La migración femenina, comúnmente conocida como feminización migratoria, ha sido propensa a incrementar sus movimientos desde hacía algunos años. En América Latina, países como Perú, Nicaragua, Colombia, México, República Dominicana, entre otros, otorgan la gran mayoría de emigrantes femeninas. Eso quiere decir que el panorama de la migración ha cambiado rotundamente, y cada vez son más los estados que no han podido brindar un equilibrio a las condiciones delicadas de la mujer en este fenómeno.
Por lo que cabe preguntarse: ¿qué ha hecho que la migrante haya sido más consistente al trasladarse que al hombre? La respuesta viene desde muchos ángulos sociales, y aunque no se puede negar que la causa principal históricamente se debe a la distinción de género presente en el área, hay factores que influyen en el análisis internacional.
Desafortunadamente, nuestra región se ha visto expuesta por los múltiples actos discriminatorios y de pobreza extrema, tanto que la migración sucede cuando no hay alternativas para el desarrollo y buscamos salir adelante para mejorar nuestra calidad de vida. Uno de los ejemplos más representativos es el de Nicaragua, donde basta decir que las acciones gubernamentales han sido inoperantes en materia de derechos humanos por décadas, donde casi la única opción para las nicaragüenses recae en la necesidad de buscar oportunidades laborales en suelo costarricense. Pero aún así, sus posibilidades de laborar dignamente se ven restringidas; y no podemos negar que se les ha rechazado e ignorado en su ejercicio eventualmente.
Por lo tanto, hay que verlo desde un realismo social y estar informado de las nocivas debilidades de Latinoamérica en materia de derechos humanos e igualdad de género. He de aquí mi preocupación cuando se invisibiliza la feminización migratoria, porque se olvida el papel primordial de la mujer y no hay un enfoque en su impacto social. ¡Esto indudablemente hay que cambiarlo!
Sin embargo, las distinciones de género están cada vez más reconocidas y hoy figuran entre las características distintivas de la migración internacional. Este reconocimiento fue fruto de un largo proceso donde se percibió a la mujer como actor pasivo, en el cual esta era acompañante de su esposo y era vista desde un plano secundario en los eventos migratorios. Aunque los recientes estudios nos han sugerido que las mujeres tienen importantes papeles en las distintas etapas de este fenómeno, al involucrar decisiones familiares y liderar iniciativas de colaboración y redes migratorias; dejando a un lado los inminentes estereotipos de que el hombre va primero y la mujer va segunda.
Por eso insisto en que la incidencia del género en la migración internacional es de suma importancia debido a que trae consigo la posibilidad de abrir nuevos espacios en las familias y las sociedades, trayendo flexibilidad a la división sexual del trabajo y transformando los tradicionales roles de género. No obstante, eso no quiere decir que no haya un riesgo de afectar los proyectos de vida de las mujeres; principalmente cuando la mayoría de las decisiones en las familias se da por una cuestión de intereses. Y tal como lo comentaba anteriormente con el caso de Nicaragua, las mujeres de países como Perú, México y República Dominicana presentan una condición muy similar respecto a las jerarquías asimétricas de género.
Cabe recordar que el mundo en el que vivimos ha generado un mercado transnacional de mano de obra femenina, constituido principalmente por redes de mujeres que prestan servicios de trabajo doméstico, mostrándonos una vez más que el mercado de trabajo se ancla en las relaciones de género para suplir su demanda de mano de obra barata y flexible.
Pero dentro de este contexto sería imperdonable que olvidáramos los tratados internacionales que protegen a los y las migrantes, sobre todo cuando la feminización se ha hecho más presente. De aquí en adelante queda en cada uno contrarrestar todos aquellos perjuicios de la mujer migrante; no sería justo causar odio e intolerancia a una persona que ha tenido un largo camino para lograr estabilidad, y que ha sido víctima de rechazo en su país. Estoy convencido de que lograremos cambiar esa mentalidad y de que las naciones de Latinoamérica podrán prepararse para una oleada cada vez mayor de migrantes. Por eso, hoy más que nunca, hay que promover a toda costa las iniciativas que protegen sus derechos y libertades.
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