El machismo mata, nos ha dicho siempre el feminismo. Debería ser suficiente con ver los números de femicidios en el país para darse cuenta de que esta es una realidad que nos afecta.
Sin embargo, las víctimas del machismo no son solo las mujeres. También mueren hombres, y no, no estoy hablando de los casos de femicidios que van acompañados del suicidio del asesino. Me refiero a todos aquellos hombres que mueren en una búsqueda constante de “probarse hombres”.
Ya en el 2014, Mónica Zalaquett, hablaba en esta charla (que recomiendo ver) de los hombres que mueren en Centroamérica demostrando su hombría.
El último ejemplo de esto nos impactó a todos, pero estamos fallando en reconocerlo como tal. La semana pasada Sebastián, de 12 años y estudiante de séptimo del Liceo de Costa Rica, murió arrollado por el tren en lo que a estas alturas pareciera un accidente producto de un intento de probar su “hombría”...
Recuerdo cuando, durante mis estudios de Psicología en el curso de Sexualidad y Placer, el profesor Álvaro Campos explicaba que la masculinidad se construye a base de la competencia y de la demostración de aquellas cosas que se consideran socialmente referentes del género masculino. Los hombres, empezando en su infancia, y por el resto de sus vidas, viven constantemente tratando de demostrarse. Quién es el más rápido, el más fuerte, el más ligador, e incluso el más temerario.
Así pierde la vida Sebastián, quien probablemente de haber sobrevivido hubiera sido celebrado entre sus pares por su “valor”. Pero lamentablemente, en esta ocasión, lo que terminó sucediendo fue que el machismo cobró otra vida.
Recuerdo esa clase, porque fue uno de los primeros momentos en los que pude reflexionar sobre mi propia masculinidad y aquellas cosas que valoraba como características positivas mías como hombre, y todas aquellas veces en que había caído también en hacer o decir algo solo para demostrarme ante los demás.
El jueves murió Sebastián y no deberíamos esperar que mueran más niños y adolescentes para reconocer que debemos cambiar. Cuando los programas de afectividad y sexualidad del MEP hablan de nuevas masculinidades, no están hablando —como lo han hecho creer los mercaderes de la fe— de “homosexualidad”. De lo que sí están hablando es de la formación de hombres que puedan reconocer sus sentimientos, que no sean estigmatizados por no calzar en ese “ideal” machista de lo que es ser hombre y de que no tengan que exponer su vida para ser reconocidos como machos por la sociedad.
La sociedad nos vende los ideales machistas como ideales de éxito de la masculinidad y mientras esto siga sucediendo seguiremos siendo testigos de estas muertes, indignándonos ante cada femicidio y ante cada muerte de un joven... pero la indignación no es suficiente.
Zalaquett habla también de cómo al trabajar en comunidades desde un enfoque de nuevas masculinidades, se disminuyen la violencia y los delitos. Por lo que, en un contexto donde cada año tenemos más homicidios (basta con ver los números de los primeros dos meses del 2018), trabajar sobre nuevas masculinidades se vuelve imperativo.
Tal vez si Sebastian y sus compañeros hubieran tenido un espacio para hablar de los problemas de la masculinidad tóxica él no se hubiera expuesto de esa forma y estaría hoy con nosotros.
Quienes nos indignamos ante la muerte innecesaria de Sebastian no deberíamos solo defender los programas del MEP, deberíamos demandar que esta formación sea impartida desde una edad más temprana. Que los niños costarricenses no crezcan creyendo que tienen que arriesgar su vida para demostrarse ante la sociedad. En la mayoría de los casos décimo año ya es demasiado tarde. Para Sebastián definitivamente lo fue.
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