¡Y es que todavía no encuentro, lo que en mí sería normal!
Aleks Syntek
En esa frase de Sexo, pudor o lágrimas, me parece estar escuchando una persona joven, conociéndose y descubriéndose a sí misma. Lo que encuentre en el camino será una sorpresa para ella, como para los demás. Todos hemos estado allí y, frente a nosotros, ahora lo están las nuevas generaciones. ¿Qué hacemos, como sociedad, para contribuir en este proceso? Volveré a esta pregunta al final del ensayo. Pero antes, una reflexión con un “spoiler alert”, porque quisiera referirme a detalles de la novela de ciencia ficción “Nunca me abandones”, escrita por Kazuo Ishiguro, ganador del Premio Nobel de Literatura en el 2017.
Aunque la novela de Ishiguro es un mundo paralelo que se pudo haber dado en los noventas, también se conecta con la realidad del Siglo XXI de cualquier país. Nos obliga a enfrentar las grandes preguntas de la complejidad en la que estamos inmersos. ¿Nos serviría de algo una educación de calidad si no tenemos libertad? ¿Para qué vivimos si no es para poder desenvolvernos plenamente, sexualidad incluida? ¿Si la humanidad puede dar tanto amor, por qué también es capaz de tanta crueldad? ¿Cómo llegar a una mejor comprensión de nuestra naturaleza biológica y cultural? Y ¿cómo hacer lo mejor de ella?
Con dominio del juego existente entre los genes y el ambiente, Ishiguro encontró en el internado de jóvenes de su novela, lo que él ha descrito como “una hermosa metáfora para la infancia”. Muchos hechos de la narración nos recuerdan como insistimos en sobreproteger a niñas, niños y jóvenes de ciertos aspectos de la realidad que nos dan miedo, o que nos son difíciles de asimilar. Claro que la sexualidad es uno de ellos.
Kathy, estudiante del internado y narradora de la novela, nos cuenta la historia de su vida y nos habla abiertamente sobre su sexualidad. Ni ella ni los otros estudiantes tienen familia. Entonces, su formación depende de los aprendizajes que construyen a partir de lo que dicen las cuidadoras, y de la cultura que surge entre los estudiantes. Les informan que son infértiles, y que no deben preocuparse por embarazos no deseados. Sí, les advierten que el sexo puede traer retos emocionales, aunque nadie les explica bien los detalles. Todos notan ciertas incoherencias, puesto que les dicen que el sexo es algo normal pero también es prohibido en los espacios del internado, del cual no pueden salir hasta que sean adultos.
En el caso de Kathy, nadie nunca le explicó que era normal sentir deseo sexual. Queda a la deriva de lo que le dice su amiga Ruth sobre este tema, y de los rumores. Ella busca satisfacción sexual a escondidas con más de una pareja, y no entiende por qué le dan tantas ganas de acostarse con alguien. La crueldad se extiende durante prácticamente toda su vida, puesto que la falta de comprensión de su deseo es utilizada por Ruth para hacerla sentirse defectuosa. Inclusive Ruth utiliza estos vacíos para manipularla y alejarla de Tommy, a quien es obvio que Kathy quiere (y de quien Ruth se apodera). Desesperada por entenderse a sí misma, Kath pasa su vida buscando entre páginas de revistas pornográficas, tratando de reconocer una cara similar a la suya y en busca del ADN que dio origen a su persona. Piensa que su deseo sexual es una aberración que solo podría entenderse si ella viniera de una de esas mujeres.
Es obvio que Kath está sola en la interpretación de su sexualidad, ya que no puede depender ni de sus cuidadoras ni de su círculo social para obtener una visión objetiva y humana. Suceden el tipo de cosas que pueden darse ante la ausencia de explicaciones. Así que es obvio, sí, retomo la canción de Aleks Syntek, que además del sexo y el intento fallido de pudor, hubo muchísimas lágrimas.
No creo que sea necesario explicar el paralelismo de la vida ficticia de Kathy con la de miles de personas reales, y creo que especialmente mujeres, que hemos sufrido menores o mayores consecuencias de un acercamiento intuitivo a la sexualidad en un proceso lleno de vacíos y tabúes. La pregunta que me gustaría hacerle a las lectoras y lectores es, ¿a usted le da igual? Me parece una pregunta importante, porque he escuchado durante los últimos meses, a muchas mamás y papás que preferirían que se elimine la principial iniciativa de apoyo que se ha formulado para ayudarles a los jóvenes del país a enfrentar su sexualidad de manera sana, constructiva y humana. Muchos de ellos no se conforman con que sus hijos no participen en dichos programas, sino que quieren que se les elimine a todos los demás. No solo eso, sino que pareciera que el tema es lo suficientemente importante para tomar un rol determinante en el futuro económico y político del país. Es claro que no nos da igual. Pero aún así, ¿por qué siento que hay una gran indiferencia de por medio? Los invito a detenernos, al menos por un momento, a analizar las consecuencias que tiene esta lógica.
