En América Central hemos sido zona de origen y tránsito, en el que el desempleo, la violencia de las pandillas, las redes de tráfico, la trata, el cambio climático, generan que huyan o migren grupos de familias, niños, niñas, mujeres, exponiéndose al ser de forma irregular a múltiples riesgos y en ocasiones con consecuencias mortales.

En ese sentido, Costa Rica y Panamá entre el 2015-2016, vieron la punta del iceberg de estos fenómenos en la frontera sur, desbordada con cubanos y haitianos. Lo que llevó a Costa Rica en los próximos 5 años a formalizar una política de flujos mixtos y reconociendo situaciones especiales de vulnerabilidad. Para el caso de Panamá, apuntó en esos mismos años, a formalizar sus protocolos de alojamiento, atraer alianzas para desarrollar infraestructura descentralizada con las Estaciones Temporales de Recepción de Migrantes.

En el 2020, con el COVID-19, pese a que en el primer semestre más del 80% de los corredores entre países de América Latina y el Caribe tenía alguna restricción, el cruce de fronteras iba en crecimiento. Años más tarde, se hizo complejo porque eran caravanas de migrantes pero también perfiles diferenciados que se sumaban a esa movilidad cruzando el Darién, junto con otros migrantes provenientes de Asia y África.

Con este contexto, Costa Rica a diferencia de Panamá, no recibía para poder ordenar el flujo migratorio, sino que eran abordajes en frontera para luego expulsar. El CATEM lo llegaron a abrir, solo para casos de extrema vulnerabilidad. En Panamá sí se tenía controlado el flujo de este a oeste, hasta llegar a Los Planes, pero precisamente se rompía esta trazabilidad, al no haber acuerdo ni mecanismos para controlarla entre Los Planes de Panamá hacia Paso Canoas de Costa Rica.

Ahí empieza Cristo a padecer en las fronteras de ambos países. Hubo saturación con migrantes pernoctando en parques, dispersión de la población reduciendo la posibilidad de reconocer en los relatos de violencia, ver antecedentes, captar relaciones impropias, atender situaciones de salud mental y afectaciones graves en salud, casos de menores que venían solos, complicaciones para determinar vínculos familiares, mendicidad, etc.

En octubre 2023, los gobiernos acordaron controlar y conectar las operaciones desde Los Planes hasta Paso Canoas de Corredores. Mucho también, impulsado por procesos de capacitación, jóvenes talentos en la cooperación, proyectos en la zona, y el talante de las personas funcionarias en Migración, Salud y Niñez que colocaron siempre el derecho a la salud y la niñez por delante.

Costa Rica mostró que podía romper barreras normativas e institucionales, mostrando que sí se podía ser humanitariamente responsable con estos flujos, pudiendo ser un bastión para América Latina, pero se frenó por cambios en el Norte y la poca visión estratégica para atender las causas y no los síntomas, llevando a desmantelar la inversión de capital social y humano.

La migración que experimentamos ya no es aquella solo por cambios en la estructura económica, ahora hay una nueva generada a partir de usarla como forma de presión y moneda de cambio, dejando entredicho los convenios internacionales en derechos humanos e imponiéndose a través de la visión geopolítica del país “más fuerte”, de ahí gran parte de ese reflujo migratorio de norte a sur que experimentamos países de Centroamérica.

Actualmente, las situaciones de abuso ya no solo pasan por lo que deja de hacer el Estado o por sus pocos recursos, sino por las dinámicas de transglobalidad y las maniobras geopolíticas.

Por ejemplo, parte de ese desmantelamiento, Costa Rica se vio empujada a atropellar y a privar de su libertad de forma ilegítima, a decenas de migrantes incluyendo a 79 personas menores de edad. Sus causas no se originaron en el Estado —aunque sí lo reprodujeron— es una dinámica de la misma transglobalidad y tuvo que la Sala Constitucional pronunciarse a favor del amparo presentado por lo civil defendiendo a los migrantes. Y valga decir, que la línea de los impuestos sigue y el CATEM no fue donado para eso.

En espacios académicos y mesas de trabajo, he venido insistiendo en que la movilidad humana no se da en un terreno estéril sino de poder; no podemos generar respuestas aisladas, capacitaciones por capacitaciones, si no se reflexiona sobre los nudos centrales, se invierte en conectar ese archipiélago para reducir las vulnerabilidades de las personas migrantes.

Pero no solo eso, he señalado que las mismas dinámicas de la transglobalidad y las maniobras geopolíticas condicionan el diseño de las respuestas de un Estado en vez de apegarse a la arquitectura del derecho internacional el cual fue adoptado por el país firmante y creado para proteger, salvar y reducir daños.

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