El Tribunal Supremo de Elecciones ha dado oficialmente el banderazo de salida para las elecciones 2026, quizás los comicios electorales más decisivos y determinantes para nuestra historia desde la fundación de la Segunda República. La próxima persona que ostente el cargo de Presidencia de la República enfrentará un panorama político, económico, ambiental y social lleno de retos, adversidades e incertidumbres, donde la crisis de representatividad y carencia de liderazgos democráticos fuertes, firmes y sólidos se hace notar cada vez más en nuestro país. Del mismo modo, preocupa la composición de la futura Asamblea Legislativa pues, según los partidos presentes y sus distribuciones, se marcarán las decisiones y posicionamientos tomados que vayan a ejercer un efecto sobre nuestro marco jurídico-legal. Por esta razón, es importante señalar lo que está en juego para las elecciones del 2026.

En primer lugar, tenemos en juego la decisión sobre si fortalecer nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, o bien si nos permitimos caer sobre las garras del autoritarismo populista que busca destruir lo que con esfuerzo y amor las personas trabajadoras en nuestro país han conquistado y construido. En mi trayectoria como escritora de opinión, he señalado en reiteradas ocasiones las implicaciones y significancia del concepto de autoritarismo y la forma en la que éste es claramente representado por el Presidente de la República, Rodrigo Chaves Robles, y su movimiento chavista. También, he insistido en el por qué de sus raíces: los tiempos de crisis desatados por descuidos democráticos, desigualdades estructurales y centralización del poder en las élites económicas. Pues, cuando la democracia se descuida, el autoritarismo sube, y el caso de Costa Rica no es la excepción.

Mientras las brechas y desigualdades sistemáticas en nuestro país se agudizan, el descontento popular, la apatía política y el abstencionismo electoral están cada vez más presentes en nuestra sociedad. Asimismo, mientras partidos políticos que han gobernado en el pasado (incluyendo el partido en el que milito) han cometido determinadas acciones que no han hecho más que beneficiar a sectores privilegiados y debilitado las oportunidades de desarrollo y calidad de vida del pueblo costarricense, se abren portillos para el ascenso de movimientos populistas amparados en el autoritarismo que se aferran a discursos antidemocráticos para sostener su narrativa. Así, aprovechándose de las frustraciones de las personas, se hacen del poder para, posteriormente, implementar medidas que centralizan el poder y destruyen la democracia, y con ello, las conquistas sociales.

En el marco de unas elecciones donde las personas costarricenses tendremos el enorme reto de bajar la cifra de abstencionismo (que en los comicios pasados fue de un 42%) los partidos políticos defensores de la democracia, para hacerle frente al fenómeno populista autoritario que se alza con velocidad, tendrán la prueba de presentarse como opciones de oposición que no solo propongan medidas que garanticen y fortalezcan nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, sino que además impulsen el desarrollo sostenible equitativo para todas las personas sin excluir o dejar a ninguna atrás, al igual que la protección y progresividad de los derechos humanos.

Ahora que hablamos de derechos humanos, es importante notar que estos también están en juego en las elecciones del 2026. La regresividad vs. la progresividad en esta materia a través de la discusión de temáticas tales como el aborto legal, las jornadas de 12 horas, el presupuesto para la educación pública, la construcción de una ‘’megacárcel’’, el pago de la gran deuda estatal con la CCSS (misma que también está en riesgo de una posible privatización) será un tema fundamental que, a la hora de votar, el electorado debe analizar, pero sobre todo, las personas candidatas deben considerar.

Si realmente quienes aspiran hoy a la Presidencia desean gobernar a un país y escuchar a la ciudadanía, no pueden realizar, bajo ninguna circunstancia, retrocesos en derechos humanos. Si no, sería una gran decepción. Me duele mucho, por ejemplo, la postura del candidato de mi partido, Don Álvaro Ramos, en cuanto a las jornadas de 12 horas. Creo importante que aquellas posturas, como la mencionada anteriormente, que apuestan por medidas regresivas sean reconsideradas. Y, la pregunta es, ¿cómo se hace eso sin que parezca una estrategia electoral para sacar votos? La respuesta es sencilla: con las acciones, demostrando estar al lado de las luchas y movimientos sociales mediante su involucramiento activo en los procesos de consulta, por dar un ejemplo.

Finalmente, un tema importantísimo en juego no es solo lo relacionado a nivel nacional, sino también la proyección internacional de Costa Rica ante el concierto de las naciones. El fracaso de la actual Cancillería y el gobierno en su estrategia de política exterior es notoria. No solo ha sido cómplice de las violaciones de derechos humanos a personas migrantes expulsadas de Estados Unidos hacia nuestro país en el CATEM en la Zona Sur, sino además que frente al genocidio que libra el ejército israelí en Palestina, se ha mantenido con ambivalencia bajo una supuesta ‘’neutralidad’’ que no es más que una acción disfrazadora de la justificación de actos que constituyen crímenes de lesa humanidad.

Sumado a ello, la negociación del TLC con Israel por parte del Ministerio de Comercio Exterior nos posiciona de forma vergonzosa como el primer país del mundo en negociar un acuerdo bilateral con un Estado acusado ante la justicia internacional por crímenes de genocidio y lesa humanidad, rompiendo con nuestra histórica coherencia diplomática. Para cerrar con broche de oro, el hecho de que el Presidente Chaves jamás se presentó ante la Asamblea General de la ONU no es sino una representación de la falta de compromiso del presente gobierno con el ejercicio diplomático de Costa Rica. Dado lo anterior, las elecciones 2026 son cruciales para redefinir nuestra política exterior y si queremos ser un ejemplo positivo o negativo a nivel mundial.

Mientras muchas personas, incluyéndome, nos preparamos para ejercer nuestro derecho al voto por primera vez, el país se encuentra en un punto crítico. Tanto la ciudadanía como los partidos políticos y candidaturas deberán realizar un análisis detallado y entender que tenemos muchos aspectos en juego en estos comicios, como quizás no había sido antes en nuestra historia reciente.

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