En ausencia de dichos programas, los casos como Kathy son suficientemente crueles, pero aún así, talvez son los menos graves. Hay consecuencias por las que la mayoría estaría de acuerdo con un cierto tipo de educación sexual básico e informativo sobre las enfermedades venéreas y los embarazos no deseados. Pero claro, esa es apenas la punta del iceberg, y por eso los programas no se han hecho a la ligera. Porque ignorar la naturaleza de la sexualidad humana en nuestro sistema educativo, tiene muchas otras consecuencias. Cada embarazo adolescente de los miles que se dan al año, no es una vida entera sino al menos dos y generalmente más, que son seriamente afectadas en sus posibilidades futuras. ¿Cuántas se podrían evitar? Muchos de ellos además son consecuencia del abuso. ¿Cuántos casos menos habría si niñas y niños aprendieran a reconocer qué es una relación impropia con un adulto, y a poder expresarlo a tiempo? Este es justo uno de los primeros objetivos que ha estado cumpliendo el programa.
Y claro, que está ese otro tema, ese gran tema que tantos preferimos evitar. ¿Cuál es la orientación sexual de mi hijo o mi hija? Justo del tema que más se quiere esconder, salen las consecuencias más crueles de eliminar las guías. Para muchísimos casos, la indiferencia causaría, además de lo ya difícil que es para ellas y ellos lidiar con el hecho de sentirse diferentes de la mayoría, enfrentar ambientes sociales hostiles e ignorantes. Lo más cruel de la discriminación, es que esas personas maravillosas, talentosas, con todos sus rasgos únicos tanto físicos y de personalidad que hacen de un humano algo tan increíble, sufren y se pierden como fruto del rechazo, de la discriminación, de la agresión. ¿Cómo es posible que nos de igual? ¿Por qué podemos ser tan crueles? No quisiera estar nunca en los zapatos de unos padres cuyo hijo o hija pasa una vida infeliz o peor, decide terminarla, por no encontrar en ellos, sus profesores, sus compañeros, o su comunidad, la comprensión necesaria para desenvolverse plenamente. Precisamente porque Costa Rica es un país tan conservador, es que estas guías son tan necesarias.
Yo tengo la esperanza de que todos los seres humanos somos, en el fondo, empáticos. Por más común que sea la costumbre de inventar distancias grupales entre “nosotros” y “ellos”, si encontramos una chispita para identificarnos con ese otro ser humano, intuitivamente podemos ponernos en sus pies y sentir al menos un poco de lo que siente. Lo más fácil sería talvez comenzar por revisitar nuestras propias experiencias en esa etapa de la vida. Acordémonos de los detalles de esas historias personales. ¿Cómo resolvimos la incertidumbre? ¿Cuáles fueron las consecuencias? ¿Alguien nos ayudó? ¿Alguien se aprovechó? ¿Cómo hubiera podido ser mejor este proceso? ¿Cómo sería mejor para nuestros hijos?
En Costa Rica se han dado pasos importantes para darle a las nuevas generaciones algo mejor de lo que tuvimos nosotros: algo más que vacío, confusión, incertidumbre y sus consecuencias. La educación sexual podría, por ejemplo, evitarle a alguien como Kathy la manipulación de la que fue víctima, y en general gran parte de la crueldad presente a lo largo del drama de su vida. Y no solo importa lo que se pudo haber evitado, ¡cuánto hubiera ganado! En medio de las duras verdades como la mortalidad y otras esferas de la novela que no quiero decir para no arruinar completamente su eventual lectura, Kath hubiera podido disfrutar de su sexualidad con la pareja que quería, como parte de una vida plena. Eso hubiera sido, en pocas palabras, As good as it gets.
Me gustaría volver a la pregunta del principio, ¿qué hacemos, como sociedad, para contribuir en este proceso? Ishiguro me hace pensar que no debería ser tan complicado llegar a un acuerdo sobre la necesidad de una educación sexual sensata, pertinente. El peligro de deshumanización no está en las guías sexuales que con tanto esmero se han ido preparando entre especialistas en educación y psicología, ¡todo lo contrario!
Un camino que promueve en la juventud mayor auto-conocimiento, mejor comprensión de la naturaleza humana y de su variación natural, mejor convivencia y la capacidad para el disfrute responsable del placer, sería un camino hacia la humanización. Sería, además, un camino que contribuye con elementos fundamentales para que sigamos teniendo un país libre. Yo creo que es hora de terminar con esta indiferencia, y de enfrentar nuestra verdadera naturaleza humana. Es hora de convertir nuestra naturaleza en lo mejor que puede ser.
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