En días recientes, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) dio a conocer proyecciones demográficas que merecen toda nuestra atención. Costa Rica se enfrenta a un reto histórico: la población vive más años que nunca, pero no siempre con la salud necesaria para disfrutarlos. El verdadero desafío no es únicamente alcanzar los 90 años de vida, sino garantizar que esos años se desarrollen con bienestar físico, mental y social.

La diferencia clave radica en distinguir entre la edad cronológica —los años cumplidos— y la edad fisiológica —el estado real del cuerpo y la mente—. Esta reflexión cobra especial relevancia en el contexto costarricense. Según el INEC, la esperanza de vida al nacer en 2025 es de aproximadamente 81,05 años para el total de la población, con una expectativa de 78,57 años para los hombres y 83,53 años para las mujeres. Estos indicadores son motivo de orgullo, pero también de alerta. Si bien hemos conseguido vivir más, los sistemas de salud y pensiones muestran signos de presión creciente. Escuchar al INEC es escuchar una advertencia: no se trata solo de envejecer, sino de hacerlo con calidad de vida. Alcanzar ese objetivo requiere tanto del compromiso individual con el autocuidado como de la implementación de políticas públicas que incidan en cómo envejecemos como sociedad.

Formas de imaginar el envejecimiento en Costa Rica

Hablar de longevidad implica imaginar distintos futuros. No todos los años adicionales que se ganan se traducen en bienestar. Veamos algunos modelos posibles que se hacen presentes en la realidad nacional.

  1. La longevidad sin calidad de vida. Este escenario representa a las personas que alcanzan edades avanzadas, pero con una pesada carga de enfermedades crónicas y dependencia funcional. En Costa Rica, esto ocurre con quienes llegan a los 80 o 90 años enfrentando diabetes mal controlada, hipertensión, problemas cardíacos o deterioro cognitivo, lo que los obliga a depender del cuidado de sus familias o de programas como el Régimen No Contributivo (RNC), el Sistema Nacional de Cuidados (SINCA) o la atención de la CCSS. Aquí se evidencia la brecha entre la esperanza de vida (81 años) y la esperanza de vida saludable (70 años). Es decir, las personas costarricenses pueden vivir hasta once años adicionales con algún grado de discapacidad o fragilidad.
  2. El envejecimiento nicoyano. Inspirado en la experiencia de la Zona Azul de Nicoya, este modelo muestra que es posible llegar a los 80 o 90 años con vitalidad. Quienes viven en esta región atribuyen su longevidad a una combinación de alimentación tradicional rica en maíz, frijoles y productos frescos; trabajo físico constante en la agricultura; espiritualidad activa; y fuertes vínculos familiares y comunitarios. Lo característico de este modelo no es que se sumen más años a la esperanza de vida promedio nacional, sino que se comprime la enfermedad y la dependencia en un periodo breve al final de la existencia. En otras palabras, se vive con buena salud durante casi toda la vida y las limitaciones más serias aparecen solo en los últimos meses.
  3. El modelo PAM Activas (Personas Adultas Mayores Activas). Aquí encontramos a quienes logran mantener su vitalidad física, mental y social más allá de los 65 años gracias a la participación comunitaria y al acceso a espacios diseñados para su bienestar. Este enfoque de envejecimiento activo no se limita a añadir años, sino a vivirlos con autonomía, propósito y participación. Para lograrlo, se requieren hábitos saludables como una alimentación balanceada, actividad física regular y atención preventiva en los Ebáis y la CCSS, pero también entornos sociales que acompañen: programas de CONAPAM, cursos de AGECO, actividades en centros diurnos, asociaciones de desarrollo y talleres municipales. En estos espacios las personas mayores fortalecen lazos sociales, aprenden nuevas habilidades y participan en actividades culturales y recreativas. Además, encuentran un propósito al involucrarse en el voluntariado, apoyar a sus familias o liderar proyectos comunales, lo que refuerza la autoestima y genera un sentido de utilidad esencial para la salud emocional. Todo ello muestra que la longevidad con bienestar depende no solo de lo que cada persona haga en lo individual, sino también del entorno que le permite mantenerse activa y conectada.
  4. El envejecimiento y la tecnología. Este modelo mira hacia el futuro. Imagina un escenario en el que la biotecnología y la medicina regenerativa logren revertir algunos efectos de la edad. Aunque este panorama aún parece lejano en Costa Rica, ya existen avances en biomedicina, terapias celulares y neurociencias en universidades como la UCR y el TEC. A largo plazo, estos progresos podrían integrarse a la CCSS en forma de tratamientos que fortalezcan órganos, prevengan enfermedades degenerativas y prolonguen la vitalidad.

