Desde su conformación “patológica”, Costa Rica se ha fragmentado en dos fuerzas contrarias: la conservación necia de la tradición contra la incertidumbre esperanzadora del progreso.
En la actualidad, semejante a lo acontecido en la década de 1940, Costa Rica enfrenta un relato de inflexión cultural donde decidirá la reafirmación de una identidad fantasma, o los proyectos progresistas del siglo XXI. Polos decisivos que, inercialmente, han mantenido a Costa Rica en un desarrollo tímido y resistente.
A continuación, a partir de dos obras ensayísticas de Yolanda Oreamuno, abordaré la mitología en torno a la identidad del costarrisible, con el propósito de evidenciar que, desde los siglos de los siglos, siempre hemos sido parroquianos. Amén.
La familia tradicional y su mala educación familiar
Yolanda Oreamuno, la escritora subversiva de la generación del cuarenta, en 1938, publicó un ensayo incisivo, Medios que usted sugiere al Colegio para librar a la mujer costarricense de la frivolidad ambiente, donde criticó la calidad anquilosada de las familias costarricenses y advirtió la urgencia de "una educación más vital, que enseñe a los alumnos no solo el conocimiento por el conocimiento sino que les demuestre qué son, y los prepare para actuar como partes de un conjunto humano". ¿Qué hora es? fue el nombre de la columna en Repertorio Americano donde apareció tal ensayo, cuya elaboración conceptual sobrevive hasta nuestros días y evidencia el conservadurismo recalcitrante que nos ha desgastado desde antaño. Entonces, la pregunta actualizada sería: ¿qué año es, Costa Rica?
¿Qué año es, Costa Rica? ¿1938 o 2018? ¿En qué mentiras discursivas seguiremos viviendo? ¿Bajo qué pretextos pretendemos seguir cohabitando? "[L]a mala educación familiar", apuntó Yolanda, deriva en la anulación de "[la] verdadera personalidad: sentido de los deberes, sana ambición, ejercicio justo de los derechos, nobles inquietudes, conocimiento propio del ego". Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos? Setenta y nueve años han pasado desde la publicación del ensayo de Yolanda Oreamuno, y aún existen quienes imponen verticalmente a la familia tradicional, cuyos anti-valores y dinámicas desiguales han perpetuado las prácticas misóginas y los núcleos de odio costarricenses. ¿Qué implica, entonces, realmente la familia tradicional?
La familia tradicional, según Yolanda Oreamuno, “es un núcleo pequeño y cerrado —cerrado, esto es lo grave— al exterior y del que generalmente el padre es la puerta y llave a la vez”; pero también es una vía para promover valores de dominación y subordinación, donde quienes no cumplen con los requisitos bíblicos, son excluidos e invisibilizados. Es la familia tradicional una careta productiva para que los machirricenses, motivados en sus cofradías trogloditas, justifiquen actos de violencia y silencien las voces de quienes viven bajo sus tiranías. “No sabemos de nosotras mismas sino lo que el hombre nos ha enseñado. Y puedo decir sin miedo que son muy pocas las ‘mujeres de hoy’ que se sienten con el derecho de formular libremente una opinión y de establecer su propia ruta de pensamiento”, denunció Yolanda, sobre las consecuencias del desconocimiento y la ignorancia en el ambiente social del siglo XX, como resultado de la “educación familiar”.
Espíritu de lucha
En 1939, Yolanda Oreamuno, de igual forma, publicó su ensayo El ambiente tico y los mitos tropicales en Repertorio Americano, en el cual evidenció los elementos de la mitología identitaria que el costarricense ha imaginado para sí mismo, tal y como la demoperfectodemocracia de Costa Rica: “democracia perfecta no tenemos ni hemos tenido nunca [...] falta cohesión, nexo sufrido y trabajado; falta colectividad”, expresó agudamente. Asimismo, criticó que en Costa Rica “la ausencia casi absoluta de espíritu de lucha, y la deliberada ignorancia hacia cualquier peligroso valor que en un momento dado conmueva o pueda conmover nuestro quietismo” es una posibilidad para eliminar todo aquello que sugiera progreso.
Asimismo, Yolanda Oreamuno sentenció en ¿Qué hora es?: “[…][N]o hay dignidad sin conciencia y la suprema conciencia está en asumir con pleno conocimiento de causa las responsabilidades que da la vida al enrolar a un ser en su corriente, sea hombre o sea mujer”. De tal forma, Yolanda nos advierte, con su lenguaje transcendente, sobre la necesidad de luchar contra “la negra reputación que tiene el ambiente [costarricense]” y la urgencia de derrotar “la ignorancia deliberada y entrenada”. No obstante, ¿estamos en disposición, los habitantes de este siglo, de asumir la plena conciencia como cuerpos en resistencia? ¿Asumiremos un espíritu de lucha y empatía? Debemos hacerlo, si no, muchas vidas serán invisibilizadas, olvidadas e inviables.
Pecar es progresar
No hay intención, en este ejercicio de expresión, de forzar las palabras y el pensamiento de Yolanda Oreamuno a un momento histórico distinto al de la publicación de sus ensayos. Tampoco es un escrito académico, sino personal, porque en Yolanda encuentro una trinchera íntima para enfrentar el oscurantismo que amenaza a Costa Rica, sin importar los límites del anacronismo y la impostura. Es su palabra atemporal una forma de exorcizar prejuicios y cavernas, odios arcaicos e ignorancias.
Costa Rica, en pleno siglo XXI, encara la discordia del progreso y el pasado; las periferias, evidentes en rezago, apuestan a la fe una esperanza para encontrar posibilidades, sin reconocer que sus propios líderes los han llevado a la desesperación e ignorancia. “Los países no nacen con pecados originales como los hombres, pero los han de cometer para ir adelante”, escribió Yolanda Oreamuno, crítica del conservadurismo de su época. ¿Qué año es? ¿Será el año de la organización social para una agenda común, coalicionada? ¡Qué así sea! Si no, sufriremos un periodo donde la Ley será cómplice del hombre inquisidor, cristiano, heterosexual que además es padre y agresor.
Hoy, ante el riesgo del retroceso, el futuro está amenazado por fuerzas conservadoras que insensiblemente aspiran al poder como fin único. Y, Yolanda, con su pensamiento y obra trascendentales, nos recuerda que nunca hemos tenido una mentira más encarnada: “Costa Rica descubre su pubertad, su sexo virgen tiembla, y el futuro la llama para convertirla en una pecadora, auténtica y original”. Amen.
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