La COP30, la cumbre climática más importante del mundo se presentaba una vez más ante el eterno debate de como priorizar las medidas necesarias para mitigar los efectos del cambio climático. Pero este año la cumbre ya tenía indiciosos de empezar mal: los principales líderes de cuatro de los principales responsables del calentamiento global, Estados Unidos, Rusia, China e India no estuvieron presentes en la cumbre. Estados Unidos ni siquiera envió a una delegación oficial, mientras que Rusia, China e India participaron con una delegación de menor nivel.
Por otra parte, la COP30 se topaba con otra gran incógnita: evitar que la polarización actual volara por los aires el consenso alcanzado diez años atrás por el Acuerdo de París. Este seguramente era inevitable. La negación del cambio climático se ha convertido en un elemento habitual del discurso conservador. Ahora las discrepancias sobre las medidas para combatir el cambio climático se han visto sustituidas por la simple negación del cambio climático. Recordemos lo dicho por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la última Asamblea General de la ONU que “la crisis climática no existe”.
Este año Belém, la puerta oriental de la selva amazónica, se ha convertido en la primera ciudad del Amazonas en albergar la cumbre del clima. Sin duda era un entorno cargado de simbolismo que incluso el presidente del país anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva no dudó en aprovechar, recordando que el cambio climático no es solo una emergencia ambiental, sino una batalla por la verdad, la justicia, y la supervivencia.
El mensaje inaugural de Lula fue más que rotundo: “el tiempo se agota y las promesas siguen sin ser suficientes”. A pesar de que la evidencia científica nos advierte que las metas de reducción de emisiones asumidas por cada país en el marco del Acuerdo de París siguen siendo insuficientes, puede que este año la cumbre haya tenido un mayor reto: salvarse así misma.
Mientras las emisiones mundiales crecen año a año, todos los sectores y actividades emisoras siguen aumentado: las petroleras, las automovilísticas, líneas aéreas, transporte de mercancías...etc. El capitalismo no se detiene. Por ello no es sorpresivo ver que la industria fósil se ha convertido en un actor participe de las cumbres del clima. El año pasado en Bakú, la coalición de organizaciones Kick Big Polluters (KBPO), Echemos a los grandes contaminadores) detectó a 1.773 representantes ligados a empresas fósiles.
A pesar de ello la COP30 que ha llegado a ser llamada un encuentro clave, como pasa cada año..., su declaración política final queda una vez más lejos de las expectativas iniciales puestas por el país anfitrión. Si bien en las primeras sesiones técnicas se ponía en evidencia que el planeta podría superar el umbral del 1,5 °C, los avances no demasiado concretados de esta cumbre ponen en evidencia que dicho objetivo no se está cumpliendo.
Esta cumbre estaba centrada en dos objetivos claros: la mitigación y ampliar la ambición climática. Y ninguno de los dos fue alcanzado de forma clara. Incluso solo 79 países participantes en esta cumbre, un tercio de los firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), lograron presentar a tiempo los planes conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), que debían estar listos meses antes de la cumbre.
La declaración final de la cumbre recoge la puesta en marcha del Mecanismo de Belém para la Transición Justa, una iniciativa global para garantizar que la acción climática esté alineada con la justicia social, apoyando a los países en la implementación de planes de transición justa en sectores como energía, agricultura y minería, protegiendo los derechos laborales y comunitarios mientras se avanza hacia la descarbonización.
En el primer y segundo borrador de la declaración final de la COP30 no hay mención alguna a una hoja de ruta clara para el fin de los combustibles fósiles. Tampoco se apostaba por aumentar la lucha contra la deforestación. A menos de 24 horas del fin de la cumbre existía un malestar general dado a la falta de entendimiento y desacuerdo plausible ante un texto oficial que no cumplía las condiciones mínimas para generar una declaración final creíble.
En un último intento, la presidencia brasileña que insistía en cerrar con un texto final firmado por todos los participantes, aceptaba no incluir el abandono del petróleo, gas y carbón, los principales causantes de la crisis climática. Los negacionistas climáticos salieron victoriosos una vez más.
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