En cualquiera de estos escenarios, el mensaje central es el mismo: más importante que sumar años es sumar salud a los años vividos. Y este mensaje cobra aún más fuerza al recordar que en Costa Rica el 60 % de las personas mayores recibe pensión, mientras que el 40 % carece de ella. Una longevidad sin calidad de vida no solo compromete a las familias, sino que también genera presión sobre el Estado y la sociedad en su conjunto.

Envejecimiento y trabajo: más allá de los 65

Históricamente, las políticas públicas han fijado los 65 años como límite de la vida productiva. Sin embargo, el verdadero reto está en apoyar a las personas entre 50 y 65 años para que permanezcan activas en el mercado laboral. En esta etapa se concentran los mayores riesgos de exclusión: problemas de salud, falta de actualización en habilidades y, sobre todo, el edadismo, una forma de discriminación que limita el acceso a empleos de calidad por la sola condición de edad.

En Costa Rica, mientras se discute la posibilidad de extender la edad de retiro hasta los 70 años, muchas empresas siguen resistiéndose a contratar personal senior. Sin un cambio cultural profundo y sin políticas de empleo inclusivas, el país corre el riesgo de desaprovechar el talento y la experiencia de miles de personas mayores que aún tienen mucho que aportar.

Desigualdad y pensiones: el gran reto nacional

La longevidad no se distribuye de manera equitativa. En algunos países la brecha de esperanza de vida entre ricos y pobres alcanza hasta una década. En Costa Rica, aunque la CCSS asegura gran parte de la cobertura, persisten desigualdades importantes. Quienes trabajaron en la informalidad dependen del Régimen No Contributivo, el cual se encuentra constantemente amenazado por limitaciones presupuestarias.

Repensar el sistema de pensiones es indispensable. No se trata únicamente de fijar la edad cronológica como referencia, sino de considerar el estado de salud y las necesidades reales de la población. Ello exige fortalecer el RNC, promover el ahorro previsional voluntario e impulsar políticas inclusivas que protejan a los más vulnerables, evitando que la longevidad se convierta en un factor de mayor desigualdad social.

De la economía plateada a la economía evergreen

Tradicionalmente se ha hablado de la economía plateada (silver economy), centrada en los productos y servicios asociados a la dependencia en la vejez: hogares de larga estancia, pañales para adultos, turismo especializado, entre otros. Sin embargo, este enfoque resulta limitado porque coloca a las personas mayores en un papel pasivo y de consumo por necesidad.

En contraste surge el concepto de economía evergreen, introducido por Andrew J. Scott y que propone mantener a las personas mayores activas, autónomas y saludables por más tiempo. Se trata de invertir en prevención, innovación en salud y creación de servicios que prolonguen la vitalidad y retrasen la dependencia. La lógica es clara: la población pagará por servicios de cuidado si enferma, pero estaría aún más dispuesta a invertir en productos y servicios que le permitan evitar la enfermedad y mantenerse vigorosa por más años.

Costa Rica ya ha dado pasos en esta dirección con la Política Nacional de Envejecimiento y Vejez 2023–2033, que promueve la salud preventiva, el envejecimiento activo y la participación social. El gran desafío está en traducir esos principios en acciones concretas que transformen la vida cotidiana de las personas mayores y generen oportunidades para nuevas industrias en salud, bienestar y tecnología.

Termino aquí. El envejecimiento no es una amenaza, sino un logro histórico. Nunca en Costa Rica tantas personas habían tenido la posibilidad de vivir hasta los 80 o 90 años. El reto del siglo XXI será garantizar que esos años adicionales se vivan con dignidad, autonomía y oportunidades. El INEC hace bien en recordárnoslo, pero la pregunta es inevitable: ¿estamos listos en Costa Rica para envejecer con calidad de vida?

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