Los partidos políticos son indispensables para que pueda funcionar una democracia en una sociedad numerosa, pluralista e inclusiva, como son, o al menos pretenden ser, las naciones no autocráticas actuales.

Son indispensables para ese buen funcionamiento porque no es posible reunir física, y ni siquiera digitalmente, a los ciudadanos de una nación numerosa, y su participación es necesaria para que se dé el debate capaz de formular consensos y acordar visiones políticas para una sociedad.

Los partidos políticos intermedian en esa tarea. Es por su medio que los ciudadanos se organizan para tratar de armonizar intereses y posiciones diversas, que se expresan en una propuesta que en sus elementos centrales los partidarios apoyan a pesar de sus diferencias.

Los partidos políticos en las democracias modernas, que requieren ser representativas, son necesarios tanto en regímenes presidencialistas como en los parlamentarios o semipresidencialistas. Ciertamente hay diferencias.

En sistemas presidencialistas donde se eligen separadamente los integrantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo la fragmentación de los partidos es inconveniente.

En los sistemas parlamentarios y semi parlamentarios o semipresidencialistas, el poder legislativo interviene en la conformación del Poder Ejecutivo, pues tiene que conformar una mayoría alrededor de un programa de gobierno y de acción política y, en el primer caso, para escoger al jefe del ejecutivo y a su equipo, y en el segundo para escoger al equipo ministerial. En estos casos la proliferación de partidos, incluso siendo algunos confesionales o representando solo intereses de grupos muy limitados, puede darse sin impedir la conformación de una visión más inclusiva de ideario político mayoritario, pues en el Poder Legislativo se concilian los intereses hasta formar una representación mayoritaria que determina la integración del Poder Ejecutivo.

En un sistema presidencialista como el nuestro, la necesidad de armonizar intereses para la conducción del Poder Ejecutivo se realiza solo en la conformación del partido político o de la coalición de partidos que gana la presidencia y que elige libremente al gabinete de gobierno.

Los partidos políticos llevan adelante no solo la elección de candidaturas y la conducción de sus campañas políticas electorales, sino también la tarea de conciliar intereses, lo que debería significar compromiso con un ideario político usualmente conocido como ideología, formar grupos de estudio, preparar propuestas de políticas públicas, preparar los cuadros dirigentes.

Como en un sistema presidencialista el Ejecutivo se elige por mayoría, no es necesario integrarlo en proporción a los resultados electorales y  no se debe alcanzar una mayoría parlamentaria para integrar al equipo que lo dirige, la armonización de intereses se da solo al interior de los partidos políticos.

Por esa razón los regímenes presidencialistas exitosos han sido bipartidistas, claro con algunos pequeños partidos confesionales que no tiene mayor participación en los procesos electorales. Así fue nuestro caso durante muchos años, años en los que se logró establecer una de las muy pocas democracias plenas del mundo. Estas democracias representan solo un 8% de la población de nuestro planeta.

Por esa razón y dado que diversas circunstancias venían haciendo previsible una fragmentación partidaria en nuestro país, propuse en mi informe a la nación de 2001 migrar hacia un sistema semipresidencialista, lo que luego planteamos a la Asamblea Legislativa con el apoyo de la fracción de gobierno como una reforma constitucional, pero durante la siguiente administración ni siquiera se molestó el Congreso en admitir su discusión.

No nos adaptamos al cambio que se veía venir, pero el cambio se dio y se produjo una multiplicación de partidos.

Surgieron primero dos movimientos opuestos a nuestro tradicional bipartidismo, uno invocando un liberalismo sin concesiones a la fraternidad y otro un movimiento estatista e identitario de protesta antipolítica.

Después vinieron más partidos con capacidad de elegir fracciones legislativas importantes, y hasta los partidos taxi, sin estructura ni ideología y listos para ser usados por el mejor postor.

Para cerrar con broche de oro ahora se pretende que los partidos políticos no sean el mecanismo exclusivo para presentar candidaturas a la Presidencia de la República.

¿Quién, cómo y dónde se conciliarían los diversos intereses y las varias visiones que se dan en nuestra patria?

No se hará en el parlamento pues mantenemos un régimen presidencialista, y tampoco en los partidos políticos.

¿Se trata simplemente en depositar el destino de la nación en alguna persona imperfecta, pues Dios no asume ese papel, escogida por algún grupo desconocido cuyos intereses los ciudadanos ignoramos?

Oponerse a semejante ocurrencia no es proclamar que no se deba hacer cambios en nuestra legislación electoral.

Urge hacer cambios.

Ciertamente para conciliar la legislación electoral de nuestro sistema presidencialista con la realidad de la multiplicidad de partidos políticos, con el crecimiento de la población respecto a la original legislación de hace más de 70 años y con los cambios en las tecnologías de información y comunicación que crearon las redes sociales, es muy conveniente efectuar reformas a esa legislación.

Son necesarios cambios para dificultar la creación y uso de partidos taxis, para enfrentar los fake news que facilitan las redes sociales en esta época de paparruchadas y posverdad, para mejorar el uso de recursos públicos en las campañas políticas, para facilitar que los partidos sean más representativos y para que los votantes disfruten de más y mejor información.

Reformas con esas finalidades fueron oportunamente presentadas por el TSE a la Asamblea Legislativa, pero esta quedó en deuda y no las tramitó para los comicios del año a entrante.

Me he referido en varios artículos (disponibles en www.rodriguez.cr) a esas propuestas del TSE con comentarios críticos y algunas sugerencias.

Para ahora es tarde. Pero espero que los actuales diputados y diputadas —y de no hacerlo ellos los que resulten electos en febrero— encaren este problema y lo resuelvan.

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