El emblemático y querido Cine Magaly presenta, desde hace más de dos décadas, el Festival de Cine Europeo, que se ha consolidado como uno de los eventos culturales más esperados entre los josefinos y costarricenses por igual. Dicho festival es organizado en conjunto con la Unión Europea y las embajadas de los países miembros.
Este año, el Festival cumplio 24 años de entretener al público con cintas provenientes de naciones como España, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Polonia y Austria, entre otras, sumando también colaboraciones con países invitados como Suiza y el Reino Unido. La edición incluye más de 20 metrajes de todo tipo y para todos los gustos.
Es importante recalcar que un evento de esta magnitud trasciende lo meramente cinematográfico. Es una cita que, dadas sus características, representa un acceso democrático a la cultura de países del otro lado del océano a través de la mirada de cineastas y películas que difícilmente llegarían a las carteleras tradicionales del ámbito costarricense. En este aspecto, el Magaly —un espacio histórico y emblemático, sumamente querido por los costarricense— se convierte en un punto de encuentro entre diferentes tipos de amantes del cine y personas curiosas que, año tras año, participan de un evento único. Es innegable el aumento del público y del interés de la prensa en este festival. Para la mayoría, la experiencia resulta esperanzadora, en el sentido de que aporta otra perspectiva de la ciudad, recordándonos que San José sigue viva culturalmente y que hay espacios como estos que pueden y deben ser aprovechados.
El formato que mantiene el Magaly —comprar entradas en taquilla (aunque ya se pueden adquirir en línea)— y el esfuerzo de las embajadas en organizar actividades diarias durante la duración del festival hacen que esta experiencia sea rica en encuentro de culturas. Abre además un espacio para compartir con personas locales y visitantes europeos, todas con el mismo interés: descubrir qué sorpresas cinematográficas trae el festival. Muchos se acercan por primera vez y, al salir de las salas, se percibe un ambiente optimista, de admiración y asombro por lo que el cine —más allá del comercial— tiene para ofrecernos. Esto se debe al esfuerzo que el Magaly, la Unión Europea y las embajadas participantes realizan para que el festival se sienta orgánico y único en el país.
El impacto que genera este evento también se manifiesta en la escena cinematográfica nacional, ya que abre la puerta para que jóvenes cineastas, críticos y académicos encuentren en este espacio un lugar lleno de aprendizaje e inspiración. La variedad de estéticas, géneros y narrativas enriquece la sensibilidad artística nacional tanto en los profesionales como en el público general. También abre oportunidades para futuras coproducciones e impulsa a creadores de toda índole, no solo cineastas, a experimentar con nuevas imágenes y lenguajes para llegar al público. Todo esto se ve reforzado por la posibilidad de participar en cineforos y actividades paralelas durante el festival.
Desde un punto de vista social y diplomático, el festival se convierte en un gesto genuino de hermandad entre los pueblos europeos y Costa Rica. Más allá de proyectar películas, reafirma el vínculo y el interés de conectar culturas a través del arte, el cual puede y muchas veces debe ser un puente de entendimiento mutuo. El festival suele mostrar historias sobre migración, memoria, justicia social o identidad, y aunque las películas sean de origen europeo, dialogan con las realidades costarricenses, recordándonos que los desafíos humanos trascienden fronteras.
En suma, el Festival de Cine Europeo en el Cine Magaly no es solo una cita con el cine, sino una celebración de la diversidad cultural, un laboratorio educativo y un símbolo de hermandad internacional. En cada edición, Costa Rica reafirma su lugar en el mapa cultural global y, al mismo tiempo, se permite mirarse a sí misma con otros ojos, al sentir como propias las historias contadas desde otras latitudes. Al fin y al cabo, son historias profundamente humanas.
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