El Estado de la Educación 2025 es uno de los informes más respetados del país. Cada dos años ofrece un diagnóstico riguroso que guía el debate sobre el futuro del sistema educativo costarricense. Justamente por esa seriedad sorprende que en la edición 2025 la inteligencia artificial apenas aparezca en el documento. En un momento en que esta tecnología está transformando la enseñanza y el aprendizaje en todo el mundo, la omisión no es un detalle: es una señal de alerta.

El contraste es evidente. Mientras países como China ya implementan clases obligatorias de IA en primaria y secundaria, y en la región Uruguay y Chile han desarrollado guías y programas específicos para sus aulas públicas, en Costa Rica el tema ni siquiera figura en los diagnósticos ni en las propuestas de solución. Frente a esos avances, nuestro silencio es elocuente.

La omisión es grave porque la inteligencia artificial ya redefine el mercado laboral y las competencias que demandan las empresas. Según el Future of Jobs Report 2023 del Foro Económico Mundial, un 23% de los empleos a nivel mundial cambiarán para 2027 debido a la adopción de tecnologías emergentes, incluida la IA. Si el sistema educativo no prepara a los estudiantes en el uso crítico y productivo de esta tecnología, la brecha entre la formación que reciben y las exigencias del trabajo seguirá ampliándose. El resultado será una generación menos competitiva en un mundo cada vez más globalizado.

Pero hay un matiz aún más urgente: los estudiantes ya usan inteligencia artificial. La diferencia es que, al no existir lineamientos claros desde el sistema educativo, muchos la emplean solo como un atajo —para que la máquina haga la tarea o la investigación— y no como un tutor que complemente y enriquezca su aprendizaje. Esa brecha de uso es peligrosa: la IA puede convertirse en un sustituto superficial en lugar de ser un apoyo que estimule la curiosidad, la creatividad y la capacidad de resolver problemas.

De ahí la importancia de entender que la IA no puede tratarse como un lujo ni como un adorno tecnológico. Debe convertirse en un eje transversal de la educación pública, una competencia estratégica que atraviese todas las materias y etapas de formación. Igual que la lectura o la matemática, la inteligencia artificial debe asumirse como una columna vertebral del currículo, presente en las aulas no solo para enseñar a usar herramientas, sino para aprender a pensar críticamente en un mundo donde la colaboración humano-máquina será la norma.

Esto, además, obliga a replantear la manera en que evaluamos. Si un ensayo o una tarea de investigación puede resolverse con un clic, la educación no puede seguir dependiendo de esos formatos como prueba de aprendizaje. Evaluar en la era de la IA requiere promover proyectos que combinen creatividad, pensamiento crítico y colaboración, donde la inteligencia artificial sea un medio para profundizar en el conocimiento, no un atajo para evadirlo.

El Estado de la Educación no es solo un informe académico: es un insumo de política pública. Cuando deja fuera un tema tan relevante, los tomadores de decisiones carecen de una base para diseñar planes de largo plazo. En el contexto actual, la ausencia pesa aún más. El país está en plena campaña electoral rumbo a las elecciones de febrero. Los partidos y candidatos presidenciales deben presentar propuestas sobre el futuro de la educación, y este es precisamente el momento para exigir que la IA forme parte del debate nacional.

Como ciudadanos, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Nos corresponde exigir que los planes de gobierno incluyan propuestas claras para integrar la IA en la educación pública, y observar con atención qué candidatos asumen este tema con seriedad. Porque más allá de diagnósticos, lo que está en juego es la preparación de toda una generación para enfrentar un mundo que ya cambió.

El Estado de la Educación 2025 sigue siendo un informe valioso, pero su silencio sobre la IA abre un vacío que la ciudadanía puede ayudar a llenar. Señalar la omisión no es un ataque, es una invitación a ampliar el debate. Si otros países ya avanzan en esta dirección, Costa Rica no puede darse el lujo de quedar rezagada. Poner la inteligencia artificial en el centro de la discusión educativa es indispensable para preparar a la próxima generación y asegurar que nuestra educación esté a la altura de los desafíos globales.

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