El maestro musical, Fidel Gamboa, nos heredó como parte de una de sus canciones el verso: “sé que a veces miro para atrás, pero es para saber de dónde vengo.” Esta referencia resulta clave ante el aciago momento que vive nuestra patria.

Nuestros ancestros forjaron Costa Rica, partiendo de la pobreza extrema, ubicándose el terruño, demasiado al Sur de la Capitanía General de Guatemala. Tan pobre y tan agreste que, a diferencia de otros lares, acá si los españoles no se fajaban hombro a hombro en el trabajo, se hubieran muerto de hambre. Mezcla de culturas que hicieron grande nuestro pequeño país que, desde 1821 se forja de una forma muy diferente. Una forma donde a pesar de ser evidente las diferencias de criterios, estos nos se solucionaron con guerras, sino con dialogo, no con insultos, sino con honor, no imponiendo criterios, sino analizando razones y amalgamando alternativas donde todos se sentían parte. Lo que hoy se describe en resolución alternativa de conflictos como, negociar desde objetivos y no desde posiciones.

Así, con aciertos y errores; este modo de proceder le dio origen a un término que define la filosofía costarricense del pura vida. Remarque las complicaciones de los orígenes de nuestra patria, pues este, pura vida, nunca significó que todo estaba solucionado o que era fácil, más bien daba a entender la forma en que los costarricenses afrontaban la realidad, lo que hoy se define como la actitud.

Surge la pregunta, ¿cuál fue el pilar fundamental de nuestros ancestros costarricense?, quienes, a pasar de no concordar en todo, resolvían sus diferencias a la tica, o sea, dialogando y construyendo pluralistamente propuestas inclusivas; lejos de prácticas impositivas y autoritarias que imperaron en otros países.

La respuesta parece estar, en el respeto, o sea, en el cuidado del otro; al que nunca se le consideró como enemigo a pesar de no pensar igual y por tanto, lejos de deslegitimarlo o atacarlo, se negociaba con ese otro, también conocido como prójimo, respetuosamente, para tomar en consideración sus criterios de forma empática.

Este año el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, fue otorgado al filósofo Byung-Chul Han. En el acta del jurado se lee:

El análisis de Han resulta sumamente fértil y proporciona explicaciones sobre cuestiones como la deshumanización, la digitalización y el aislamiento de las personas”.

En su discurso de aceptación al citado galardón, Han dijo:

Últimamente he reflexionado mucho sobre la creciente pérdida de respeto en nuestra sociedad. Hoy en día, en cuanto alguien tiene una opinión diferente a la nuestra, lo declaramos enemigo. Ya no es posible un discurso sobre el que se base la democracia. Alexis de Tocqueville, autor de un famoso libro sobre la democracia estadounidense, ya sabía que la democracia necesita más que meros procedimientos formales, como son las elecciones y las instituciones”.

Han agregó:

La democracia se fundamenta en lo que en francés se llama moeurs, es decir, la moral y las virtudes de los ciudadanos, como son el civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto. No hay lazo social más fuerte que el respeto. Sin moeurs, la democracia se vacía de contenido y se reduce a mero aparato. Incluso las elecciones degeneran en un ritual vacío cuando faltan estas virtudes. La política se reduce entonces a luchas por el poder. Los parlamentos se convierten en escenarios para la autopromoción de los políticos”.

Los modales de la democracia citados por Han (civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto), son los grandes ausentes actualmente en Costa Rica; sustituidos por los gritos, desconfianza y faltas de respeto.

Parece que la modernidad nos está alejando de nuestras raíces, lo que nos deshumaniza, tornándonos indiferentes ante el mal ajeno. La deseable empatía que la robusta comunicación e información actual debería producir, se ve erradicada por una indiferencia hedónica, narcisa y egocéntrica.

Justamente, hoy, en medio de la campaña electoral; es el momento idóneo para llamar a retomar el Pura Vida de nuestros abuelos, como la fórmula democrática de construir Patria a la tica.

Finalizo con un verso de, “Esperanza”, del Maestro, Fidel Gamboa: “Mucho pasado que enseña mucho futuro que llama, inundemos cada casa de sueños y de mañana. Volvamos a construir esperanzas”.

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