En los últimos años, los gobiernos locales, han avanzado en temas de bienestar animal; algunas municipalidades inclusive tienen sus oficinas de bienestar animal, promueven campañas educativas y destinan presupuestos para programas de esterilización. Sin embargo, esas mismas instituciones aprueban o respaldan actividades como los topes, corridas de toros y desfiles de boyeros, donde los animales sufren estrés, lesiones y en muchas ocasiones la muerte.

¿Cómo puede una institución que se autodefine como promotora del bienestar animal autorizar eventos que lo contradicen?

Esta contradicción refleja un fenómeno conocido como especismo institucional o bienestar selectivo, y es cuando las políticas públicas protegen solo a determinadas especies, por ejemplo, perros y gatos, excluyendo a otras como caballos o toros.

Estas políticas, que discriminan entre especies, muestran una ética inconsistente: se castiga el maltrato a un perro, pero se aplaude cuando ocurre en nombre de una tradición.

Algunas consecuencias de mantener estas políticas fragmentadas en nuestras municipalidades son:

  • 1. Pérdida de credibilidad institucional: la ciudadanía percibe incoherencia y desconfía de los programas de bienestar.
  • 2. Retroceso educativo: se enseña a las nuevas generaciones que la compasión depende de la especie.
  • 3. Atraso internacional: el país se aleja de los estándares globales de bienestar y sostenibilidad.
  • 4. Uso contradictorio del gasto público: se destinan fondos para crear conciencia y al mismo tiempo, para permitir sufrimiento.
  • 5. Desgaste ético: se normaliza la violencia y se va erosionando la empatía social.

No existe bienestar animal verdadero mientras las políticas sigan siendo selectivas. Por eso las municipalidades están llamadas a dar un paso más allá de la legalidad y actuar desde la coherencia ética.

Invertir en educación y esterilización es un avance, pero seguir permitiendo espectáculos de sufrimiento, creyendo también que para activar la economía del cantón se debe construir sobre el dolor de un ser vivo, lo hace una contradicción que frena el progreso moral y cultural del país.

El cambio real no depende solo de nuevas leyes, sino de autoridades dispuestas a escuchar lo que la ética hace ya un tiempo está gritando, de autoridades que comprendan que el verdadero liderazgo se demuestra cuando se defiende lo correcto, no lo popular. Cada vez que un Consejo Municipal o un alcalde aprueba este tipo de actividades, volvemos a estar en pañales en lo que respecta a bienestar animal.

Y tal vez alguna otra municipalidad se declare en actos solemnes "libre de maltrato animal" pero seguirán siendo usados para divertir a los mismos que los declaran "protegidos".

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