papá se encuentra herido en un bus y se rumora que la supuesta persona agresora fue la madre de la niña. Ante esto se han generado burlas, indignaciones y largos debates sobre la violencia contra los hombres y también se ha pretendido desprestigiar al movimiento feminista porque no reaccionamos “tal como lo hubiéramos hechos si la víctima fuera una mujer”. Como mujer joven y que se asume además como feminista, me permito hacer algunos señalamientos necesarios para dar una discusión contextualizada y con una cuota de realidad.

Primero, quisiera comenzar diciendo que la violencia, en cualquiera de sus expresiones, es siempre reprochable. Es reprochable el hecho de generar daños y agresiones a cualquier persona, además no existe explicación alguna que justifique comportamientos violentos provengan de donde provengan. Ahora bien, no toda la violencia debe ser catalogada como violencia de género —en este punto deseo hacer hincapié— porque la violencia ejercida hacia los hombres, no es una violencia sistemática por el simple hecho de haber nacido hombres. Es decir, que la causa o la razón de esa violencia no responde directamente a su género, si no más bien a otras situaciones como lo pueden ser su orientación sexual, su etnia, su clase social o bien otros aspectos de su condición de vida, como un trabajo que irrespete sus derechos laborares o vivir en zonas de riesgo o catalogadas como peligrosas, por ejemplo.

Asimismo, es necesario señalar que muchos actos cotidianos están cargados de violencia, aunque se disfracen de "graciosos". Insultar a una persona mientras maneja es violencia; gritar y acosar a alguien en la calle es violencia; juzgar a otra persona sin conocer de previo su contexto o situación de vida es violencia. Incluso, grabar videos de situaciones donde hay personas afectadas antes de buscar cómo ayudarles o ser empáticos ante su situación es violencia. Aún más violento si este contenido es compartido en redes sociales, exponiendo de manera innecesaria a las personas involucradas con el fin de que se generen burlas. Nuevamente en vez de reconocer las causas que promueven y permiten estos hechos violentos, ligeras voces desvían la atención para culpar y descargar su responsabilidad en las mujeres.

La violencia machista afecta tanto a hombres como mujeres. La persona agresora puede ser un hombre o una mujer, las mujeres también podemos ejercer violencia machista hacia un hombre o hacia otras mujeres y al vivir en una sociedad patriarcal, posiblemente la hayamos ejercido con anterioridad en más de una ocasión. Dicho esto, en la mayoría de los casos de violencia quién la ejerce es del género masculino, esto no lo aseguro yo, lo constatan las estadísticas. Por ejemplo, en Costa Rica en el año 2017, de las solicitudes de medidas de protección tramitadas en un 80% de los casos, la persona agresora fue un hombre, asimismo el 94% de personas imputadas en casos de delitos sexuales ingresados fueron hombres, además según datos del Ministerio Público se contabilizaron al menos 26 femicidios en el año 2017 y 14 femicidios en lo que va del 2018.

Datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), reflejan además que el 35% de las mujeres de todo el mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia sexual por parte de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida. Sin embargo, algunos estudios nacionales demuestran que hasta el 70% de las mujeres han experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental durante su vida1 y que prácticamente en la mitad de los casos de mujeres víctimas de homicidios en todo el mundo en 2012, el autor de la agresión fue un familiar o un compañero sentimental.

Con lo anterior no pretendo invisibilizar que los hombres sean víctimas de violencia, porque sí lo son, pero en menor medida. No obstante, resulta fundamental visibilizar el hecho de que la violencia contra las mujeres, es un tema estructural y que incluso ha sido catalogada como una pandemia mundial y que los hashtags #VivasNosQueremos y #NiUnaMenos, no son una cosa graciosa para nosotras, no los usamos de manera antojadiza, “no es por hacernos las víctimas”, desearíamos no tener que usar hashtags para llamar su atención, desearíamos que no haya más muertas ni mujeres agredidas a causa del machismo.

¿Por qué las feministas no señalamos cuando la violencia es contra un hombre? Pues sí, sí lo hacemos, deploramos la violencia en cualquiera de sus expresiones, porque nuestro objetivo principal es el alcanzar una sociedad igualitaria, sororaria, empática, solidaria, inclusiva. El machismo y el sexismo, del que tanto hablamos, les afecta también a todos los hombres, el rol de hombre, macho, fuerte, protector, sin sentimientos, aquel que no sufre de violencia ni agresión, quién no podría estar en una relación tóxica; estos roles impuestos afectan su manera de ejercer su masculinidad, su paternidad y afectan incluso su salud mental y autoestima. Es por este motivo que antes de desprestigiar el movimiento feminista y sus luchas, que visibilizan y concientizan sobre la problemática, o bien atacar a una institución como el Instituto Nacional de las Mujeres, que nació con el mandato de buscar la igualdad de los géneros, deberíamos reflexionar profundamente como nos afecta este fenómeno y unirnos como personas aliadas, reconociendo nuestras diferencias y diversidad pero con el principal objetivo de desterrar el machismo de una vez por todas de nuestra sociedad.

Al final este pequeño relato solo pretende evidenciar que el acoger las luchas feministas en la cotidianidad de nuestros días y en lo más profundo de nuestras acciones nos permite liberarnos. No debemos ver en el feminismo un frente de combate, sino más bien una alianza clave para construir vivencias y relaciones más sanas.

Nota:
1 Organización Mundial de la Salud, Departamento de Salud Reproductiva e Investigación, Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, Consejo Sudafricano de Investigaciones Médicas (2013). Estimaciones mundiales y regionales de la violencia contra la mujer: prevalencia y efectos de la violencia conyugal y de la violencia sexual no conyugal en la salud, p. 2. Para obtener información individual por países, véaseThe World’s Women 2015, Trends and Statistics, capítulo 6, Violence against Women, capítulo 6, Violence against Women, Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, 2015 y Base de datos mundial sobre la violencia contra las mujeres de ONU Mujeres.

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